30 de enero de 2011

Eduardo Labarca y el meo tramposo




Actos excéntricos merecen críticas concéntricas, pero hoy es la excepción.
Nuevas estrategias en campaña de producto:
A Labarca le faltó un garco.


Cuando el autor chileno Eduardo Labarca se jacta de haber orinado la tumba de nuestro Jorge Luis Borges, documentado en una foto que ilustra la tapa de su reciente libro El enigma de los módulos (Editorial Catalonia, 2011), nos deja poco margen para la pregunta, aunque él espera ansioso el arribo del micrófono. Por supuesto que quiere hacer ruido. Y aunque justifica su acto como resultado de un homenaje y, al mismo tiempo, un repudio con el autor argentino Premio Cervantes de Literatura, yo creo que no es ni uno ni otro, ni tal homenaje ni tal repudio. Es inútil arreglar los actos con palabras, sobre todo cuando son claros. Los desprecios son a las instituciones, excepto que hablemos de un genocida. Y Borges no lo fue. Y cuando propone un nuevo género literario compuesto por módulos, pienso que es como establecer los pasos a seguir para cometer un asesinato pasional. Lo que sigue en el terreno teórico-literario es la novela inconciente, una prosa más comprometida con la semántica sonora que con los métodos, y no la segmentación o la programación de la narrativa. Se trata de liberarnos de tensores discursivos cuando la prosa está alcanzada. Si no, veamos lo análogo en la poesía del español Gamoneda para tener una idea: La propia España cortando para siempre el lastre imperial del Siglo de Oro.

Pero hay, además, otro asuntillo a meditar. Ya que él transgrede contra un valor argentino, tengo derecho al análisis detallado del contenido. Y digo que para quienes conocemos los secretos de la creación publicitaria sabemos que no es necesario orinar allí mismo, sino "posar" como tal. Luego el Photoshop obra milagros. Diría que ni siquiera es imprescindible estar en Ginebra, sino disponer de un buen juego de fotos tanto de la lápida como del personaje en cuestión. Quizá ni siquiera se animó a concretarlo, como parece mostrar la posición de su mano sobre el supuesto pene, ya que los dedos deben estar claramente abiertos en posición de "paragüita" –para no salpicarnos los dátiles, claro–, y aquí no, ya que se cierran sobre el hipotético chorro de orina. Se trata, entonces, de un armado virtual de pantalla. Una composición con el agregado final del salpicado. En ese caso, estamos frente a un pícaro y genuino cagón, quien transgrede para la foto pero no se anima en la realidad. Un transgresor "light", más proclive al programa de Tinelli que a una conferencia.

Pero debemos decirle a Labarca, mientras tanto, que se debe un encuentro a solas con su publicitario para modificar las estrategias de alcanzar la fama, ya que por este camino muy pronto estará quitándose los calzoncillos en público, poniendo un huevo frente a las cámaras o participando en torneos de largo de escupida o largo de pedo. Sino, que intente orinar en la estatua de José Martí en La Habana, a ver qué pasa; o en la de Perón en la Chacarita. O ¿por qué, mejor no habrá, prueba mear en la puerta de la Fundación Cervantes?... boludo.

Pero es propicia la oportunidad para recordarle que fama no es igual a éxito. Y por más que haga fuerza hasta la diarrea y el desmayo comatoso, sigue siendo un autor menor. Borges se construyó una figura polémica pero indiscutiblemente erudita a fuerza de lectura, estudio, análisis y escritura. Y como ya puede verificar, ese conocimiento no se transfiere por la orina, como él seguramente esperaba, ni por la cerveza que la promueve con vigorosa intensidad, pero tampoco por el ruido ciudadano. Y por más que el desprecio me moleste, no mearé la tumba de Neruda en respuesta, porque eso no habla de Neruda sino de mí.
Para finalizar, baste recordar que cuando él desaparezca sin dejar rastro de su paso por la vida, Borges seguirá siendo tan polémico y erudito como hasta ahora. Cuando visite Buenos Aires lo esperaremos con un pañal para adultos, no sea que encima se garque en Ezeiza.

Rey de España, tomar nota: Si lo citan para el Cervantes de literatura, prever un corcho ¡y guarda con la diarrea que la mancha no sale!


27 de enero de 2011

Vide Cor Meum / Sonoro

Otro infaltable









Y pensando en ella,
Me sorprendió un suave sueño
Ego dominus tuus, (Yo soy tu Dios)
Vide cor meum. (Mira corazón mío.)
Y este corazón ardiendo
Cor meum. (Es tu corazón.)

