22 de diciembre de 2022

El Pecho frío

 Las tintascrudas de Rigel



Así le decían, y discutí con tanta gente defendiendo a este pibe brillante porque en su conducta y serena humildad, lo anteponían a un jugador drogadicto, impredecible, incoherente con su habano Cohiba, en yate y con la remera del Che; un tiro al aire maravilloso que le pegó justo a Dios en el ojo, el soldado de Maduro, el que nos dió la Copa del '86, pero que nos quitó la del '94 por sus putas adicciones, el que dispara a periodistas cuando lo acosan y va a una entrevista televisiva totalmente pasado de merca que ni los ojos podía abrir.

Apenas soy simpatizante, pero para el fanático todo está justificado, todo es explicable con un grito aplastante o una trompada de burla. Es el lado bestial e impresentable del argentino ícono que a menudo nos deja mal parados en el exterior, del tipo de los que trepan con euforia a un semáforo y lo destrozan porque están muy contentos con el triunfo.

La comparación nunca fue válida, pero la discusión era inconducente y nunca tuvo conclusión. En todo caso, el "Pecho frío" fue gritado más fuerte y con una risa final para cerrar el debate. Hasta hace tres días era un creativo inservible. Y si estuvo en duda, esa duda como tal nació en nuestro país, un país de eternos perdedores, de esos que exigen triunfos a otros para no sentirse tan minúsculos cuando la realidad los describe como criaturas kafkianas del amanecer.

Triunfos deslumbrantes en varios continentes, campeón juvenil, campeón de Europa, campeón de América y ahora campeón del mundo. El problema de Messi es que nació en Argentina, sino hubiera sido un grande tantos años de su carrera con un epígrafe risible "Ojalá hubiera sido argentino". Porque este pibe tuvo y tiene un nivel de juego maravilloso y harto de magia sorpresiva, aun para quienes no viven el fútbol, como yo. Si acaso veo los Mundiales es porque interviene Messi desde que tiene 18 años. Y en ésta Copa lo hice porque era previsible su retiro definitivo del seleccionado.

Pero hoy, los caraduras reparan viejas manifestaciones o se hacen los giles; incluso hay un locutor tan cararrota como pelirrojo que se filma llorando de la emoción por el triunfo, como para reivindicarse de sus expresiones iracundas anteriores contra el pibe de "Pecho frío" y sus compañeros. Así, hemos dado vuelta el paradigma: las mentiras sentidas encubren la verdad hasta que no sabemos dónde está la verdad.

Y como ya sabemos que rechazó la foto con el actual Presidente, el torpe e inocuo, Alberto Fernández, y figuras de su gobierno, mi aprecio ha sido total e intachable a su figura cívica, acaso por si este plano de su vida revestía alguna sombra.

Porque me pregunto si todos los abrazos valen igual. Si todos los aplausos valen lo mismo. El del falso alegre o el afectivo, el del militante de la mentira o el prócer de la ilusión; el del ventajero en un Ministerio o el de un pibe limpio de corazón que juega a la pelota en la calle; el del drogón y borracho de una tribuna o el del pibe que se inventa una camiseta argentina con una bolsa plástica en otro país de la Tierra y sólo para parecerse a su ídolo. No todo pesa lo mismo. Hay quienes hablan desde los bolsillos calientes.

Quienes lo critican lo envidian hasta la indecencia. Y la envidia ensucia la percepción de mundo; es el colador mugriento del cual nada limpio puede salir. Pero hoy respetemos su decisión de retirarse.

Nada nos debe ya. No nos debía antes: Ahora le estamos en deuda.


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