29 de octubre de 2023
Al habitante de Antares
28 de octubre de 2023
Las abejas, ¿vienen también de la Luna?
Las tintascrudas de Rigel
Hace más de 30 años escribí un cuento audaz —y muy etílico— con el título de "Las moscas vienen de la Luna", sátira publicada por primera vez en el volumen de cuentos REM (Editorial POL, 2008) y tan admirada por uno de mis maestros, don Abelardo Castillo, y con tantos otros lectores risueños que alguna vez hasta sentí vergüenza de haberlo escrito por las burlas que recibí y que contenía, cuando narro cómo un grupo comando de moscas verdes un día comienzan a asaltar los frascos residentes en la mesa y unen esfuerzos para desenroscar entre todas un envase de pickles, y huyen con un pepino avinagrado, y luego borran la huellas del atraco sin dejar rastro al regresar la tapa a su lugar, lo que provoca acusaciones iracundas y disturbios salvajes en una pareja mágica que habita el hogar. Y las moscas miran las consecuencias, pero hacen silencio.
La pareja se trata, ella por su lado, de una princesa prófuga de la Luna, miembro de la aristocracia selenita obligada a casarse con un joven noble del lado oscuro al que no ama (por eso mismo huye) y cae por los misterios del realismo mágico en los suburbios de Buenos Aires. Y él, un suboficial de la policía bonaerense —cabo Ponce—, afecto al robo, el vino y los pepinos en vinagre, quien se asume como el protector de la princesa en la Tierra, aunque por tiempos siente ganas de dispararle a quemarropa y alegar defensa propia. Y ambos viven rodeados de moscas, restos de comida en la mesa y platos sucios apilados.
Las moscas son la fiesta diaria, un baile multicolor; hay verdes, negras, rojas, tornasoladas, etcétera, y son aparentemente amigables. Es apenas un recurso del relato y no su eje principal; y si bien hay otros más extraordinarios y cínicos, las moscas destacan en la historia. Bueno, pero un día son descubiertas por el dueño de casa en pleno atraco y preanuncia el desenlace del escrito.
Bien.
Termino de ver en un documental de estudio cómo un grupo de abejas destapan un envase de miel para acceder al contenido.
Algo... digo, algo no está bien. La creación conspira, y lo pienso porque dudo que las abejas hayan accedido al escrito para observarlo como un plan organizado de saqueo... o sí?
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27 de octubre de 2023
Oniria, el color perdido
Ella interrumpía la cena, se levantaba de la mesa y la perdía de vista en un restaurant lujoso para descubrirla en el patio trasero del comercio, rodeada de familiares que no reconocí. Vestía una blusa blanca y pechugona, y una minifalda negra, esa que deslumbraba a mis compañeros de estudio. Y al despertar me sonó a despedida, a partida. Había regresado sólo para decirme Adiós.
Con apenas 14 años de edad fuimos dos incontenibles delincuentes sexuales y hace casi 50 años me fui a vivir con ella los ocho siguientes de mi vida.
Durante 20 días de cada año ella era mayor que yo hasta igualarla en edad con los soles de noviembre.
Nos conocimos con las témperas y los crayones de la secundaria del dibujo publicitario en Ramos Mejía. Y unidos, muy pronto, la fiebre nos contaminó como una transfusión de veneno. Cruzar límites se volvió tan común que fue el motivo para tomar distancia de nuestras familias y dar espacio a una locura de ardores juveniles.
Con 1,80 de altura, la vida extrema me redujo a esqueléticos 50 kilos de peso. Es decir, según la tabla americana, 30 por debajo del ideal en la relación peso y altura.
Y siendo yo soldado bajo bandera, ella fue la razón de mis escapes nocturnos por el que fui castigado con un mes preso en el calabozo. Me arrastraba por el campo hasta la ruta, evadiendo a los imaginarias de guardia, hasta que una mañana me descubrieron al regresar tarde.
Pero la poción viciosa sedimentó en la sangre y se hizo órgano; fue agua turbia y costra en el desencuentro. Nos volvimos violentos y salvajes. Los intentos de comunicación terminaban en peleas. Silencio y amor. Riñas y sexo. Entonces decidí ponerle fin a la pareja.
Admito que fue traumático para ambos, éramos dos adictos, uno al otro. Drogarnos de sexo era el escape nuestro de cada día. Y si el amor fue un infierno, la separación fue peor. Un verdaderos descenso al purgatorio.
