2 de junio de 2016

Urales de Buenos Aires



Anoche, primera salida luego de la gripe inclemente, asistí invitado por editores amigos, a "Los 36 billares", a la presentación de la obra de Vialetta Metelitsa –españolizado feamente como "Violeta", error salvable cuando su nombre ruso es melodioso, aunque luego de esta nota me corrige cuando dice que su abuela era polaca, entonces corresponde "Fioletowi"– , bella dama llegada de Siberia con su hija pequeña, mujer de una pronunciación líquida y brillante de la lengua rusa, quien prospera en las artes de una poesía inconciente y líquida, con el fluir de las aguas de un arroyo antes descongelado, y una pintura fibrosa, hecha de tintas, técnicas mixtas de grabado con preferencia por los contrastes del blanco y negro. La energía, por el momento, es suave, aunque en límite con la explosión, la obra pictórica y poética de Vialetta o Fioletowi se encuentra al borde del abismo pasional; sabremos de ella en los tiempos que siguen, pero advierto en su mano y en su pensamiento una mínima represión que todavía allana los brillos que su obra merece: es una artista en camino de... 

La energía de Vialetta, por el momento, es suave, aunque en límite con la explosión, la obra pictórica y poética de la creativa se encuentra al borde del abismo pasional; sabremos de ella en los tiempos que siguen, pero advierto en su mano y en su pensamiento una mínima represión que todavía allana los brillos que su obra merece: es una artista en camino de...

El joven Sasha operó de traductor, un fenómeno semipolíglota de 7 idiomas quien también rascó la guitarra con firmeza en el escenario para vestir la noche de tango ruso con acordes fuertes en un arco de arreglos diversos que incluyó música porteña famosa pero con respetables inclusiones de piezas clásicas de Mussorgsky y de Stravinsky. Luego entendí los motivos de tanta complejidad. Sasha es sanpetersburgués, habitante de esa ciudad majestuosa, noble y culta llamada "La Venecia del norte", me refiero a la milenaria San Petersburgo, joya de la humanidad.

Así supe de las diferencias sociales que no sólo crecen aquí, porque también allí existen entre moscovitas, sanpetersburgueses y siberianos –la mayoría del público anoche pertenecían a esas tres comunidades–, hablando en criollo: lo que aquí es la Gral. Paz, allí son los Urales. Y digo para entendernos, más allá de las cuestiones regionales de la moda, mientras los argentinos estábamos con sobretodo y bufanda polar, las rusas vestían de verano ligero.

Pizza y Cinzano, durante la noche fui observado en detalle por las damas, pero luego supe que por mi fisonomía fui confundido por ruso importado sin impuestos aduaneros. El bigote manubrio contribuye al confuso episodio cuando era el mismo que el de Sasha en el escenario, motivo de quedar hermanado y sospechado también de origen sanpetersburgués. Bueno, caramba, pero soy un chino criollo escocés de la pampa argentina. Tengo hermanos en varias patrias. Otra rareza es ser tenido y presentado por "periodista y narrador", cuando todavía dudaba ser escritor. En fin.

También conocí a la ejecutiva Nina Lystsova, de Alondra Producciones Artísticas, y con ella recordamos la frustración de una vida promediada del comunismo, sin abismos pero tampoco cumbres, la "glassnot" del mitológico Gorbachov y la famosa "perestróika" del fin y el comienzo; fue inevitable confirmar que hubo estados completos que resistieron al marxismo durante los setenta años del Estado policial y hoy ni lo mencionan, es parte de una pesadilla olvidable, un hiato social y temporal. Pero evadimos hablar de la "catastróica" que siguió y sigue. 


Nina promete, para el futuro, llevar los tomos completos de mi Quijote criollo a la patria rusa cuando salga editado aquí, lo que sería más que un honor para mí cuando sé que la novela de Cervantes permanece agotada en las librerías moscovitas, si hasta recuerdo al guatemalteco Augusto Monterroso cuando en su visita a Moscú relata las colas de gente para conseguir un ejemplar apenas editado. Dura un día a la venta y desaparece de las librerías.

Indagué con ella ese fenómeno que iguala a los españoles con la patria rusa, pueblo culto del globo, a través de los iconos la literatura universal, pero luego de citas de autores famosos, especulaciones, preguntas y respuestas, concluyo en que imposible indagar con objetividad la idiosincracia de cada pueblo de la Tierra. Son fanáticos del Quijote, los divierte y nada más, tan subjetivo como eso.



Todo arte es transición, una travesía sin fin, no se trata del objetivo ni de alcanzar algo, es el camino, el crecimiento individual, y llega hasta donde la vida termine. Nunca concluye. Y no es transferible: nadie puede terminar lo inconcluso de otro, a pesar de las certezas e intuiciones de estilo, de conocimiento o de cercanía. La subjetividad personal es una piedra hundida en el agua comunal: por dentro permanece seca, impenetrada. Sólo miramos lo que el artista nos permite que veamos. Lo demás es una suposición.

Queda pendiente una copa de vino o un café con el editor Edilson Villa, y su emprendimiento editorial, en las tierras de Flores, frente a la boca de subte, centro rabioso de CABA. El mundo es maravilloso a pesar de la gripe, una vergüenza incomprensible entre rusos del 40 bajo cero. Niet, zpatciva.

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