Cuánta ofuscación –y felicitación también– ha causado la nota del blog El círculo sin eje acerca de las vicisitudes que debe sortear un escritor durante su vida y antes del fin: indiferencia, contratos fraudulentos, fantasías, olvido, trampas y engaños, descuido, robo y plagio, ignominia, premios estafa, desaliento, diatriba... Cada escrito nace con un destino pírrico y la gloria y el barro para su progenitor.
El título mismo de la nota pretende figurar lo perfecto pero también inútil, sin aplicación geométrica, ya que ausente de eje virtual sólo es visible y menos proclive a la aplicación que a la admiración. Bien, pero tras su lectura desde la aparición en las redes hay heridos y entonados, aunque voy a recordar que fue escrito hace 10 años, en 2004, e incluido tardíamente en el volumen de prosas Una metáfora tóxica, 2013. Su único lector tras la natividad del texto, que yo recuerde, fue el ex Agregado Cultural de una Embajada amiga, quien lo leyó apenas horas después de escrito. Y no ha tenido cambios desde entonces. No los necesita.
Sin embargo, advierto la vigencia en las pulsiones primarias que motivaron el fervor metafórico que anida el texto y que el poeta Víctor Cuello, con precisión quirúrgica, llamó "una puñalada de belleza", aunque admito que el compartirlo en estas fechas a través de las redes públicas fue accidental: buscaba promover la venta del título que lo incluye, un recurso frecuente con mis escritos como medio de autopublicidad, la única posible y legítima en épocas de fantasías y trampas mediáticas.
Me asombran los ofendidos, pero pienso que si hay heridos es porque el paradigma todavía sangra por el mismo lugar. Quien se sienta apedreado hace bien en sentirse así, aunque siga viviendo de la ilusión ajena, y a quien se sienta identificado, me alegra que despierte a una realidad brutal que no es nueva, porque tiene siglos. No descubro nada. Así como la nota "La máquina de premios", cosanguínea del tema y en el mismo blog, es un borrador pasado en limpio sobre las prácticas fraudulentas que los autores a veces debemos advertir por olfato.
Es cierto que hace apenas horas termino de evadir otro globo de fantasías con un pretendido sello editor que no es tal. Ed. Argenta se trata de otra imprenta con oficina céntrica más ocupada en los presupuestos y los beneficios sin esfuerzo que en evaluar los títulos de mi autoría o los de cualquier autor que llegue a sus despachos, ya que luego de dejar en sus manos 9 obras durante una semana no fueron abordadas en sus lecturas, porque el asunto consiste antes de devolverlos en marcar las páginas y hasta dejarles un señalador que evidencie su lectura más allá de toda duda y proclive a deducir que un interés bien fundado justifica la empresa de editarlo previo, claro, a entregarnos la estimación de los costos productivos a cargo por completo del autor. Hasta se me fue dicho que no se me devolvía el ejemplar del ensayo porque estaba subrayado en alguna de sus frases; tras el recupero del libro verifiqué que no era cierto.
Indiscutible certeza de autor, no fue así, no fueron leídos y todo el andamiaje de operaciones marquetineras ilusorias montado sobre el título de interés por el supuesto sello editorial era tan ilusorio como su lectura. Nadie lee el material ni les interesa el contenido sino el dinero del pago. No es distinto que Dunken o Los cuatro vientos, y quien crea que ese es el funcionamiento regular de un sello editorial y tenga el dinero para invertir, está en su derecho, pero no es así. Mientras tanto, reconozco que escuché los planos del éxito prometido con absoluta cautela porque hasta ese momento creí que se trataba de una editorial pequeña en vías de crecimiento. Trabajo con imprentas desde hace muchos años, algo que aclaré desde el comienzo, sé del diagramado hasta los costos productivos pero también de la falta de identidad institucional; también reconozco la afinidad con el dinero fácil y rápido pendiente del verso maravilloso.
