23 de junio de 2022

Semillas de viento



El sábado de la semana pasada fui como orador a la presentación del volumen de poesía Tierra Pura (Palabras Andando, 2022) de nuestra poeta Anahí Cao.
Una tarde sencilla y amable de estilo criollo con un fogón, músicos y baile, reunión para la que hablé unos veinticinco minutos al público presente, mayormente allegados de la escritora, músicos y profesores o maestros de literatura y de música, quizá algún vecino, junto a las chicas y los muchachos del lugar, "Semillas al Viento", todos muy corteses.
En mis palabras relacioné la poesía con la música, más precisamente con el sonido de una campana, y la pregunta de si, acaso, deja de vibrar cuando dejamos de escucharla o si continua en otra dimensión no audible por nuestros tímpanos. Analogía de un timbre musical poético que rebasa el momento de la oralidad y que nos convoca a seguir la lectura después, una lectura profunda y solitaria cuando cada uno cuando vuelve a su hogar con el volumen en sus manos, manera de llevarse también al autor con ellos, de hacerlo propio, de invitarlo a nuestras vidas.
También la aclaración pertinente contra los intelectuales que en sus disertaciones académicas buscan el aplauso fácil luego de una ponencia precisa pero compleja, casi hermética, que aleja al lector antes que acercarlo con términos esdrújulos tales como "hermenéutica" para entender algo sencillo. El fin, los aplausos son siempre gratis.
Reduje la idea a que el monólogo sólo debe ser un envoltorio, el papel de regalo o el moño en la entrega del libro. De poco sirve el aplauso si no lleva consigo una invitación amena a descubrir los rumores que respiran en un poema tridimensional, como nos tiene acostumbrados esta poeta en especial.
En una edad donde las redes son inundadas por gente que escribe "poesías", cuando a veces hasta las publican, no quedan poetas. El embeleso mental no puede ser poema, y quien lo escribe no es un poeta, sino el autor de lo escrito.
La emoción o el despertar del pensamiento, el resonar del metal del ser, no puede estar ligado a una simple combinación sintáctica vacía de emoción, así como un diccionario está lleno de palabras, convoca nuestro interés, y no es poesía.
Pero con Anahí desmalezamos una selva remota y perceptiva que abre su esternón para confesarnos que todavía hiberna en nosotros, que nos habita y todavía nos llama desde la antigüedad, quizá desde el origen, y nos recuerda que los elementos primitivos son constituyentes del ser. La fecundidad del trueno, el crujir de la maleza seca en el suelo, el repiquetear de la tormenta, los sonidos del vientre nativo, ese microcosmos primario y palpitante que en ella integran un único ser de tierra, carne y latido.
La tarde fue mágica, como un sueño de verano atrasado. Quizá la nota simpática de Anahí fue cuando, luego de mis palabras al público, se me acerca para saludarme y como se ha vuelto costumbre de su cariño, me dice "lástima tu ideología", bueno, porque me tilda de derecha, lo cual parece no coincidir con mi percepción de la realidad próxima a las letras.
Tal vez no sepa que antes de encontrar el lugar en el mundo, fui peronista en mi juventud, y corriéndome a la derecha, social demócrata, y finalmente, como Vargas Llosa, de derecha. Me causa gracia porque soy el único en la reunión que no tiene consigo su teléfono móvil mientras que el resto expone un torneo de "cuál tiene el más caro". La izquierda viene así ahora. Igual a Anahí la quiero hasta el dolor. Pero si hasta escuché por ahí que James Joyce fue un autor marxista. (!!!)
En fin... los irlandeses siempre están equivocados. Yo también. No importa, me alegra que Cervantes, Cicerón y Borges sigan siendo leídos. Es lo que importa. Llegué y fui presentado como novelista, pero volví a mi casa como el poeta frustrado que no soy.


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