Ella con humildad comía temerosa:
Luego yo la vi marchar llorando.
La alegría se convertía
en amargo llanto.
Estoy en paz
mi corazón.

Estoy en paz.
Mira mi corazón.

Corresponde a la letra del tema musical Vide cor meum de la película Hannibal,
recreada por PatrickCassidy sobre el soneto La Vita nuova de Dante, el cuál dio
origen más tarde a la famosa (Divina) Comedia.

Oruga mullida

El infaltable de hoy



The Carpet Crawlers (algo así como La alfombra gateada)
por Génesis (1974) en la voz tan personal del señor Peter Gabriel.
Un oasis en medio de tanta tilinguería.


Quizá lo aprecie porque su título me invita a pensar, ¿qué puede contener una alfombra tractora y serpentina? Quizá la imagen me lleva a meditar acerca de una amplia manta roja que decora el camino a la fama, como esas que despliegan en Broadway o Hollywood. Vio pasar a tantos famosos pero ninguno regresó, como si llevara al abismo. Éxito y precipicio: dura tan poco... Acaso el arpegio inicial de tonos infantiles me retrotrae a edades de circos, calesitas y trapezistas que alguna vez me llenaron de fantasía, como si ese desfile de personajes fabulosos que entraran en escena perduraran en algún lugar de un mundo paralelo y atemporal habitado por Frankenstein, Gatúbela, Lawrence Olivier, Drácula y Moby Dick. Son parte del mismo espectáculo circense. Pero es apenas un conjetura adulta cuando trato de imaginar lo que debió ser pero como si le hubiera ocurrido a otro.
De los tantos malos videos que acompañan a la misma melodía este es el que menos me molestó. Por suerte para ustedes, poco agregan estas palabras a la maravilla. Registrarán la voz de Phil Collins como parte del coro allí atrás, antes de la separación de Peter Gabriel como vocal. Que lo disfruten.




Nota de Bloger: El anterior video fue suprimido por conflictos en los Derechos de Autor.

24 de enero de 2011

Inventor pro Autor / Alegre lluvia ácida

Post dedicado al master Edgardo Lois


Deleites y sobresaltos de salir sin paraguas termonuclear


Uno de los percances que produce la lluvia ácida en los terrícolas es que se vuelve habitual que, al enterarse de mi oculto oficio de escribidor –casi siempre porque alguien rompió el secreto–, haya quienes me sugieran una oferta impresentable: "Vos tendrías que escribir sobre mi vida... Te llenarías de guita", a lo que suelo responder mudo y con la mirada perpleja de quien no supo jamás qué diablos han hecho de sus vidas, además de tomar cerveza en la esquinas y amanecer tirados en la vereda, sumado a alguno que otro molesto contratiempo policial de cuando el almacenero se resiste a recibir un envase de otra marca. Y amparado en mi difusa inexperiencia de novel para tan complejo proyecto me excuso para entregárselo a un autor del futuro con más habilidades discursivas que yo en tan importante pedido.

Como llegado de otra galaxia, así hubo quien, renunciando felizmente a mis defectos y cualidades narrativos, ha llegado al extremo de no esperar mi respuesta y a manifestar con impaciente autoridad: "Yo también voy a escribir un libro sobre mi vida" lo que provoca de inmediato una mirada láser integradora a los detalles de su humanidad –con arquéo de cejas incluido de mi parte–, tras lo cual agrega de inmediato: "Sí... de cómo vencí al demonio y sus tentaciones" a lo que no me queda más remedio que mirarle las ojotas mientras pienso que quizá no lo venció totalmente sino que lo tiene adentro porque me parece observarle un pedazo persistente entre los dedos.

La maravilla es que ninguno de ellos piensa en factores editoriales ni de distribución, tampoco en reportajes o visitas radiales ni encuentros culturales o congresos de lengua. La prepotencia de sus vidas es tan arrolladora y autodefinida que obvian esos males menores. La sola lectura de sus experiencias en público provocaría hechos policiales. Como dice Lois, "algunos revelan en la manera curva de agarrar un libro que no hicieron otra cosa en la vida más que agarrar la botella". Según ellos, es mi deber filantrópico registrar elegantemente sus dudosas empresas con la humanidad completa como destinatario. La ventaja comparativa me arrojará, además, suculentas ganancias con lo cual tendré mi justo pago por los contratiempos de empujarlos al precipicio de la fama.
Lo cierto es que tenemos más creadores que lectores. ¿Qué diablos creen que hace un narrador?... Y después piensan que el bicho raro soy yo.