Un aparente sello que convoca por igual a poetas, novelistas, cuentistas, ensayistas, periodistas pero también a autores holísticos, recopiladores e historiadores y cuanto material haya escrito de aquí y de cualquier parte, por ejemplo de otros países, o es un sello galáctico y por encima de los grandes grupos editores actuales, o evidencia un ausente perfil editorial, pero revela claramente que no busca escritores de fama ni de apuesta a crecimiento futuro... sino clientes. Quien llega puede ser Hermann Hesse o el almacenero con la lista de muertos del fiado. Como se dice en la jerga callejera "¡palo y a la bolsa!".
Veamos los detalles: sin siquiera leer mi ensayo propuesto para su edición me pasan el detalle con el presupuesto de 30 mil pesos por 1000 ejemplares. Conociendo del tema, el precio de cada ejemplar está sobreevaluado nada menos que al doble. La pregunta será cuándo el autor recupera esa "inversión", y la respuesta es nunca. Porque el negocio de la imprenta es cobrar los costos de la edición al autor, no recuperarlos de la venta. Ninguno de los autores de la nómina agotó ediciones. Todo fue un gran verso. En cuanto al comentario por email de la joven María C. de que yo "no le llego ni a los talones con mis agresiones" –imagino que se refiere a la nota "Vivir sin eje" y que origina este texto aunque no iba dirigido a ella sino a una práctica de esta edad–, digo: tiene razón, ni siquiera estoy cerca del suelo que pisa; de hecho vivo en otra galaxia muy diferente, es cierto. Puedo fracasar como autor pero no necesito mentir para vivir de la ilusión ajena ni cagar a nadie con fantasías de éxitos dudosos. No vendo nada excepto mis libros.
Pero Argenta no es una editorial, no lo es como pudo serlo EMECÉ Editores antes del arribo de los grupos españoles, cuando el país salió a remate, es una imprenta de servicios gráficos al estilo Dunken y, como tal, un quemo para el autor, al menos para el autor que acepta enfrentar al mercado con la pluma limpia y desnuda, porque no está sostenida por la venta del material editado y el posterior robo o captura fraudulenta de los Derechos de Autor –como podríamos decirlo de los grandes sellos–, sino peor, está sostenida por el bolsillo directo de los autores, ellos pagan los viajes, las ediciones, la fiesta, la presentación, pagan todo. Lo interesante es que pasamos ligerito a ser rufianes, por lo visto, si no disponemos del monto presupuestado.
El escrito no importa, puede ser bosta, importa el dinero con que el cliente respalde la fantasía. Por eso ni siquiera abren el texto para conocer su contenido. Tampoco hay un convenio de apuesta al mercado del tipo "mitad-y-mitad", no: "Pagas todo, nene". A eso se debe que tampoco haya autores destacados en su nómina. Lamento escribirlo así, pero es la verdad. Allí están nada más quienes tienen el dinero, sean autores o amateurs. También a esto obedece que algunos sellos sean un pésimo antecedente en la carrera de un autor, si es preferible un sello desconocido antes que uno quemado. Semeja a esos empresarios de contraluz cuando dicen "soy el director de 10 publicaciones", aunque no aclaren que son 10 pasquines ideales para encender el fuego y limpiar la parrilla.
El secreto del crecimiento de un escritor, sin duda, es la distribución y difusión de sus títulos. Eso lo sé desde hace décadas. El siguiente obstáculo es la venta, eso determina el éxito del título, no de su autor. Allí, quien juzga a través de la venta, es el público lector. Ahora, 1000 libros en una ciudad de 3 millones de vecinos no existen, representa el 0,0003 por habitante sólo en CABA. Por eso con las imprentas pequeñas nadie conoce a nadie "aunque lo presenten en la Casa Rosada con aplausos". Un sello como Planeta edita hasta 5000 ejemplares de un título en la primera edición para la exploración de ventas. De acuerdo a la respuesta amplía la edición y luego re-edita hasta 100 mil.
