Pireo: el pacto.
La novela estará terminada
La novela estará terminada
a comienzos de 2016.
Meditada desde hace años —cuando menos desde 2012—, es una adaptación de Fausto, de Johann Wolfgang Von Goethe, cuyo personaje primario es un escritor en busca de asegurarse un empleo en una editorial. Se trata de Pireo: el pacto. una historia desarrollada en una Buenos Aires liberal, cruel e ilusoria. El perfil narrativo fue muy pensado antes de echar mano al escrito, es ágil y de capítulos cortos. Extraigo un paradigma esencial que propone como promotor de la idea: conocemos el concepto de plagio de un texto, la copia deliberada e intencional con fines de lucro, pero ¿qué ocurre si sabemos que el autor luego de escribirlo fallece? ¿A quién pertenece?
Respecto a la historia, la reseño: Un corrector de prueba editorial desempleado recibe un escrito de setecientas páginas en prueba con la probabilidad de ser contratado por la editorial involucrada de acuerdo a los resultados de su labor de corrección. Se trata de una novela con un estilo inmejorable cuyo autor es un joven de 22 años recientemente fallecido. Es decir, el texto a revisar no tiene autor. La historia, entonces, explora los orígenes de un escrito brillante y la ambición desmedida de su poseedor pero que no es su autor legítimo, aunque anhela serlo. En un país donde los Derechos de Autor son atropellados como cosa corriente, resulta fácil adjudicarse un escrito. La duda intrínseca que justifica la presente historia —mi novela—, es la indagación posterior acerca de la procedencia del escrito robado.
Respecto a la historia, la reseño: Un corrector de prueba editorial desempleado recibe un escrito de setecientas páginas en prueba con la probabilidad de ser contratado por la editorial involucrada de acuerdo a los resultados de su labor de corrección. Se trata de una novela con un estilo inmejorable cuyo autor es un joven de 22 años recientemente fallecido. Es decir, el texto a revisar no tiene autor. La historia, entonces, explora los orígenes de un escrito brillante y la ambición desmedida de su poseedor pero que no es su autor legítimo, aunque anhela serlo. En un país donde los Derechos de Autor son atropellados como cosa corriente, resulta fácil adjudicarse un escrito. La duda intrínseca que justifica la presente historia —mi novela—, es la indagación posterior acerca de la procedencia del escrito robado.
El arte de la cubierta fue diseñado especialmente para la presente novela y corresponde a los creativos Gustavo Nielsen y Alejandro Taliano, un modesto lujo que aún puedo darme, cuando sus trabajos artísticos, juntos o individuales, son admirables. Debo aclarar que como creación de tapa ya recibió elogios.
Comparto un fragmento del capítulo 24:
«Vuelvo a revisar cada
carpeta virtual, como si hubiera pasado por alto alguno de los títulos. Algo no
cierra. Los cuadros de diálogo se abren, muestran su contenido de íconos y los
vuelvo a abrir uno a uno, todavía sin convencerme. Los documentos se
despliegan, ocupan la pantalla y vuelven a revelar la mediocridad de un autor
amateur. Algunos textos son tan ingenuos que no son salvables ni siquiera en
las ideas elementales, ni aún con aditivos de redacción en manos de un genio.
—Pan amargo.
Semejante operativo de inteligencia para
hacerme con la computadora de un pibe y el contenido, por fuera de la novela,
es un fiasco. Veo las carpetas con fotos pero las obvio. No busco fotos, sino
escritos con la misma dimensión de El
pacto, el cual tengo copiado en mi propio disco rígido desde el primer
momento. Es una suerte que todos los textos de la carpeta que titula
«Escritura» tienen por igual al pie la firma de "Ciro" y la fecha de conclusión.
La mayoría corresponden a los tres últimos años. Pero el que me interesa es
prácticamente el último con apenas cuatro meses de terminado. Luego le sigue
una prosa breve con fecha de hace unos setenta días. Sin duda allí se
interrumpieron los escritos, lo que coincide con la fechas aproximadas de su
muerte. El pacto tiene un error en la
fecha de finalización que oscila con dos días de diferencia, dice "3/5 de Julio".
Deduzco que los casi dos meses anteriores sin registros, sin textos, desde el
19 de Mayo más exactamente, corresponden al período hipotético de la
realización de la novela. De cualquier manera, si lleno con redacción los días
de Ciro, un muchacho de 22 años, desde el último texto fechado hasta la finalización
de la novela, la cuenta dice que escribió un promedio de poco más catorce
páginas diarias. La producción de un autor profesional.
Es decir, un pibe sin ninguna cualidad notable
ni para pensar ni para escribir, un día de Mayo se acuesta a dormir y cuando
despierta a comienzos de Julio es un genio de la novela con un título de
setecientas páginas dignas de un Nobel. Y para demostrarlo, expone una historia
metafísica que orilla lo filosófico con pasajes de una profundidad y una
belleza digna de envidia destructiva, con técnicas sofisticadas en donde
abundan los párrafos elegantes subordinados al remate en la última palabra de
la última oración, y donde aplica la teoría del epicentro narrativo como llave
de acceso para la memorización de los temas en la edificación de una idea
superior. Eso dice que Ciro, el autor, no sólo escribió una historia fluida, sino que fue
cuidadoso con caracteres secundarios inyectados en la mente del lector para la
construcción de una metáfora amplia y oculta dentro de otra metáfora de
superficie y atractiva.
Leo en el capítulo Jarilla ardiente: «...En el fondo de una mirada antigua,
mi mirada intenta volver a izar edificios sumergidos bajo empedrados de granito,
pero no consigue más que generalidades ganadas al río. ¿Percibo o recuerdo? Veo
lo que sé, o, más bien, lo que otro ya sabe. Otra memoria posee la mía, me
invade con añoranzas de carros coloniales y de caballos, los recuerdos de otro
surgen frente a mí. He aquí un cuadro para los turistas: La Eternidad cercada
por el devenir, o el mundo inteligible planeando por encima de la materia.
Bruscamente, todo el cortejo mineral se ahoga; las sombras son como los sueños:
no tienen lógica en las ideas. El aire se aplana, la pampa suspira, y yo me alzo
sobre una espesura de embotamiento; se diría que ella envidia la rigidez
cadavérica de los bloques urbanos que la incluyen...»
No cierra nada.
—¡Nada!... »
No cierra nada.
—¡Nada!...
CR
Copyright®2015 por Carlos Rigel