13 de octubre de 2014

La feria clausuró la VII edición


Kazán, G. Bencivenga, L. Consentino, y a la derecha, V. Cuello,  G. Ramírez Santacruz.


Aún las vicisitudes y las imponderancias del clima, cerró la VII edición de la Feria del Libro de San Justo con danza y a todo sol.


La feria del libro local cerró la VII edición por única vez, creo yo, en los fondos llaneros de la Universidad Nacional de La Matanza, lugar elegido para su realización. Hubo gala de las comunidades en el 12 de Octubre "Día de la Integración", como se le llama ahora –antes Día de la Raza–, con danzas folclóricas del orbe latino con escenario a pleno sol y donde se lucieron las delegaciones de músicos de países latinoamericanos con despliegue de instrumentos acústicos y rítmicos, bailarines o intérpretes –como correctamente me aclaró un honorable gaucho salteño, mientras mascaba hojas de coca y que tuvo a bien convidarme un manojo de su alforja– cuando me explicaba que no se trata del baile en sí, sino de la seducción de la pareja que conlleva las expresiones, la mirada, la posición del cuello y de las manos, como con nuestro tango, género musical cuya majestuosa elegancia visible y sonora no sé si fue prevista para la ocasión pero, que como sabemos, concita las ovaciones del público. 

Desconozco el motivo por el cual se prioriza al folclore criollo en detrimento de nuestro tango porteño, tan característico en el mundo, cuando ambos géneros musicales son igualmente atractivos e identifican nuestra argentinidad. Pero lo cierto es que no creo haber escuchado a Goyeneche y la mitológica orquesta de Troilo que inmortalizan a Buenos Aires, o Adiós Nonino del exuberante fauno del acordeón, don Astor Piazzolla.

Pero digo que fue fascinante el despliegue en el escenario de artistas femeninas de Perú, especie de La danza de las furias, recordando la ópera Orfeo y Eurídice de Gluck, también de músicos y artistas aimaras o bolivianos quienes desarrollaron el espectáculo en la playa de estacionamiento frente a una tribuna sentada y de pie compuesta por un público de centenares de personas hipnotizadas por el festival. También comunidades artísticas de países cercanos o lejanos, guaraníes y gauchos criollos, según la regiones de nuestro país, extensión de una arrogancia y una pulcritud ejemplar, ya que fuimos visitados por un arco iris mágico de compañías con vestimentas coloridas que transitaban displicentes los pasillos, a veces con botas y espuelas chillonas, en la espera de entrar en escena, delegaciones que rinden su homenaje a nuestra comunidad y, lateralmente, al evento del libro. 

Durante los 10 días hubo viento, frío, lluvia, calor y más lluvia, pero fue un acierto de coincidencia en las fechas del programa y la clausura en el Día de la Integración, pero también anticipa un problema futuro: de coincidir nuevamente con el 12 de Octubre, la Plaza de San Justo quedará chica para semejante despliegue artístico y musical. Están a tiempo de planificar lo que sigue con la dimensión de un mega-evento, considerando, por favor, los imponderables, ya que siempre los hay. 

Tal como algunos expositores aventurábamos, las tres últimas jornadas de la feria del libro –un acontecimiento que podría ser soberbio– fue visitada como despedida anual por un público masivo y leal, entre fascinado, nuevo y festivo. El tiempo acompañó con un sol luminoso y moderado que volvió accesible permanecer frente al espectáculo al aire libre y a pleno sol de mediodía, lo que torna insoportable la idea de sólo pensar en realizarla en los calores de Noviembre y que vuelve inaccesible a Diciembre. En parte fue acertada la decisión de preverla en los primeros días del mes, por desgracia las lluvias hicieron lo suyo.

