19 de mayo de 2015

Final de ciclo



Con retrasos producto de cambios estructurales de última hora, saldrá a la venta en pocas semanas la segunda y última parte de la novela "Diario del Fin", el relato brutal del último habitante lúcido de la humanidad mientras la sociedad mundana regresa irreversible al estado tribal del Neanderthal. 

La edición será breve, unos pocos ejemplares que igualan en cantidad al primer tomo, y de ella, apenas resumiré que se trata de una historia inspirada, como plano básico, en las recordadas Crónicas del año 1000 de nuestra era, escritas por un cronista anónimo hasta la fecha quien describe en el bajo medioevo sus intrépidas incursiones nocturnas durante la epidemia que diezmó a la humanidad europea, llamada Los fuegos de San Antonio, por las características de la peste mortal. Ese plano elemental es trasladado a la ciudad de Buenas Brisas, al sur de nuestro continente y apenas comenzado el tercer milenio, aunque por motivos de una pandemia muy diferente a la del primer milenio. 

Comparto un fragmento alucinógeno del Tercer capítulo, 2do. tomo: 


"Creo que la Tierra espectral fue así antes del Comienzo.  El imperio del espíritu salvaje, el caos soberano de cuando Dios voló sobre la faz de las aguas. La sorpresa que encierra este reino, jungla silenciosa y brutal, es que no sólo emergen de las profundidades de la tierra, como las medusas ígneas, sino que también veo objetos con forma de copas aladas descender de las nubes y precipitarse sobre los llamados espíritus descarnados que, a mi lado, habitan la biósfera, y únicamente sobre ellos. Oh, si... también videncio espíritus descarnados, quizá los últimos que pueblan la biósfera humana, esos que nunca dejé de ver a mi alrededor —casi siempre incompletos—, ahora acosados por unas hermosas pirañas aladas luminosas con forma de copa que se precipitan desde las alturas como aviones suicidas en asaltos nutridos y caníbales. 


Pero tan pronto devoran algo, vuelven a las alturas. Son depredadoras energéticas violáceas a pesar del diseño elegante de sus formas y aventuro que en poco tiempo esas copas aladas fagocitarán toda memoria humana suspendida o presa en el astral, recuperando quizá los componentes básicos y cíclicos del caldo primigenio. A veces veo que ésas copas aladas me saltan encima como perros hambrientos, tal vez detectan mi aura nutritiva de colores, pero sus mordidas luminosas apenas producen una leve alteración estática en mi cuerpo, un escozor que eriza unos pocos vellos de mis brazos sin otras consecuencias. Aún no he detectado descensos de luz o huecos en mi campo áurico tras los feroces ataques impalpables, pero si ocurriera no descarto que a lo largo del tiempo padezca algún trastorno físico por lo que quizá deba modificar la estructura lumínica de mi aura para camuflarla del canibalismo energético. 


(...)
Pero pensando con audacia, continuando el razonamiento, me pregunto acerca de las formas y las especies incorpóreas que ahora saturan el astral, si también acaso fueron antes las protagonistas, las impulsoras, de la evolución de los géneros del reino animal. La materia sola no sirve para nada si no hay una voluntad superior que la aglutine con una finalidad. Por decirlo así, que mucho antes de que existiera una ballena, primero hubo una esencia enorme, un ente lumínico básico —como ese que a veces veo emerger de las profundidades y crecer a las alturas, como una lengua luminosa, y caer pesadamente contra el suelo—, que soñaba sin saberlo con ser materia, ser cetáceo, y que luego de vagabundear por los elementos, encontrara en los océanos primitivos el ambiente propicio donde conjugarse en organismo y donde manifestar tanto vigor y tanto poder. Quizá los reinos de la Creación toda nacieron así, de un sueño plásmido de espíritus primarios y entes incorpóreos, atravesando las membranas de reinos desconocidos abriéndose paso camino a la vida..."


CR


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