13 de enero de 2011

La Medusa y el reloj / Refutaciones de Ambrosini



En la mirada láser de la Dra. Ambrosini –y su lectura esmeril, claro–, el ensayo de mi autoría La anomalía de Jerusalén, escrito en 2005 y perteneciente al volumen de ensayos El libro de las Almas (2007, sin editar), tiene refutaciones precisas de su parte, según me anticipa verbalmente, y para lo cual se prevé compartir con vuestro humilde bloger numerosos cafés –de consenso o desacuerdo– hacia el mes de marzo; quizá antes. Veré cómo proveerme de un grabador para registrar el encuentro.

Se trata nada menos que de la Dra. en Filosofía, Cristina Ambrosini, actual Vice Rectora de la UBA y una de las mentes más lúcidas de nuestra universidad, cuyos antecedentes en verdad abruman, y por quien siento además una especial admiración. Sus críticas serán recibidas como un elogio. Nobleza obliga, esto me intima a publicar cuanto antes las 52 páginas involucradas del ensayo para citarlas acorde a sus refutaciones y reflexiones. Imagino que lo postearé en 2 o 3 capítulos con preeminencia de su palabra ya que el lujo es, en sí mismo, su propio compromiso con la lectura y el contenido.

En principio hay desacuerdo acerca de la figura de Dios: Para ella es una especie de esencia neutra –inactiva, supongo– mientras que yo lo cito como un protagonista más de lo ocurrido hace 2000 años en Israél. Me resta aludir, en defensa del espíritu del texto, que la reflexión y estudio inspiró la revisión del nacimiento de la Iglesia desde los dogmas católicos, es decir, desde las pulsiones interiores de la liturgia cristiana, y no desde la corteza laica externa, como lo fue y lo sigue siendo El anticristo de Nietszche. Es la crítica ácida de un creyente lector de La Biblia y no de un ateo (es decir, yo), por eso doy por aceptados los milagros, los poderes astrales y hasta las videncias proféticas de Cristo. Me resultaría inocuo dudarlo o abstraerme de esas experiencias para caer en la crítica común del escéptico que cascotea desde lejos inspirado en Freud. Pero puede ser errónea la actitud de creer puntillosamente la palabra bíblica sin contrastarla frente a otros evangelios o crónicas, ya que eso es precisamente lo que hace la iglesia y la psicología, aunque una vez hecho hay que validar el resultado y aplicarlo con estilo. A fin de cuentas, Einstein no descubrió la Teoría de la Relatividad, sino que aplicó "estilo" para interpretar las leyes de Newton, Plank y Maxwell convocadas a un mismo razonamiento. Un universo físico dependiente de un razonamiento.

Habrá que esperar, entonces, a que la doctora regrese de vacaciones y me acceda a su agenda para compartir ciento treinta y cuatro cafés, dos guisquis y un preinfarto histórico (el mío, naturalmente). Pero si amanezco estatua gélida de porcelana frente a una montaña de pocillos, quedará librada a la imaginación de cada uno mis lectores los posibles escenarios previos al fatal desenlace de vuestro bloger. Ella no da miedo, su mente sí.



8 de enero de 2011

Hemorroides de la Relatividad Constipada

Post dedicado a nuestro winner "Gus" Nielsen


La Teoría de la Relatividad es tan relativa que permite
el acceso de pulsiones interpretativas amparadas
por la Teoría de la Evolución de las Especies:
Hasta un simio puede darnos su interpretación.
Fuera de joda, posteo un capítulo completo de El libro de las Almas
(2007), volumen de ensayos y pensamientos de vuestro bloger.



"...Recaliente, entonces, cuando aún pienso en términos pretendidamente científicos (no lo son), veamos cómo funciona una historia finalmente del "realismo disparatado" luego de fracasar estrepitosamente en la ficción científica cuando adopta una mala interpretación de las ciencias especulativas. No se trata de un Bradbury poético y soñador sino de un pelotudo famoso jugando a la física".


