26 de octubre de 2019

UnJoker



Bárbara la actuación de Joaquin Phoenix pero, 
¿qué carajo tiene que ver con The Joker? 

El film de Todd Phillips que está en cartelera y a punto de convertirse en el más visto de la temporada, y que intenta develarnos un misterio jamás tenido: "¿Cómo diablos se forjó un personaje como The Joker (el Guasón) que acosa a ciudad Gótica?" Una figura creada por Bob Cane para ilustrarnos una ciudad polutiva y urbana amenazada por la corrupción y el delito, y que requiere la mano dura de héroes a la altura de semejantes enemigos públicos como, por ejemplo, un correctivo como Batman. 

Y la primera deducción errónea es que detrás del personaje tétrico hay una persona viviente y sufriente, y que para comportarse de esa manera debió sufrir abusos diversos, tormentos, desamparos e incomprensión hasta convertirse en lo que es: un temido villano. Deducimos, entonces que debemos ahondar en las causas profundas producto de semejante desequilibrio con las herramientas explorativas de la psicología para exponerlo como un ser frágil e indefenso, merecedor de nuestra piedad y protección.


Mal ahí, diría Nielsen. No es así.


A menudo la psicología intenta echar una luz “racional” sobre arquetipos sociales nacidos en el arte, la historieta o los mitos, para advertirnos sobre las anomalías que pueden presentarse, y acomodan una batería de hipótesis tangentes de escritorio para encajar en lo ilusorio y, de regreso, subordinar a la realidad apretada con tornillos de sal a esa hipótesis que ahora es ley empírica, saltando charcos abismales que no encajan sino a los martillazos sobre un colchón de telgopor caliente, porque vieron que 
en lo abstracto funcionaban. 

¿Qué tiene que ver una víctima de la civilización tecnolátrica, la misma que hace a un costado a quienes no encajan en el promedio general, con un villano perverso y sádico? ¿Cómo saltan –medicado o no– semejante distancia incomprensible? Dice Shakespeare: “Si la bestia tiene compasión, entonces no es la bestia”. The Joker en la creación de Bob Cane, es la prefiguración de la bestia tétrica sin gracia cuyo propio sadismo lo divierte y no por un desorden emocional no medicado. Su risa incontenible no es venganza o accidente, sino burla.

Porque, si es por buscar fenotipos desequilibrados antisociales, y hasta simpáticos, con explicación terapéutica y hasta jurídica, en Buenos Aires tenemos 2 millones de Guasones, 4 millones de Pingüinos, cientos de miles de Acertijos y al menos 3 millones de Dos-Caras presos, o bien sueltos, y hasta algunos con pedido de captura, pero ningún Batman, ningún Bruce Waine para perseguirlos o frustrarles sus planes diabólicos. ¿Por qué no surge un Robin Hood en la Chile de estos días? 

No nos hace falta vivir en ciudad Gótica porque aquí tenemos millones de estos villanos y ninguno necesita vestirse de manera exótica para provocar cientos de muertos y bailar sobre ellos, o afanos increíbles arrojando millones de la pobreza a la realidad. Acá, Batman aceptaría, o bien tomarse el palo o bien el refugio de un penitenciario, cuidando que no se lo garchen los presos comunes, porque libre lo asaltarían y lo dejarían en bolas.

Tan poco asidero que es buscarle una explicación razonable al Sr. Aureliano Buendía o, como han pretendido varias veces fallidas, dar una justificación psicoanalítica a Gregorio Samsa por haber despertado convertido en un horrendo insecto tamaño humano y buscar al ejemplar en un catálogo de artrópodos… ¿Guast? Pero ¿qué carajo tiene que ver? Si hasta Nabokov también erró al comienzo de su ensayo, echando a la basura su propio escrito sobre el mismo asunto –olvidable y menos literario que insectólogo–, porque no entendió un carajo, seguro, acerca de qué se trata la historia de Kafka, por eso en el mismo sigue adelante, martillando un huevo sin saber que tanto la yema como la clara salpicaron al techo. Faltó que le hiciera la prueba de carbono14 a la cáscara para saber adónde fue el contenido. Aquí pasa lo mismo. 

En lo que a mí respecta, el Guasón –The Joker del comics– no tiene ninguna explicación social ni medicinal ni psicoanalítica que justifique su naturaleza perversa. Vamos, que Hitler o Stalin fueron 200 veces más perversos que el Guasón, y todavía hay quienes los tienen como héroes patricios. Por otro lado, es un Joker bastante flojo cuando se divierte con las pericias de Chaplin y no con las cuentas de un rosario mientras baja el péndulo de Poe, milímetro a milímetro, rebanando a su víctima elegida. Cierra mejor el Quijote a la ficción que el Joker a la realidad. 

Es más verosímil a la ficción un Alex DeLarge de La naranja mecánica, cuando patea a un indefenso por diversión que el propuesto Joker psicoanalítico de la película reciente. No hay un drama genitivo y menos nativo, simplemente porque no nació. Sólo es (de estar). Tampoco nos interesa saber si le pasa la mensualidad a su ex esposa o si el cuñado no pagó el seguro del auto y lo chocó e hizo crisis. 

Vuelven a errar el diagnóstico porque no hay un diagnóstico, como cuando buscan el origen de Drácula de Bram Stoker en Vlad, el empalador, y de la unión les sale un grano panadizo en el dedo a los guionistas y cineastas, porque nunca aciertan de lleno, porque la concepción es tan absurda como pensar que las galaxias nacen de los telescopios violados por los astrónomos. El mismo Stoker interpretó una ficción al bajarla sublimada de la realidad, por eso no sirve a la inversa. Es deshacer la fantasía nacida como fantasía, ya sin conectores con la realidad.

Sábato lo expone de manera irónica al hablar de las escuelas de arte abstracto, cuando afirma que, en papel, se puede hacer una gallina, dibujando un triángulo con un punto, pero que de allí no se puede extraer caldo de gallina. Así, un tonto ilustrado egresado de una universidad local llegó a buscar una explicación psicoanalítica y académica a la obra The Wall, de Pink Floyd, desplegando su pirotécnia facultada, olvidando por momentos que se trata de una ficción musical y no de una tragedia vivencial. 

¿Qué tiene que ver la risa nacida del trastorno emocional cuando debería estar motivada, quizá, por bailar con un cadáver? El Joker prescinde de una cultura corrupta para expresarse y se divierte con el sufrimiento ajeno y no por falta de medicación adecuada; no ríe por accidente o tensión nerviosa, sino porque disfruta de la tragedia. Ni siquiera cierra el concepto comunal de natividad que nos asigna “la sociedad misma lo creó”, porque de nuevo diluye el origen sádico y lo muestra como a un ser indefenso frente a la maquinaria social perversa. Si la sociedad misma crea Guasones, entonces todos los somos con distinto grado de incisión. 

Ni Gótica lo es, ni Buenos Aires tampoco. Por eso no tenemos millones de Batmans para salvarnos y nos faltan varios Bruce Waine para acercanos a esa realidad mágica que propone el film. Porque, así, asesinan la ficción subordinándola a la realidad. No funciona de esa manera, muchachos.  ¿Dicen que con la medicación adecuada deja de ser el Guasón? Insisto, destacada actuación del actor Joaquin Phoenix, pero nada tiene que ver con The Joker. ¿Cómo piensan resolverlo con el Pingüino?
Rigel

Copyright®2019 por Rigel