Pasaron dieciocho años al menos. Volví a verla en '98 o '99 en un encuentro acordado en CABA una mañana de abril para firmar unos papeles. Cuando me vio acercarme a la mesa, me dijo: "¡Estás grandote!", porque me recordaba consumido y esquelético por la vida que hacíamos. Café y Marlboros en una cafetería vacía en la mañana vidriosa sobre Avda. Juan B. Justo. Fuimos amables al despedirnos. Pero no volví a saber de ella hasta soñarla ayer.
Las almas dicen adiós. No pocas veces me ocurrió en esta vida la visita final de una vida. El pitazo último y las campanas en el andén antes de partir al otro lado; un extraño halago de la creación.
Pero temo que hoy se me cayó un color ardiente de la paleta.
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23 de octubre de 2023
Las drogas "votarinas"
Las tintascrudas de Rigel
Mi primera novela, "El símbolo: crónica de un prófugo en la ciudad de las lluvias" data de 1995 y trata de una conspiración del establishmen criollo en el control de la casa rosada para reemplazar al presidente por un ser símil, un androide diseñado en un laboratorio tecnológico y sobre el cual tienen el comando total de sus funciones.
Y para que el país no advierta la diferencia con los furcios, los equívocos brutales del bicho presidencial en sus discursos, vierten en el agua corriente de consumo público un psicofármaco poderoso y alucinógeno: las "drogas votarinas" en el agua corriente, las que aplicadas pocos días antes de una elección provocan la inconciencia de los electores, el adormecimiento del sentido común, y a votar lo peor o cualquier cosa. Pero posee un efecto nefasto de contraindicación: promueve los suicidios en la población.
Años más tarde, el cineasta norteamericano Christopher Nolan, empleó un recurso similar en el film "El caballero de la noche" (2008) para llevar a Ciudad Gótica al ocaso destructivo: verter drogas potentes en el agua corriente con el efecto primario del miedo en la población, miedo, terror, que empujaría al derrumbe en un "todos contra todos".
Era el plan de la Liga de las Sombras para destruir la civilización urbana y establecer un nuevo orden económico y social inspirado en el derrumbe. Bien, años antes utilicé el mismo recurso, pero con efectos muy distintos en la dominación y la destrucción de la sociedad a la hora de votar.
También recordemos en la historia de nuestro país al chileno el doctor en Química Dr. Del Río, servidor del régimen de Pinochet e infiltrado en nuestra ciudad, con el plan de envenenar el agua corriente de la ciudad de Buenos Aires y decapitar al poder político y la población de CABA por intoxicación mortal en los días del conflicto por el canal de Beagle y que estuvo a punto de llegar a la guerra, cuando ambos países, Chile y Argentina, estaban dispuestos al combate fronterizo. Del Río sólo necesitaba la confirmación del Pinochet para iniciar el plan con un tóxico letal, inodoro e incoloro con un cálculo estimado de unos once millones de muertos y sólo en la primera fase.
Con la pacificación del conflicto por la mediación papal, Del Río supo que tenía las horas contadas. Borrarían las huellas de un plan macabro, un crimen de lesa humanidad. Su destino estaba sellado por el secreto de semejante operación homicida a su cargo y escapó a refugiarse en Uruguay.
Agentes militares chilenos encubiertos dieron con él allí y lo asesinaron junto al secreto intacto. Esa... no fue una ficción.
Cicuta bestial o alucinógeno, vemos que la idea del envenenamiento del agua de consumo no es nueva. Tampoco lo fue cuando redacté la novela de ficción esperpéntica "El Símbolo"con el recurso de las "drogas votarinas", ya que provocaban un estado cognitivo iluso en la sociedad que promovía la reelección de un candidato, la votación masiva de un simio mecánico-biológico a batería con banda presidencial y cuyo escrito, el de la novela, causó desagrado y mucha reprobación de amigos, mi familia y colegas que accedieron al escrito, entonces descarté su edición, la olvidé. Y cuando dejó de importarme, de incomodarme, de impugnarme, la publiqué en 2015... veinte años después de haberla escrito.
Bien, fue el producto de mi incomprensión de algo ocurrido en esos años. Una manera de justificar lo inexplicable. Estimo que era optimista, porque en verdad, no hacen falta drogas o venenos en el agua corriente para inducir a votar a un simio como aparato del Establishmen.
Porque venimos haciéndolo hace setenta años sin necesidad de droga alguna.
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