
En la mirada láser de la Dra. Ambrosini –y su lectura esmeril, claro–, el ensayo de mi autoría La anomalía de Jerusalén, escrito en 2005 y perteneciente al volumen de ensayos El libro de las Almas (2007, sin editar), tiene refutaciones precisas de su parte, según me anticipa verbalmente, y para lo cual se prevé compartir con vuestro humilde bloger numerosos cafés –de consenso o desacuerdo– hacia el mes de marzo; quizá antes. Veré cómo proveerme de un grabador para registrar el encuentro.
Se trata nada menos que de la Dra. en Filosofía, Cristina Ambrosini, actual Vice Rectora de la UBA y una de las mentes más lúcidas de nuestra universidad, cuyos antecedentes en verdad abruman, y por quien siento además una especial admiración. Sus críticas serán recibidas como un elogio. Nobleza obliga, esto me intima a publicar cuanto antes las 52 páginas involucradas del ensayo para citarlas acorde a sus refutaciones y reflexiones. Imagino que lo postearé en 2 o 3 capítulos con preeminencia de su palabra ya que el lujo es, en sí mismo, su propio compromiso con la lectura y el contenido.

Habrá que esperar, entonces, a que la doctora regrese de vacaciones y me acceda a su agenda para compartir ciento treinta y cuatro cafés, dos guisquis y un preinfarto histórico (el mío, naturalmente). Pero si amanezco estatua gélida de porcelana frente a una montaña de pocillos, quedará librada a la imaginación de cada uno mis lectores los posibles escenarios previos al fatal desenlace de vuestro bloger. Ella no da miedo, su mente sí.