El descubrimiento fue la presencia de jóvenes ilustres veinteañeros empleados de las editoriales, un verdadero homenaje al conocimiento de los autores universales, con todos ellos compartí momentos gratos de intercambio de experiencias narrativas y lectoras y es, para mí, una delicia saber que ese mundo subterrestre de libros y de autores no ha desaparecido, sino que resiste estoicamente en la edad del ciberespacio y las redes sociales. Es la trinchera en la estética de la resistencia de Weiss. Ellos son el premio resultante a una sabiduría milenaria y me honra que se sientan cómodos con quien los supera en el doble de edad. Sin saberlo, esos muchachos son genios, de pronto en sus razonamientos unen a Ariosto con Leiseca, y pasan de Joyce a Castillo o de Sontag a Horacio con la prepotencia divertida que da el conocimiento. Como puede observarse, a veces soy más público de paso por los stands de novedades literarias que expositor preocupado por la ventas.



En cuanto a mis deprimentes detractores, los pordioseros "Coordinadores" de Autores de la Masacre, los tuve a mi lado durante las jornadas y han demostrado ser nuevamente, además de unos cobardes fantasmales, sectarios entre ellos, con autores de primera, autores de segunda y hasta de tercera, con estrellas y desaparecidos, absolutamente impresentables y olvidables; imagino que cada uno vende lo suyo en detrimento de los autores ausentes, algo que había observado cuando era miembro del grupo. De poco sirvió la campaña de desprestigio contra mis títulos de los últimos días, previos a la feria, porque igual esos mismos textos fueron consultados, elegidos y pagados. Curiosamente, el volumen REM (2012) de cuentos del realismo mágico tuvo ventas sobresalientes en las últimas jornadas, preferido en su mayoría por las bibliotecas. Ninguno salió de regalo, por suerte.

Abrazos, despedidas, promesas de encuentros futuros; a mi manera, clausuré mi propia edición en mi stand con un encuentro de aperitivos y personalidades del arte y amigos, todos rebeldes, entre ellos, nuestro poeta y animador cultural Víctor Cuello, el poeta y dramaturgo Gino Bencivenga, nuestro músico y escritor Kazán acompañado por la amable Jésica, el anarquista y semiólogo de la imagen Lucio Consentino y Ana Lombardi, la Directora de la Biblioteca de la imagen, el ex Agregado cultural de la Embajada de Paraguay, el escritor, periodista y poeta don Gilberto Ramírez Santacruz, Zulma Romero, la hija del recordado poeta Elvio Romero, la poetisa Gloria de Luca, Marcela Contenti y su familia, "Juanqui" Díaz y colaboradores amigos del Concejo Partidario, una verdadera fauna tan despareja como divertida, sin embargo cordiales y apasionados. Mi vida continúa en todos ellos, como un factor común

Y un dato final: la sorpresa reservada por la vida fue la aparición horas antes del cierre de Alberto Fontana, poeta y narrador octogenario del oeste, quien se acercó a saludarme, con achaques, pero siempre digno. Los otros huecos inexplicables en las butacas de la literatura local: Cisterna, Paredero, Cao, Dalter, Rubio, Pérez Árias, Chappa y una novelista cuyo nombre he olvidado pero con quien compartí el panel de novela moderado por Alejandro Enrique en la edición de 2012. En otras palabras, con sólo sumar los primeros, más de 200 años de experiencia acumulada y dejada a un costado: Lo mejor que tenemos estuvo ausente.

Andrea Falco preparó chips de jamón y queso, arrollados de matambre de distintos tipos, de queso cremoso, otros de jamón y queso, y masas dulces. Se descorcharon botellas de vino, champán, hubo brindis, bromas, fotos y mucha alegría hasta que la carpa quedó hueca con la llegada de la noche, habitada por zorras de carga, el estibado de cajas y figuras espectrales que cruzaban los pasillos ligerito con pilas de más cajas rumbo a la salida. Fui el último expositor en desocupar la carpa. 

Ahora, hay 355 días por delante para planear la próxima. La feria de libros anacrónica, como la llamé, cerró, a pesar de los imprevistos de los primeros días, con exuberancia.


Barón Carlos Rigel

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