"Recordemos la saga —que al comienzo no era tal— de Terminator en manos de un técnico mediocre como Cameron, y que no fue resuelta tras dos intentos más, aunque muy taquilleros por cierto, lo cual nos revela que no es un pensador refinado dentro de la ficción científica, y para comprender también que la cosa no es tan simple. En las tres películas conocidas, Terminator I, II y III, el director repite el mismo paradigma sin resolver la ecuación. Su impotencia intelectual no podría quedar más expuesta.

Veamos este asuntillo de tomar la Relatividad del Tiempo y del Espacio cuando no se sabe muy bien qué hacer con ella. En la primera película, establece un círculo o bucle temporal a partir del momento en que los acontecimientos ya están determinados por los sucesos del porvenir. Es decir, cuando el T-100 arriba al mundo pasado debería saber que no tiene forma de alterar los acontecimientos, porque él existe y lucha contra la guerrilla liderada por quien no murió en el pasado. Eso significa que antes de salir del futuro, en guerra entre máquinas y hombres –y rumbo al pretérito pacífico–, él sabía que su misión había fracasado; o debería haberlo sabido.
Este bucle nos dice que una máquina será programada en algún momento futuro para retornar al pasado en misión asesina, pero que Sarah Connors no será asesinada producto del adiestramiento y la protección que recibe de otro buen señor que viene del futuro —pero que no hubiera venido si las máquinas no se hubieran metido con el pasado— cuando ya saben, o deberían saber, que el atentado ha fracasado porque ellas, las máquinas despiadadas, existen en el futuro y deben luchar contra la resistencia humana. Como podemos observar, el bucle tiene una tamaño determinado por el tipo y la cantidad de acontecimientos cronológicos. Y estará siempre encerrado en sí mismo. Es decir, el Terminator regresará desde tal año a tal otro año sin solucionar nunca la misión, pero en cada situación veremos a Sara Connors con cara de pánico porque no sabe que la máquina no logra asesinarla. Por eso era una película clase B, digamos, para gente poco afecta a las ciencias y sí a la fantasía.



Formación
del primer bucle
temporal cerrado.



Ahora bien, en la segunda película el bucle temporal se vuelve fantásticamente más grande como producto del fracaso de la primera misión. En el futuro —de pasado irreversible— programan otro tipo de máquina amorfa, o multiforme, el T-1000 para asesinar al hijo que esta señora tuvo con el enviado humano del futuro para protegerla del ataque de la primera máquina, porque ya saben, o deberían saber, que en el pasado ni la señora Sara Connors, ni su hijo, John Connors, fueron asesinados, porque John Connors inevitablemente nacerá y liderará la guerrilla humana contra las máquinas que comparten el mismo tiempo, porque ellas siguen luchando en el futuro contra los humanos liderados por un John Connors adulto y no bien humorado, entonces deberían tener en claro que ambas misiones fracasaron antes de enviarlas. Y aun cuando lograran asesinarla, eso abriría una historia alternativa cuyos acontecimientos comenzarían a alejarse angularmente rumbo a otro futuro diferente pero sin modificar sus propios pasados y futuros de la presente historia, la que ellos protagonizan. Es decir, no importa lo que pase, ellos seguirían encerrados en un bucle determinado por los dos extremos de mayor alejamiento temporal, porque así está determinado en el tiempo que ellos mismos reconocen. Pero como observamos, el bucle temporal sin salida se ha agrandado notoriamente respecto del primero con nuevos hechos pero que no alteran los sucesos finales. Todo sigue igual.
Distinto hubiera sido en la fantasía, si las máquinas del futuro hubieran propuesto asesinar a la abuelita de Sarah Connors en el pasado más lejano porque no habrían sido tan torpes, con lo cual, muy probablemente, ellas dejarían de existir en sus propios futuros, igual que Sara Connors respecto de la abuelita. Para el caso, la historia hubiera sido otra.



Formación del segundo
bucle temporal cerrado,
incluyendo al primero.





