2 de febrero de 2016

Es tema de cantidad


No previenen contra la atrocidad vivida y ni siquiera
contra la veracidad de un número sino que, peor, defienden 
la vigencia de un relato que estimaron histórico. 
Pero la historia a veces dura un rato.

Tal parece que la cuestión es el número, no el concepto atroz que conlleva. Si sólo se tratara de 7 mil u 8 mil, entonces perdería importancia. Necesitamos que sea trágico para sentirnos héroes redimidos en la enorme culpabilidad que nos apunta con su dedo: hoy compensaremos con desgarro los silencios del ayer, de cuando no dijimos nada, cuando en verdad importaba decirlo. 

Distinto que si se trata de 30 mil, la cifra es más importante, impresiona, como comparar quien tiene la mayor cantidad de puntos de sutura en una operación, o quien se desmayó más veces de dolor con apendicitis, en ese torneo vulgar de grandilocuencia que busca el mayor padecimiento y no por resistencia, sino por claudicación: cuando el umbral de dolor es bajo lo mínimo nos desequilibra hasta el escape de la conciencia. 

Ofuscarnos hasta la indecencia es nuestra manera criolla de lavarnos las manos en todo aquello. Poco faltará para declararnos prófugos, renegados y justos rebeldes del Proceso, cuando en verdad el 24 de Marzo de 1976 fueron cagones de primera marca. No hubo protestas y recuerdo con una cuota de odio inalterada a un pueblo que ese día respiró aliviado tras el "Comunicado número 1". Los primeros en aflojar cuerda del cagazo inolvidable fueron los sindicatos: a ellos debemos las listas de detenciones entregadas al ejército usadas en los allanamientos. Por eso los operativos militares comenzaron por trabajadores huelguistas, porque los sindicatos ya habían negociado con la patronal y no esperaban paros y huelgas durante Marzo, luego de las paritarias. 

Nadie se preguntó hasta hoy cómo el ejército tenía en base de datos al obreraje, cuáles domicilios, a cuáles horas, dónde. Los Casildo Herrera, los Lorenzo Miguel, los Jorge Triaca, etcétera, no fueron próceres, sino entregadores hijos de puta. Aflojaron rápido cuado fueron tras ellos. Hacia el 30 de Marzo había miles de trabajadores huelguistas detenidos y, curiosamente, los comunicados sobre el bienestar de ellos llegaban a través de los sindicatos: "Están bien", nos decían. No volvimos jamás a saber de ellos. Años después Alfonsín denunció el "pacto sindical-militar" y hubo de nuevo silencios. No sé ahora a quién quieren convencer.  

Si hubieran sido sólo 100 desaparecidos lo hubiéramos olvidado pronto, integrados a una difusa cortina de malos entendidos diarios. Porque si fuera 1, si acaso descubriéramos que fue uno sólo, entonces no perderíamos nuestro tiempo. De hecho, todos los días hay un nuevo desaparecido, una nena, un pibe, una criatura, y no nos tiembla un pelo. La segunda etapa del "no te metas" es "no te veo ni te escucho". 

Defienden ahora un número cuando antes no fueron capaces de defender compañeros. El indignado furor de hoy es inversamente proporcional al silencio de aquellos días. Diploma de hipócritas en cantidad, somos 40 millones de fenómenos multiplicados por uno que es igual a nosotros. La clonación perfecta de silencio humanitario y declamación cívica.
CR

Copyright@2016 por Carlos Rigel

1 de febrero de 2016

La agónica felicidad

"Lobo estepario" de Guillermo Didiego


Trabajar o estudiar y esforzarse ya no fue importante, 
sino militar, como un zombie en carnaval. 
"Saltá por nosotros y serás rico". Hagan el favor:
métanse los billetes en el culo.


Saldremos a las calles, tal vez golpeemos instituciones, o quizá provoquemos incendios, acaso baleen a gente o dolida u ofuscada o hambrienta, no lo sé; o quizá enfrentemos a la policía, a la gendarmería o al gobierno. Habrá heridos de ambos lados, aunque siempre son el mismo lado: cagados de hambre contra pobres, marginados contra soslayados, desagregados contra ofendidos. Pero no importa, porque el kirchnerismo feudal no volverá. Prefiero un país convulsionado a uno obediente, sumiso, atropellado por la alegría de los nuevos oligarcas. Admirarles los lujos de vivir preocupados por nuestra felicidad y sordos a nuestro repudio.
Ellos traicionaron a un pueblo, a un partido, fabricaron esclavos agradecidos pendientes de las migajas. Dividieron, enfrentaron, humillaron, burlaron. Y mientras tanto robaban miles de millones. Para unos fideos, para otros caviar, para unos la SUBE, para otros la primera Ferrari o un avión.
No trajeron justicia social sino una palmada en el hombro y los sánguches con billetes; eran pocos y nunca aclararon de dónde salían. La repartija fue en la plaza a los gritos de un relato cambiado "¡Por alegría baila el mono!". Y así nos descendían a todos de categoría, la involución de sentirnos simios en el planeta de los monos, en el país de los orangutanes, porque clonaban minusválidos felices en las industrias de la mentira.
Rebeldes u obsecuentes, nos clavaron a todos la misma vacuna, hubo inmunes, y otros ardientes de fiebre; y las corridas. Creyeron que los inmunes alcanzaban para sumarle a la gloria; no fue así, sus candidatos y herederos fueron otra farsa. Cuanto más distante más claro se advierte el plano. Trabajar o estudiar y esforzarse ya no fue importante, sino militar, como un zombie en carnaval. "Saltá por nosotros y serás rico".
Huxley soñó esta agónica felicidad. Duró 12 años interminables de burlas y discursos. "Donde reina la soberbia sobreviene la desgracia", dice la voz. Hoy transitamos la segunda parte de la sentencia: la desgracia. Orwell nos advirtió como terminaba. Derramemos ahora el alcohol de la diferencia sobre nuestros frascos embrionarios. ¡A la mierda con el arrepentimiento!

Toda crítica reaccionaria propone volver atrás. Basta de volver. No se regresa al vientre materno, ni al embarazo que nos vio crecer. Dejemos a un lado a los monos con su generalato feliz de gorilas oligarcas. Prefiero tropezar mil veces en un camino distinto que volver al que transité ayer... aunque al primer paso tropiece y caiga de nuevo.

CR


Copyright@2016 por Carlos Rigel