Pero también es posible que el sello menor declare 1000 ejemplares y produzca 3000, porcentaje de cuyas ventas el autor jamás se enterará. Así viene el aparato ahora. De cualquier manera, 3000 ejemplares en un país de 40 millones de habitantes no vale la pena ni el cálculo aunque contenga un buen negocio para una de las partes. No se inspiran en capturar el interés de los lectores para venderles algo, sino en capturar clientes con dinero que tengan algo para publicar. Las redes están llenas de estas ofertas del tipo "Editamos su libro desde 100 ejemplares" bajo la premisa de que el autor quiere saberse publicado, quiere ver su nombre en una tapa. Una imprenta cercana de mi conocimiento personal cuenta con miles de ejemplares abandonados por sus autores caídos en estas trampas ilusas de editar sin distribuir, o de distribuir en 200 quioscos esperando el éxito mayúsculo para luego olvidarlos. Sin embargo, debo reconocer que el ilusionismo sospechoso de Ed. Argenta resulta peor que el perfil conocido de Dunken o Los cuatro vientos –suelo listarlas juntas porque son la misma empresa–, porque estas últimas al menos son honestas cuando anuncian que editan a los autores sueltos por la vida con el dinero en sus propios bolsillos, sin ninguna otra perspectiva o compromiso de éxito ulterior: no ofrecen la gloria ya que tampoco cruza por esa estación.
La difusión de un autor depende del autor mismo y es indispensable la tracción directa con el público en la multiplicación y captura de lectores. Así, surgen los caminos posibles y alternativos para alcanzar esa meta: o los operativos del tipo "fama rápida" por medio de concursos fraudulentos con el apoyo de los medios y escándalos programados, o la construcción de un público leal con el escritor y sus textos, los seguidores y compradores de sus títulos y respaldados legítimamente por concursos bien ganados, certámenes reales, donde el autor somete su obra a un comité de evaluación y compite con sus congéneres. Pero también prevalece la aceptación del camino lento, minúsculo y largo de promover cada escrito con más escritos. No hay otra. Obvia esta síntesis los factores determinantes de la publicidad para que el lector opte por ese título entre la variedad de un mercado saturado, como el diseño de tapa, el comentario, la presentación del objeto visual, y luego el contenido propiamente literario, el prólogo, la técnica, el estilo, los recursos del autor, etcétera, valores infaltables para que el lector regrese.
Y en el origen, ¡claro que el mismo escritor debe ser el canillita de su obra!, pero si 10 años después seguimos siendo los únicos canillitas de nuestra obra, algo anda mal. Yo acepté el camino largo, el más lento y acaso tortuoso, aunque también eficaz, de conocer a cada uno de mis lectores pero, agotada la primera edición modesta de cada título, le sigue la decisión de delegar la edición y la distribución en terceros. Así se suscita la visita a Editorial Argenta luego de cumplidas las formalidades de cortesía.
La pregunta restante será la siguiente: ¿está mal ser imprenta? y la respuesta es no, no está mal, en tanto lo aclaren antes de la entrevista y no contra el descenso del presupuesto, a menos que nos resulte aceptable que, posterior a la intervención quirúrgica, el cirujano nos confiese en verdad ser el camillero, o que el constructor que levantó nuestro hogar nos revele que no es arquitecto recibido, sino apenas el empleado del corralón de materiales, pero que nos tranquilice porque el servicio fue gratuito, venía junto con los implementos de construcción.
Para terminar, es correcto aclarar que la publicación de la nota del conflicto por las redes fue simplemente casual, inconcientemente fortuita. Tal vez hacen lo que dicen o tal vez aplican el gran verso, no lo sé, si hasta ofrecí material de sellos amigos para distribuir en quioscos aunque sin respuesta debido a la ofuscación, pero la reacción desproporcionada de la representante del sello gráfico permite vislumbrar el descubrimiento de algo podrido en su raíz: No hay tal grandeza sino otro cuento criollo del "tío" sorprendido en plena marcha.