Pero sigamos. En la tercer película, ya un fracaso cansador, el bucle temporal vuelve a agrandarse injustificadamente en tipo y cantidad de hechos cronológicos, cuando envían a una máquina claramente atractiva —ya que las computadoras son asesinas pero muy estéticas— a intentar nuevamente extermi-
nar a un John Connors ingenuo y temeroso, cuando ya saben, o deberían saber, que las dos misiones anteriores fracasaron en los sucesivos intentos de asesinar en el pasado a Sara Connors y a John Connors adolescente, porque ellas en el presente futuro luchan descar-
nadamente contra la guerrilla liderada por un John Connors adulto y malhumorado producto de numerosos atentados prenativos, en su niñez y adolescencia, a cargo de máquinas que fracasaron mucho antes de haber planificado las operaciones. Pero entonces, el propio John Connors del futuro reprograma otro T-100 y lo envía al pasado para protegerse a sí mismo, cuando debería saber que no murió en el pasado, porque está vivo en el presente futuro, claro, a tiempo que comienza la guerra entre máquinas y humanos, inspirada en los adelantos que las mismas máquinas introdujeron en el pasado de los humanos de Cyberdine, en los fallidos intentos de asesinato de esta madre y su hijo, John Connors, el líder malhumorado de la resistencia, resultado de un romance de su madre con el buen señor del futuro enviado al principio por el propio John Connors adulto para protegerse a sí mismo en el pasado y que pudiera nacer, además de asegurarse un perfil militar en el porvenir pero que él ya sabe que tiene en ese mismo presente futuro. A fin de cuentas, las propias máquinas del futuro le dan las herramientas defensivas a la guerrilla humana del pasado en la resistencia armada que les opondrán más adelante cuando llegue el futuro y que ellas mismas generaron al enviar a tres torpes máquinas a hacer el trabajo de un hombre, y que en su torpeza obligaron al propio John Connors a planificar la contrastucia de enviar protectores a proteger a su madre y además, asegurarse un lugar en el futuro —donde ya está—, primero, para que exista el embarazo del cual él pueda nacer más adelante —como sabe que seguramente debió ocurrir cuando nació, de lo contrario no estaría— y también para liderar a la guerrilla que él sabe, o debería saber, que ya lidera, y luego para poder nacer, algo que frecuentemente se produce luego del embarazo y que tampoco debería dudar en su presente futuro, porque sería muy salame que alguien se pregunte a sí mismo si ha nacido cuando nació o si todavía no, ya que ese pasado está corroborado por el presente de ese mismo pasado que el susodicho vive en el presente futuro, y segundo, para entregarse a sí mismo el entrenamiento militar que él ya sabe que tiene en la adultez, cuando despacha al protector de su madre —con el cual lo concebirá más tarde—, pero que se envía a sí mismo como por correo a través de la madre, Sarah Connors, a fin de sortear la llegada de las máquinas asesinas, aun cuando sabe que éstas fallaron, de lo contrario no estaría en el futuro, porque las máquinas fueron tan boludas que no sólo fracasaron en los sucesivos atentados, sino que estimularon el desarrollo tecnológico en Cyberdine y luego en Skynet en los pedazos del primer T-100 con lo que produjo armas nuevas, y también gestaron al propio John Connors, un subproducto temporal de la primera misión —de quien no me asombraría que padeciera algún tipo de desorden edípico—, quien se aseguró a sí mismo de nacer al enviarse un padre al pasado para estar bien seguro sobre este punto, claro está, en el primer protector de su madre contra el T-100, el que termina en pedazos, y para asegurarse de nacer y recibir el entrenamiento militar que necesitará en el futuro para liderar a la resistencia —lo que ya hace, por cierto— y fraguar a tiempo el intento de las máquinas, a su vez, de asesinarlo nonato, hecho que efectivamente impide enviando al protector arriba mencionado del cual él mismo será concebido, seguro seguro, con Sarah Connors, es decir, el nacimiento del mismo humano contra el cual las máquinas luchan en el presente futuro y que intentan impedir con atentados que no hacen más que propiciar la gestación en el pasado del mismo líder de la resistencia futura, John Connors, contra el que ellas luchan en su presente, y todo por cancherear con el tiempo, porque si se hubieran quedado en el molde y no hubieran enviado al pasado al T-100 para matar a Sarah Connors, la resistencia no hubiera enviado al buen señor que la embaraza, y entonces, John Connors no hubiera existido en el futuro, ni tampoco en Cyberdine hubieran desarrollado el tipo de armas que desarrollaron a partir de los pedazos del T-100, así que la historia no existiría, porque ni siquiera habría una guerra futura, pero no sólo envían al T-100, para que quede claro, sino que encima le dan al siglo XX la tecnología para defenderse de ellas mismas en el futuro, cuando es lo que trataban de impedir al enviar máquinas asesinas al pasado a socavar las bases de la resistencia del futuro, y uno piensa entonces que merecen perder porque, repito, las máquinas fueron tan ingenuas que ellas mismas crearon la resistencia liderada por John Connors al afectar el pasado, porque, contradictoriamente, terminan por prevenir a la guerrilla, a fin de cuentas, en el intento de alterar lo que ya saben que no fue alterado porque nada cambió en el presente futuro que ellos viven como prueba de que el pasado no sufrió cambios, ya que los hechos cronológicos y adhesivos del pasado determinaron de manera concluyente los sucesos en que desenlaza el presente que todos ellos viven en el futuro, sin alteraciones luego de seis envíos, y hubiera sido mejor si se arreglaban en una partida de truco sin manosear el pasado, porque ahora están encerrados cagándose a tiros para siempre en un bucle temporal pero dudando si no hay una forma de cagarse a tiros sin cagarse a tiros, aunque igual lo hagan por las dudas. ¡Opffft... Y pensar que recibió el Oscar!


