7 de diciembre de 2012

Mantenimiento de espadas en La Rioja medieval


"Acerca de cómo afilar la espada del manchego".
Consejos del caudillo Chiroga Tresmenes a don Quijote de La Mancha de exploración en Sudamérica. Otro fragmento de la novela, Tomo I, de posible edición en 2013.

—... Pero vea que aquí en nuestra villa de Ciudad Católica Real tiene las comodidades como para hospedarse a gusto, insigne cabayiero, que hasta puedo proveerle de prisioneros frescos pues por si desea practicar la estocada mortal en blancos vivos con esa lanza gallarda que a diario blande usted, pues piense su merced que antes de una contienda temible con cualquier gigante patagón que pudiera encontrar durante sus exploraciones le será muy conveniente practicar puntería e intensidad, pues nunca está de más renovar esos valores de caballería con práctica y dedicación, entonces, digo que medite usted estas ventajas, que hasta puedo colaborar sujetando a la víctimas de sus nessarias prácticas, pues tenga a bien saber que aquí sobran unos cuantos fieles y hasta le digo que me favorecería desprenderme de algunos molestos cautivos que dispongo y de otros no tan cautivos, bueno, como me gustaría que lo fueran. Vea además, su merced, que no faltarán voluntarios para ayudar a afilar su espada con sus míseros y propios huesos, que si lo acompaño de madrugada, cuando la indiada duerme, ¡pues yo mismo puedo marcarle con gusto y mucho agradecimiento en quienes puede descender la estocada mortífera mientras descansan!, que ni cuentan se darán los pobres de estar aportando refinamiento y pressión en combate de caballería a tan ilustre cabayiero, pues usted podrá con comodidad hasta incluso arponearlos, y hasta le digo a vuestra merced que por la mañana temprano estoy dispuesto a explicarles a las víctimas sobrevivientes la nessidad imperiosa de usarlos como blancos de entrenamiento, pues por motivos de fuerza mayor, claro, que hasta puedo io asegurarle que tan pronto conozcan los motivos del ataque nocturno, de inmediato se sentirán aliviados y agradecidos de haber sido elegidos y hasta nos pedirán que regresemos. Y estocada tras estocada, noche tras noche, usted mismo podrá verificar tanto el temple de la santanderina como el filo adecuado de la misma, pues hasta sentirse seguro de enfrentar a cualquier monstruo o gigante patagón que se atreva a desafiar al emisario de Su Majestad.

Luego de tan extensa y fervorosa prédica, don Quijote, de nuevo y como se había vuelto frecuente desde su descenso en Las Indias, estaba en verdad abrumado por tan temerarias palabras del caudillo riojano, el marqués Chiroga Tresmenes.


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