30 de enero de 2011

Eduardo Labarca y el meo tramposo




Actos excéntricos merecen críticas concéntricas, pero hoy es la excepción.
Nuevas estrategias en campaña de producto:
A Labarca le faltó un garco.


Cuando el autor chileno Eduardo Labarca se jacta de haber orinado la tumba de nuestro Jorge Luis Borges, documentado en una foto que ilustra la tapa de su reciente libro El enigma de los módulos (Editorial Catalonia, 2011), nos deja poco margen para la pregunta, aunque él espera ansioso el arribo del micrófono. Por supuesto que quiere hacer ruido. Y aunque justifica su acto como resultado de un homenaje y, al mismo tiempo, un repudio con el autor argentino Premio Cervantes de Literatura, yo creo que no es ni uno ni otro, ni tal homenaje ni tal repudio. Es inútil arreglar los actos con palabras, sobre todo cuando son claros. Los desprecios son a las instituciones, excepto que hablemos de un genocida. Y Borges no lo fue. Y cuando propone un nuevo género literario compuesto por módulos, pienso que es como establecer los pasos a seguir para cometer un asesinato pasional. Lo que sigue en el terreno teórico-literario es la novela inconciente, una prosa más comprometida con la semántica sonora que con los métodos, y no la segmentación o la programación de la narrativa. Se trata de liberarnos de tensores discursivos cuando la prosa está alcanzada. Si no, veamos lo análogo en la poesía del español Gamoneda para tener una idea: La propia España cortando para siempre el lastre imperial del Siglo de Oro.

Pero hay, además, otro asuntillo a meditar. Ya que él transgrede contra un valor argentino, tengo derecho al análisis detallado del contenido. Y digo que para quienes conocemos los secretos de la creación publicitaria sabemos que no es necesario orinar allí mismo, sino "posar" como tal. Luego el Photoshop obra milagros. Diría que ni siquiera es imprescindible estar en Ginebra, sino disponer de un buen juego de fotos tanto de la lápida como del personaje en cuestión. Quizá ni siquiera se animó a concretarlo, como parece mostrar la posición de su mano sobre el supuesto pene, ya que los dedos deben estar claramente abiertos en posición de "paragüita" –para no salpicarnos los dátiles, claro–, y aquí no, ya que se cierran sobre el hipotético chorro de orina. Se trata, entonces, de un armado virtual de pantalla. Una composición con el agregado final del salpicado. En ese caso, estamos frente a un pícaro y genuino cagón, quien transgrede para la foto pero no se anima en la realidad. Un transgresor "light", más proclive al programa de Tinelli que a una conferencia.

Pero debemos decirle a Labarca, mientras tanto, que se debe un encuentro a solas con su publicitario para modificar las estrategias de alcanzar la fama, ya que por este camino muy pronto estará quitándose los calzoncillos en público, poniendo un huevo frente a las cámaras o participando en torneos de largo de escupida o largo de pedo. Sino, que intente orinar en la estatua de José Martí en La Habana, a ver qué pasa; o en la de Perón en la Chacarita. O ¿por qué, mejor no habrá, prueba mear en la puerta de la Fundación Cervantes?... boludo.

Pero es propicia la oportunidad para recordarle que fama no es igual a éxito. Y por más que haga fuerza hasta la diarrea y el desmayo comatoso, sigue siendo un autor menor. Borges se construyó una figura polémica pero indiscutiblemente erudita a fuerza de lectura, estudio, análisis y escritura. Y como ya puede verificar, ese conocimiento no se transfiere por la orina, como él seguramente esperaba, ni por la cerveza que la promueve con vigorosa intensidad, pero tampoco por el ruido ciudadano. Y por más que el desprecio me moleste, no mearé la tumba de Neruda en respuesta, porque eso no habla de Neruda sino de mí.
Para finalizar, baste recordar que cuando él desaparezca sin dejar rastro de su paso por la vida, Borges seguirá siendo tan polémico y erudito como hasta ahora. Cuando visite Buenos Aires lo esperaremos con un pañal para adultos, no sea que encima se garque en Ezeiza.

Rey de España, tomar nota: Si lo citan para el Cervantes de literatura, prever un corcho ¡y guarda con la diarrea que la mancha no sale!


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