18 de octubre de 2014

Origen y sucesión

Lo que está tomando estado público de 
mi enfrentamiento con un comité de orangutanes 
coordinador de una comunidad de autores locales
en la que todavía tengo amigos y que por suerte 
se abstienen de tomar partido. Algunos de ellos, incluso, 
se han retirado silenciosamente, tomando distancia,
otros con disgusto, dando un portazo, dejando 
aislados al fin a los artífices de las calumnias.


Voy a recordar cómo fue la sucesión de hechos que desata este chusmerío de "yo dije, yo hice" y valoraciones posteriores de idas y vueltas con una organización difusa y nominativa, Autores de La Matanza, comunidad formada de hecho por la integración de autores de poesías y narraciones, a la cual serví en la promoción de la libre expresión literaria, y con la cual hoy estoy enfrentado pero no con todos ellos, porque tengo presente que no todos participan de la campaña de desprestigio de mis libros, actividad digna de simios, como me refiero a ellos, porque ¿qué problema podría tener con la honradez de Ricardo Montarte, qué con otros autores como el admirado Roberto Cisterna, que en cada edición de la Feria cruzan los pasillos para dispensarme un saludo honesto y cordial? Y no miento, no necesito mentir ni ocultar ni deformar la verdad para ajustarla a mis motivos, agregando algo que no haya visto o que no se me haya compartido como testigo fiel desde las redes.

Durante el encuentro de autores durante la Feria del Libro de 2012, disponiendo del micrófono, se me impidió en dos oportunidades concluir un reclamo de mejor apertura de los grupos representativos dedicados a la escritura, ya que estaba observando la discriminación de autores de ciudades cercanas a participar del stand de la Feria, gente amiga que participaba del café literario Rincón de Letras. Tal cual lo manifesté en ese preciso momento al simio de Víctor Orellana, se había equivocado. Aún hoy expreso lo mismo. Nada costaba incluir en el mostrador como "autor invitado" los libros de poetas o narradores allegados al grupo o incluso desconocidos, aunque fueran de otras ciudades, como CABA y otros distritos. Y lo mismo sostengo ahora, ya que he sido recibido en el partido de la costa y otras latitudes, y nunca fui discriminado por ser de La Matanza, cuando es frecuente con los habitantes del municipio

Ese reclamo fue acallado, impidiéndome terminar en las dos oportunidades que intenté cerrar el concepto ante el público. Participaron del acontecimiento digno del Proceso, como una y otra vez lo he escrito, el burlón de Christian Leonardo Malattia, animador de chistes, y con sus burlas y risas, la escribidora de poemas, doña Margarita Salas. Más tarde llega el simio retardado de Víctor a sumarse de puro comedido, ya que la mente no le da para más que eso. Debo aclarar que por esta acción jamás se me pidió disculpas, sino que fue confirmada a través de nuevas burlas y nunca negada por ninguno de los partícipes, ni siquiera considerada. 

Desde entonces, cíclicamente he recordado este hecho, ya que no tengo por qué ocultarlo, así como ellos hasta nuestros días lo dan por natural, adecuado para una organización literaria y hasta necesario para la salud de las letras locales. Por eso, ahora, todo lo dicho, justificado y explicado, me sigue sonando a burla contra mi persona y mis libros, más proclive de mi parte a una trompada reparadora contra hijos de puta que a la explicación pacificadora. Soy barón con B larga y con V corta, y si no me burlé y los insulté en sus caras cuando los crucé, hasta hoy, fue para no concitar el asombro de mis lectores, allegados y público con bochornos.

El punto culminante de esta campaña contra un autor independiente y sus propias menciones, recordando el episodio de 2012, culmina cuando publican en las redes sociales las tapas de mis libros completando una campaña clara de difamación contra una obra literaria registrada en la C.A.L. y que consta con los depósitos legales que marca la ley de protección de los derechos de propiedad intelectual, hecho que ha convocado libremente a la solidaridad en esas mismas redes sociales de nuestro novelista premiado, Gustavo Nielsen, ya que él también recibió el desprecio de su obra, como ya conté oportúnamente, cuando le queman dos ediciones de sus libros por el sello Alfaguara, como castigo por un juicio ganado a otro sello editor, uno que prefiero olvidar; por eso su solidaridad con mi causa y que yo agradezco.

Esto es tan cobarde como insultar a mi hijo con fotos en las redes públicas y luego dirigirse a mi con respeto y corrección, con la galantería que dispensa la distancia y el saberse correctos y gente de bien: no hay que creerles, es una prolongación de la burla, del acto jocoso de continuar burlándose, cuando hasta hace días me tenían de frente a diario y evitaban mirarme; o murmuraban cuando pasaba por allí para salir a fumar fuera de la carpa. Por eso digo que son cobardes. Mi sola presencia los hace cerrar las ventanas y continuar pero bajito.

Cagones como son, es lo que pueden hacer: murmurar bajito como putas de conventillo para luego comportarse de lejos como héroes refinados. No lo son, son orangutanes. Y si ahora digo que son afeminados reprimidos y simios, es porque se enorgullecen de serlo, lo confirman cada día. Esas burlas continúan, y cuando mencionan sus buenos deseos con mis libros, mis ventas y mi obra, es otra burla porque esas mismas cubiertas eran mostradas en los muros sociales hasta hace días como parte de la difamación y nadie advirtió que hacerlo era un delito civil con el auspicio de una Secretaría comunal. Por la mediación de un allegado es que no tomé el asunto por el camino legal, como era mi intención. Nunca hubo ni reparación ni disculpa, por eso agrego que, además de simios y putas, son mentirosos, como todo hipócrita: intentan dar una imagen social que no condice con sus actos y una osadía que, en verdad, no tienen en persona. 

Entonces, lo afirmo, son censuradores, represores, cagones, afeminados reprimidos, orangutanes y, como tal, burlones. El acto más bajo, el más cobarde, es difamar la obra de un autor cuando no se atreven a hacerlo con el propio autor en la cara, cuando ellos se tienen por autores y escritores, comité de coordinadores pertenecientes a una organización que, en apariencia, dice promover la escritura. Las cortesías se las meten en el culo, valen tanto como sus escritos, revelaron lo que son: aprendices de persona. Digo, entonces, con absoluta claridad: Grupete de simios, váyanse a la puta que los parió. 

Así es el mundo visto desde La Matanza, un acto de censura público se encubre con burlas cínicas y nuevas campañas que desde hoy merecen algo más que mi repudio. Son simios y como tal serán tratados. Ustedes no se disculparon y yo no tengo nada que meditar acerca de mis observaciones. Y les podré confirmar estas, mis expresiones, cuando, a partir de hoy, se brinde la oportunidad de tenernos frente a frente. Para aclaraciones posteriores, lugar, fecha y hora.

CR