8 de junio de 2009

Respuesta a una carta jamás escrita





"Ayer leí tu carta. 

Y qué gozo me deparó el mediodía. Si el cartero la dejó en el aire, esperando mi mano distraída y mecánica. Y ésta, tosca y sin saber qué tesoro estaba por recibir, se abrió en la vereda, bueno, como las manos deben abrirse para recibir algo. No sabía si recibirla o pedirle que me la entregara de nuevo. 

Y me senté a leerla y releerla una y otra vez, estupefacto, volviendo sobre las mismas oraciones, como si quisiera descubrir en la tinta de tus palabras las inflexiones de la mano que escribe y se detiene dubitativa a puntear la lapicera en un borde de la mesa, al costado de esta hoja exhausta que ahora duerme a mi lado, y luego vuelve a continuar la escritura como si nunca se hubiera detenido a abrevar en ese oasis de reflexión infinitamente humano que es cuando la mente busca la palabra justa y única en la colección privada de nuestra vida, gigantesco universo dentro de la Creación que es cuando una persona elige. 

Por eso quizá está plagada de adjetivos bellos y amables. Y dilaté hasta hoy la respuesta para disponer mejor mis sentimientos, ayer aturdidos por la sorpresa de lo incalculable, luego de saborear sus destellos hasta memorizarla, como el lento proceso de aceptar un tejido nuevo y viviente trasplantado a mi existencia. Es realidad de todo trasplantado nacer como una criatura nueva, mitad creado por el Cielo, mitad recreado por la Tierra. 

Querida hija, sos ya una mujer pensante y profunda. La tridimensionalidad no es un equívoco de la existencia, sino un mérito del reino. Y has recibido esa cara condecoración: la tercera dimensión. Qué triste es pensar en cuántos no la han recibido. 

Me alegra que crezcas como un planeta lleno de amor y belleza porque ese mismo esplendor le será heredado a tu simiente y perdurará hasta el fin del alma. Ellos heredarán el cielo y el mundo. No hay paz o gratitud en la altura que no nazca primero en la tierra. Por eso el cielo fue creado a nuestra imagen y semejanza. Y aquí estamos, monumentos del arte celestial, adivinándonos en lo que no fue escrito en el papel, uno frente al otro, palabras, tinta y meditaciones silenciosas. 

Soy viento y rumor. No quedan rosetas de los vientos para mañana ni estrellas que seguir cuando amanezca; tampoco parecen quedar rastros de lo transitado ayer. Perdonarás este error de la Creación: Nací para beduino, que un día pasa y al siguiente el viento ha borrado sus pisadas en la arena. Allí no hay bibliotecas de Viento, no hay memorias de caravasares pasados. El beduino cambia, el desierto no y las huellas desaparecen con el suspiro de la tierra. Acaso atestiguas con tu vida que no todas ellas fueron arrastradas al ocaso y ahora crecés como una zarza del nuevo Eden, llena de vitalidad y sabiduría. Vos no pasarás, tu pisada no pasará; tampoco tu corazón sin dejar una marca profunda en la existencia de Dios. 

Se paciente con tu madre, ella es un alma genitiva, una energía primitiva que nos llega desde el Comienzo y busca un lugar en el mundo de las realizaciones futuras. Ella estaba cuando las almas se repartieron el orbe humano del Principio. Y estará en el final de los tiempos con un lugar destacado. 

Ahora debo dejarte sin esperar respuesta. Olvidate con cariño, fue grato recibir esta primera carta y anticipo el gozo que será la próxima aunque me repita de nuevo que no debo esperarla. La vida vierte, Dios también pasará. 

Con amor, papá."



Copyright®2009 por Rigel