30 de noviembre de 2014

Signo y señal de las edades



Terminan de obsequiarme los 6 volúmenes de la prolija 2da, edición de la enciclopedia Historia universal Marín, aproximadamente 20 kilos de material histórico de la humanidad desde los albores mismos de la raza humana, con una bellísima encuadernación con logos stamping oro e impresión serigráfica en tapa dura y lomo mediacaña con repujados en bajo relieve –atractivos a las yemas–, y prólogo del historiador Manuel Marín Correa, fechada en Barcelona, España, en 1980, y muy por encima de lo que mi bolsillo podía pagar en esos años y aun hoy. 

Y qué extraño, nunca me regalan un par de zapatos o el tradicional juego de pañuelos masculinos, sino libros. Anualmente recibo unos 50 libros de regalo entre material flamante recién editado de manos de los editores y también obsequios de autores independientes, pero nunca una enciclopedia completa, como en este caso. Para tenerlo en cuenta, es la primera de mi propiedad en todos los años vividos. Perdidas la viejas estanterías que adornaban mi casa de comodidades espartanas, ya no sé dónde guardar tantos libros ni cómo mantenerlos contra las operaciones destructivas que ahora visitan mi vida y el deterioro propio del tiempo. 

Luego de mi divorcio, hace años, el principal patrimonio a dividir fueron libros, pero sobrevivieron unos elegantes 6 metros cuadrados de títulos diversos de mi propiedad, ahora hibernando en placards, vitrinas y cajas, pero desde entonces se sumaron otros 8 metros cuadrados. No sé el motivo, pero se me viene a la mente que de agregar un carancho y un puma en mi cueva, sería la versión criolla del mazdeista Zaratustra... Don Segundo Zaratustro.

CR