Quien tenga el dinero que lo gaste como quiera y se lo entregue a quien se le ocurra o que lo regale. En cuanto al sello... están a tiempo de apostar por la literatura nacional, no es mucha pero la hay, mientras tanto la actuación resultante me recuerda a El corazón delator, de Poe. Brindo por su metáfora, señor Edgar.
El título mismo de la nota pretende figurar lo perfecto pero también inútil, sin aplicación geométrica, ya que ausente de eje virtual sólo es visible y menos proclive a la aplicación que a la admiración. Bien, pero tras su lectura desde la aparición en las redes hay heridos y entonados, aunque voy a recordar que fue escrito hace 10 años, en 2004, e incluido tardíamente en el volumen de prosas Una metáfora tóxica, 2013. Su único lector tras la natividad del texto, que yo recuerde, fue el ex Agregado Cultural de una Embajada amiga, quien lo leyó apenas horas después de escrito. Y no ha tenido cambios desde entonces. No los necesita.
Sin embargo, advierto la vigencia en las pulsiones primarias que motivaron el fervor metafórico que anida el texto y que el poeta Víctor Cuello, con precisión quirúrgica, llamó "una puñalada de belleza", aunque admito que el compartirlo en estas fechas a través de las redes públicas fue accidental: buscaba promover la venta del título que lo incluye, un recurso frecuente con mis escritos como medio de autopublicidad, la única posible y legítima en épocas de fantasías y trampas mediáticas.
Me asombran los ofendidos, pero pienso que si hay heridos es porque el paradigma todavía sangra por el mismo lugar. Quien se sienta apedreado hace bien en sentirse así, aunque siga viviendo de la ilusión ajena, y a quien se sienta identificado, me alegra que despierte a una realidad brutal que no es nueva, porque tiene siglos. No descubro nada. Así como la nota "La máquina de premios", cosanguínea del tema y en el mismo blog, es un borrador pasado en limpio sobre las prácticas fraudulentas que los autores a veces debemos advertir por olfato.
Es cierto que hace apenas horas termino de evadir otro globo de fantasías con un pretendido sello editor que no es tal. Ed. Argenta se trata de otra imprenta con oficina céntrica más ocupada en los presupuestos y los beneficios sin esfuerzo que en evaluar los títulos de mi autoría o los de cualquier autor que llegue a sus despachos, ya que luego de dejar en sus manos 9 obras durante una semana no fueron abordadas en sus lecturas, porque el asunto consiste antes de devolverlos en marcar las páginas y hasta dejarles un señalador que evidencie su lectura más allá de toda duda y proclive a deducir que un interés bien fundado justifica la empresa de editarlo previo, claro, a entregarnos la estimación de los costos productivos a cargo por completo del autor. Hasta se me fue dicho que no se me devolvía el ejemplar del ensayo porque estaba subrayado en alguna de sus frases; tras el recupero del libro verifiqué que no era cierto.
Indiscutible certeza de autor, no fue así, no fueron leídos y todo el andamiaje de operaciones marquetineras ilusorias montado sobre el título de interés por el supuesto sello editorial era tan ilusorio como su lectura. Nadie lee el material ni les interesa el contenido sino el dinero del pago. No es distinto que Dunken o Los cuatro vientos, y quien crea que ese es el funcionamiento regular de un sello editorial y tenga el dinero para invertir, está en su derecho, pero no es así. Mientras tanto, reconozco que escuché los planos del éxito prometido con absoluta cautela porque hasta ese momento creí que se trataba de una editorial pequeña en vías de crecimiento. Trabajo con imprentas desde hace muchos años, algo que aclaré desde el comienzo, sé del diagramado hasta los costos productivos pero también de la falta de identidad institucional; también reconozco la afinidad con el dinero fácil y rápido pendiente del verso maravilloso.
Un aparente sello que convoca por igual a poetas, novelistas, cuentistas, ensayistas, periodistas pero también a autores holísticos, recopiladores e historiadores y cuanto material haya escrito de aquí y de cualquier parte, por ejemplo de otros países, o es un sello galáctico y por encima de los grandes grupos editores actuales, o evidencia un ausente perfil editorial, pero revela claramente que no busca escritores de fama ni de apuesta a crecimiento futuro... sino clientes. Quien llega puede ser Hermann Hesse o el almacenero con la lista de muertos del fiado. Como se dice en la jerga callejera "¡palo y a la bolsa!".