Formación
del tercer bucle
temporal cerrado de la tercera película,
incluyendo
a la primera y la segunda.



A través de las pobres evidencias que nos brinda la historia, podemos deducir que John Connors no existe en el futuro lineal que corresponde al tiempo de ese mundo fantástico planteado en la película, por lo tanto, que las máquinas planean asesinar a la madre de alguien que no existe entre ellas, pero que sí existirá a partir del momento en que envíen al T-100 al pasado, obligando a la resistencia a diseñar una estrategia con el envío de un rebelde como guardaespaldas de una señora, Sarah Connors, que hasta ese momento no tiene influencia alguna en los acontecimientos futuros. Pero al alterar el pasado, ahora sí existirá un líder en los años venideros.

Aquí la historia existe a partir del error conceptual y subordinada al mismo, y no a la inversa. En lo que al tiempo lineal concierne —el único que conocemos—, Sarah Connors pudo haber muerto sin hijos a no ser por un rebelde que llega del futuro. Y en cuanto a la guerra futura, no existiría si no enviaran al T-100 al pasado, nuestro presente. Pero tenemos derecho intelectual a preguntarnos cómo John Connors hubiera sorteado el obstáculo si efectivamente el T-100 hubiera asesinado a su madre antes que él naciera. Imaginemos el tormento psicológico de saber que no nació y que no tuvo madre, porque lo que no debemos dudar, es que él ¡existe en ese universo!

¡Qué joder!, como vemos, lo que Cameron no resuelve en la primera ni en la segunda, tampoco lo resuelve en la tercera. Pregunto: ¿No hubiera sido mejor que luego de la primera película pasara directamente a la guerra futura entre máquinas y humanos dividida en dos capítulos con algún desenlace inquietante, y que se dejara de joder las pelotas engordando bucles temporales para los que no tiene solución académica, eh?"


Capítulo de El libro de las Almas
Septiembre de 2007

Copyright®2011 por Carlos Rigel


7 de enero de 2011

Piza y tribulaciones literarias en casa de Lois

Debo sortear formidables obstáculos para arribar a la casa de un amigo en busca de un ejemplar. Calpurnia en llamas y asediada por animales salvajes, ciudad ígnea camino al centro de la Tierra, advierto un aumento de la gravedad y de la temperatura en el acercamiento al núcleo terrestre.

Invitado tantas veces, finalmente llegué a lo de Edgardo Lois. Una bandada de animales prehistóricos me acecha desde la altura mientras avanzo los últimos metros hasta la entrada al edificio. Presagian, acaso, un encuentro de impensadas consecuencias. La ciudad es asediada por animales de variadas especies. Asaltan y huyen. Una manada de peligrosos raptores me observa desde la esquina, tragando cerveza y cigarrillos mientras aguardo inmóvil a que baje pronto por la escalera a recibirme. Lois vive a metros de la esquina de Estados Unidos y Jujuy, región pampeana y salvaje de la metrópoli, en un departamento blanco lleno de libros con algunos montículos de ropa seca junto con más libros en lugares desopilantes de la casa. Tan pronto subimos, golpean las fauces jurásicas en el vidrio. Para mi sorpresa, Edgardo saluda a uno de ellos. Pese a la extrañeza lo sigo.

