4 de mayo de 2015

Tocata y escape




Un fenómeno institucional que se reproduce 
que es celebrado como un triunfo social.

En el primer estadio de una organización –que para el caso puede ser la "Academia Nacional de las Letras"–, el portero del edificio, luego de 35 años sin faltas por enfermedad y de una puntualidad intachable, es finalmente condecorado como miembro "Académico correspondiente", es decir, con voz pero sin derecho a voto. Nadie observa el cambio traumático y es aceptado con anuencia y excepción. Una cuota de aplausos y algarabía clausuran el episodio cuando en verdad termina de comenzar.
En el segundo momento, lo siguen en el ascenso vertiginoso como miembros de comité académico, el maestranza, el cadete y la cocinera, porque también cumplieron sus funciones eficazmente, destacándose cada uno en su área y con una foja de servicios inmejorable. Mientras tanto, las gacetillas emitidas por el sector de Prensa y Difusión comienzan a orillar el chusmerío mensual, las defunciones, las felicitaciones por los natalicios y la impugnación de socios que se quejan por el abandono de las investigaciones en la evolución de la pragmática y los estudios de fonética implosiva en los morfemas. 
En el tercer paso, componen el comité superior de la entidad los siguientes ascendidos: el empleado del delivery de pizzas y empanadas, el de sushi, la cuñada del canillita de la esquina, –porque siempre lee las gacetillas de la organización y hasta las reclama con avidez, "cómo no darle el título de Académica numeraria con derecho protagónico al voto, si siempre ha asistido puntual a todos nuestros eventos"– y finalmente el barrendero, quien asume como Tesorero de la entidad superior. Por su lado, los boletines mensuales reflejan fielmente los cumpleaños, las defunciones, los casamientos y nacimientos, y las fotos de las vacaciones de los miembros del comité de descanso en Uruguay, Brasil y Miami.
En el cuarto momento, el presidente del comité se queja de la invasión de improvisados, amigos, familiares y de gente que nada tiene que ver con las letras ni con los estudios académicos y, además, denuncia que el boletín mensual es un asco y también de los costos ya que ahora cuesta cinco veces lo que antes para una cantidad que es la mitad. A su ves, reclama mejorar el nivel y la profundidad de los estudios académicos publicados en el boletín. 
Y así llegamos al quinto momento, el final de la línea, cuando el comité de improvisados se reune, analiza el aislamiento profesional y el permanente desacuerdo del Presidente de la organización con el comité y expulsan así, al único facultado letrado que conservaba la entidad académica. Para la despedida de su gestión, se suman en la puerta de la alta casa del idioma, familiares de los miembros del comité, amigos y comerciantes zonales en una repulsa memorable con las siguientes palabras "para que aprenda ese condenado hijo de puta" mientras ven alejarse al ex Presidente de la Academia Nacional de Letras rumbo al exilio vergonzoso del final.
Y ahora, esa hipotética "Academia Nacional de Letras" ocupa sus esfuerzos en organizar bautismos, celebrar casamientos –para lo cual alquila el patio de tulipanes y rosas osirias con parrilla incluida–, leer mala poesía y cartas de amor, preparar comilonas y emitir un boletín atodocolor con publicidad de comercios de pizza, de sushi, el catálogo de ropa íntima diseñado por la hija del nuevo Presidente de la institución, servicios de barrendero a domicilio, y cadetes "por hora" para resolver trámites bancarios y afines, e incluso interesada en dictar talleres de repostería artesanal, corte y confección, peluquería y, próximamente, danza árabe. Por otro lado, instituyen el Premio al Mejor Organizador de Eventos Anuales y a la Puntualidad del Mejor Portero de la Década. 

De esta manera se reproduce un fenómeno recurrente de esta edad, de cuando los porteros y cadetes ascienden a posiciones de poder y asumen el control de una organización profesional, y quienes saben del tema se retiran, o peor, son expulsados.


CR

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