Veamos los detalles: sin siquiera leer mi ensayo propuesto para su edición me pasan el detalle con el presupuesto de 30 mil pesos por 1000 ejemplares. Conociendo del tema, el precio de cada ejemplar está sobreevaluado nada menos que al doble. La pregunta será cuándo el autor recupera esa "inversión", y la respuesta es nunca. Porque el negocio de la imprenta es cobrar los costos de la edición al autor, no recuperarlos de la venta. Ninguno de los autores de la nómina agotó ediciones. Todo fue un gran verso. En cuanto al comentario por email de la joven María C. de que yo "no le llego ni a los talones con mis agresiones" –imagino que se refiere a la nota "Vivir sin eje" y que origina este texto aunque no iba dirigido a ella sino a una práctica de esta edad–, digo: tiene razón, ni siquiera estoy cerca del suelo que pisa; de hecho vivo en otra galaxia muy diferente, es cierto. Puedo fracasar como autor pero no necesito mentir para vivir de la ilusión ajena ni cagar a nadie con fantasías de éxitos dudosos. No vendo nada excepto mis libros.
Pero Argenta no es una editorial, no lo es como pudo serlo EMECÉ Editores antes del arribo de los grupos españoles, cuando el país salió a remate, es una imprenta de servicios gráficos al estilo Dunken y, como tal, un quemo para el autor, al menos para el autor que acepta enfrentar al mercado con la pluma limpia y desnuda, porque no está sostenida por la venta del material editado y el posterior robo o captura fraudulenta de los Derechos de Autor –como podríamos decirlo de los grandes sellos–, sino peor, está sostenida por el bolsillo directo de los autores, ellos pagan los viajes, las ediciones, la fiesta, la presentación, pagan todo. Lo interesante es que pasamos ligerito a ser rufianes, por lo visto, si no disponemos del monto presupuestado.
El escrito no importa, puede ser bosta, importa el dinero con que el cliente respalde la fantasía. Por eso ni siquiera abren el texto para conocer su contenido. Tampoco hay un convenio de apuesta al mercado del tipo "mitad-y-mitad", no: "Pagas todo, nene". A eso se debe que tampoco haya autores destacados en su nómina. Lamento escribirlo así, pero es la verdad. Allí están nada más quienes tienen el dinero, sean autores o amateurs. También a esto obedece que algunos sellos sean un pésimo antecedente en la carrera de un autor, si es preferible un sello desconocido antes que uno quemado. Semeja a esos empresarios de contraluz cuando dicen "soy el director de 10 publicaciones", aunque no aclaren que son 10 pasquines ideales para encender el fuego y limpiar la parrilla.
El secreto del crecimiento de un escritor, sin duda, es la distribución y difusión de sus títulos. Eso lo sé desde hace décadas. El siguiente obstáculo es la venta, eso determina el éxito del título, no de su autor. Allí, quien juzga a través de la venta, es el público lector. Ahora, 1000 libros en una ciudad de 3 millones de vecinos no existen, representa el 0,0003 por habitante sólo en CABA. Por eso con las imprentas pequeñas nadie conoce a nadie "aunque lo presenten en la Casa Rosada con aplausos". Un sello como Planeta edita hasta 5000 ejemplares de un título en la primera edición para la exploración de ventas. De acuerdo a la respuesta amplía la edición y luego re-edita hasta 100 mil.