Hay plumas sucias e hilachas de paraguas en los peldaños. Una espada enorme y parpadeante agoniza contra la baranda de metal. Los destellos azulinos producen las últimas descargas y se apaga para siempre. Luego, en el descanso de la primera planta, veo tirados dos cuerpos destruidos y ensangrentados claramente muertos. Hay señales de un combate parejo y mortal. Uno de ellos es un hombre plumífero de gran tamaño perfectamente volcado de costado. El zarpazo le abrió la yugular. El otro es un ser nauseabundo y oscuro de mirada inexpresiva cuya lengua bífida derrama en el pasillo. Sus alas parecen restos de paraguas viejos. El hachazo le dio en la base del cuello. Y no es una sorpresa cuando veo desvanecerse plumas e hilachas ante mis ojos en un vapor espectral. Pronto no quedarán fragmentos de lo ocurrido allí.

Poco falta para alcanzar el departamento cuando dejaré atrás la pesadilla de una ciudad anacrónica, de astral a paleolítica. De pronto me sorprende un silbido desesperante en la escalera superior interrumpido por ladridos roncos. Una manada de raptores viola a una sirena contra la puerta última al fin del pasillo. Hay escamas esparcidas por el pasillo producto de la violencia. Me cuesta resistir el pedido de auxilio que me convoca al holocausto como el capitán Ahab del Pequod en la novela de Melville, pero la indiferencia de Edgardo me obliga a seguir.

Finalmente (felízmente) entro en el departamento. Allí me abraza una canción folclórica en el acceso a la fortaleza con el despertar de otra realidad distante a millones de años luz de la ciudad ilusoria de allí abajo; también los recuerdos de una esfera luminosa y tibia en un planeta lluvioso creado por Bradbury. Pero no hay bizcochos ni chocolate caliente en la mesa redonda. Sólo un mantel que cubre la mitad de la superficie con dos platos azul translúcido. El resto la ocupan libros.

Uno de ellos es un ejemplar de La Virutera: Una noche de tango (Ed. Pluma y Papel, Buenos Aires 2010), doscientas páginas de un papel crema con una tipografía de bastones secos. Dentro hay un bello señalador que me paraliza la mirada, copia única y hecha a mano, pintado con acrílico por Rolando Lois, su padre, donde puedo admirar una barca solitaria encallada en un barrial de sargazos pretéritos. Imagen hipnótica, casi parece un desierto arenoso a no ser por los destellos especulares que provoca la nave en la superficie líquida. Unas pocas nubes amarillas la observan mientras sedimenta sus raíces en la corteza del río arenoso, contraste infinito con la realidad de allí afuera.

La piza ultima detalles del queso y las aceitunas en el horno. Y permanezco frente al ventanal en ese ritual de observar los detalles de la edición, cuando de pronto, mágicamente, aparecen en el centro de la mesa dos porrones petrifi- cados y una cerveza con cubierta fría. Sin embargo, cuando vuelvo al libro, muevo la cortina descubriendo claridad, pero veo para mi sorpresa que una nave luminosa y extramundana viene ladeándose peligro- samente por sobre los edificios a punto de derrumbarse. Lois mira desde la mesa. Claramente podemos observar la cara aterrada del piloto extraterrestre mientras intenta maniobrar la caída. Finalmente se entierra en las estructuras, como una represa que estalla y derrama al suelo. Un árbol de centro de manzana se desmorona ante el titán, haciendo temblar el edificio. El piloto extraterrestre sale despedido como un cometa y luego de chocar contra unas bicicletas arrumbadas en un pasillo interno lo vemos perderse al pie del edificio. Difícil que sobreviva al escabroso descenso. La nave evapora como un espíritu verdoso y faltante salido del Antiguo Testamento. Al fin explota allanando los restos contra posibles estudios futuros. Se me ocurre que quizá Edgardo se asome al ventanal y salude al caído allí abajo. Pero no es así. Pienso que quizá se trate de inquilinos nuevos de mudanza al edificio. "Venimos de Andrómeda pero se descompuso el flete". La creación conspira.

Los silbidos tortuosos de la sirena han cesado. Sólo puedo oír la fuga desprolija por los pasillos en descenso a la puerta de calle y el derrape de garras en la cerámica. Pronto sobreviene el silencio folclórico de nuevo.
La piza está lista, la mesa servida. Dos porciones de muzarela llenan de pintoresca y amable humanidad cada plato. Al fin veo en la primera página la dedicatoria con tinta roja y volutas prolongadas que enseñorean las letras altas; sin duda es para mí. Azarosa veleidad, me dice al fin "Ese es para vos".



Copyright©2011 por Carlos Rigel