23 de octubre de 2023

Las drogas "votarinas"

 Las tintascrudas de Rigel


Mi primera novela, "El símbolo: crónica de un prófugo en la ciudad de las lluvias" data de 1995 y trata de una conspiración del establishmen criollo en el control de la casa rosada para  reemplazar al presidente por un ser símil, un androide diseñado en un laboratorio tecnológico y sobre el cual tienen el comando total de sus funciones.

Y para que el país no advierta la diferencia con los furcios, los equívocos brutales del bicho presidencial en sus discursos, vierten en el agua corriente de consumo público un psicofármaco poderoso y alucinógeno: las "drogas votarinas" en el agua corriente, las que aplicadas pocos días antes de una elección provocan la inconciencia de los electores, el adormecimiento del sentido común, y a votar lo peor o cualquier cosa. Pero posee un efecto nefasto de contraindicación: promueve los suicidios en la población.

Años más tarde, el cineasta norteamericano Christopher Nolan, empleó un recurso similar en el film "El caballero de la noche" (2008) para llevar a Ciudad Gótica al ocaso destructivo: verter drogas potentes en el agua corriente con el efecto primario del miedo en la población, miedo, terror, que empujaría al derrumbe en un "todos contra todos".

Era el plan de la Liga de las Sombras para destruir la civilización urbana y establecer un nuevo orden económico y social inspirado en el derrumbe. Bien, años antes utilicé el mismo recurso, pero con efectos muy distintos en la dominación y la destrucción de la sociedad a la hora de votar. 

También recordemos en la historia de nuestro país al chileno el doctor en Química Dr. Del Río, servidor del régimen de Pinochet e infiltrado en nuestra ciudad, con el plan de envenenar el agua corriente de la ciudad de Buenos Aires y decapitar al poder político y la población de CABA por intoxicación mortal en los días del conflicto por el canal de Beagle y que estuvo a punto de llegar a la guerra, cuando ambos países, Chile y Argentina, estaban dispuestos al combate fronterizo. Del Río sólo necesitaba la confirmación del Pinochet para iniciar el  plan con un tóxico letal, inodoro e incoloro con un cálculo estimado de unos once millones de muertos y sólo en la primera fase.

Con la pacificación del conflicto por la mediación papal, Del Río supo que tenía las horas contadas. Borrarían las huellas de un plan macabro, un crimen de lesa humanidad. Su destino estaba sellado por el secreto de semejante operación homicida a su cargo y escapó a refugiarse en Uruguay. 

Agentes militares chilenos encubiertos dieron con él allí y lo asesinaron junto al secreto intacto. Esa... no fue una ficción.

Cicuta bestial o alucinógeno, vemos que la idea del envenenamiento del agua de consumo no es nueva. Tampoco lo fue cuando redacté la novela de ficción esperpéntica "El Símbolo"con el recurso de las "drogas votarinas", ya que provocaban un estado cognitivo iluso en la sociedad que promovía la reelección de un candidato, la votación masiva de un simio mecánico-biológico a batería con banda presidencial y cuyo escrito, el de la novela, causó desagrado y mucha reprobación de amigos, mi familia y colegas que accedieron al escrito, entonces descarté su edición, la olvidé. Y cuando dejó de importarme, de incomodarme, de impugnarme, la publiqué en 2015... veinte años después de haberla escrito.

Bien, fue el producto de mi incomprensión de algo ocurrido en esos años. Una manera de justificar lo inexplicable. Estimo que era optimista, porque en verdad, no hacen falta drogas o venenos en el agua corriente para inducir a votar a un simio como aparato del Establishmen. 

Porque venimos haciéndolo hace setenta años sin necesidad de droga alguna.


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