Pero también es posible que el sello menor declare 1000 ejemplares y produzca 3000, porcentaje de cuyas ventas el autor jamás se enterará. Así viene el aparato ahora. De cualquier manera, 3000 ejemplares en un país de 40 millones de habitantes no vale la pena ni el cálculo aunque contenga un buen negocio para una de las partes. No se inspiran en capturar el interés de los lectores para venderles algo, sino en capturar clientes con dinero que tengan algo para publicar. Las redes están llenas de estas ofertas del tipo "Editamos su libro desde 100 ejemplares" bajo la premisa de que el autor quiere saberse publicado, quiere ver su nombre en una tapa. Una imprenta cercana de mi conocimiento personal cuenta con miles de ejemplares abandonados por sus autores caídos en estas trampas ilusas de editar sin distribuir, o de distribuir en 200 quioscos esperando el éxito mayúsculo para luego olvidarlos. Sin embargo, debo reconocer que el ilusionismo sospechoso de Ed. Argenta resulta peor que el perfil conocido de Dunken o Los cuatro vientos –suelo listarlas juntas porque son la misma empresa–, porque estas últimas al menos son honestas cuando anuncian que editan a los autores sueltos por la vida con el dinero en sus propios bolsillos, sin ninguna otra perspectiva o compromiso de éxito ulterior: no ofrecen la gloria ya que tampoco cruza por esa estación.
La difusión de un autor depende del autor mismo y es indispensable la tracción directa con el público en la multiplicación y captura de lectores. Así, surgen los caminos posibles y alternativos para alcanzar esa meta: o los operativos del tipo "fama rápida" por medio de concursos fraudulentos con el apoyo de los medios y escándalos programados, o la construcción de un público leal con el escritor y sus textos, los seguidores y compradores de sus títulos y respaldados legítimamente por concursos bien ganados, certámenes reales, donde el autor somete su obra a un comité de evaluación y compite con sus congéneres. Pero también prevalece la aceptación del camino lento, minúsculo y largo de promover cada escrito con más escritos. No hay otra. Obvia esta síntesis los factores determinantes de la publicidad para que el lector opte por ese título entre la variedad de un mercado saturado, como el diseño de tapa, el comentario, la presentación del objeto visual, y luego el contenido propiamente literario, el prólogo, la técnica, el estilo, los recursos del autor, etcétera, valores infaltables para que el lector regrese.
Y en el origen, ¡claro que el mismo escritor debe ser el canillita de su obra!, pero si 10 años después seguimos siendo los únicos canillitas de nuestra obra, algo anda mal. Yo acepté el camino largo, el más lento y acaso tortuoso, aunque también eficaz, de conocer a cada uno de mis lectores pero, agotada la primera edición modesta de cada título, le sigue la decisión de delegar la edición y la distribución en terceros. Así se suscita la visita a Editorial Argenta luego de cumplidas las formalidades de cortesía.
La pregunta restante será la siguiente: ¿está mal ser imprenta? y la respuesta es no, no está mal, en tanto lo aclaren antes de la entrevista y no contra el descenso del presupuesto, a menos que nos resulte aceptable que, posterior a la intervención quirúrgica, el cirujano nos confiese en verdad ser el camillero, o que el constructor que levantó nuestro hogar nos revele que no es arquitecto recibido, sino apenas el empleado del corralón de materiales, pero que nos tranquilice porque el servicio fue gratuito, venía junto con los implementos de construcción.
Para terminar, es correcto aclarar que la publicación de la nota del conflicto por las redes fue simplemente casual, inconcientemente fortuita. Tal vez hacen lo que dicen o tal vez aplican el gran verso, no lo sé, si hasta ofrecí material de sellos amigos para distribuir en quioscos aunque sin respuesta debido a la ofuscación, pero la reacción desproporcionada de la representante del sello gráfico permite vislumbrar el descubrimiento de algo podrido en su raíz: No hay tal grandeza sino otro cuento criollo del "tío" sorprendido en plena marcha.
Quien tenga el dinero que lo gaste como quiera y se lo entregue a quien se le ocurra o que lo regale. En cuanto al sello... están a tiempo de apostar por la literatura nacional, no es mucha pero la hay, mientras tanto la actuación resultante me recuerda a El corazón delator, de Poe. Brindo por su metáfora, señor Edgar.
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