Se define una nueva presencia en América Latina: Cubania.
Es la flamante Pantalla de Hierro, un bloque de países
al estilo de la Cortina de Hierro de la ex URSS.
De lo que observo en este tiempo se me vienen dos citas literarias que habitan mis recuerdos, por un lado, "Los blandistas" del pensamiento fantástico del autor polaco Stanislav Lem, la identificación biológica de seres informes –o multiformes–, volubles o blandos, sin huesos, acaso por insatisfacción con las estéticas sociales de un mundo ilusorio y genéticamente libre. Y por otro lado "el fin de la historia", según el doctor Fukuyama, epígrafe que intentaron vendernos tras la caída del muro de Berlín y la disgregación de la ex URSS en los '90, el fin de la Guerra Fría, a través de un libro con un aparente "extraordinario" éxito de ventas de un autor norteamericano en su etiqueta del imperio del capitalismo como vencedor resultante. Pero hay una Nueva Guerra Fría. El eje viajó a América.
Cebados por la recepción inaudita de América Latina en el tercer milenio, y tras el asesinato de Chávez planificado en la isla, los hermanos Castro gravitan para depositar el poder en una marioneta, un representante, de los intereses cubanos en Centroamérica, Nicolás Maduro. Chávez les abrió las puertas a los hermanos Castro, les ofreció una salida lateral al conflicto frontal, al cerco económico, con EEUU. Pero Maduro le abre las fronteras al ejército cubano en el acceso al país; desde entonces los hermanos Castro potencian la presencia militar en el continente.
Venezuela termina de estallar. En aquel país, donde nuestra Presidente termina de bailar ante las cámaras del periodismo (otra señal del eterno carnaval político latino), se dirime la apertura total al dominio, o cuando menos, la influencia táctica de Cuba sobre las Américas. Si el esqueleto del bolivarismo se mantiene en el poder en Venezuela, si el pueblo decae en la lucha, el triunfo de los planes castristas será inminente, el "jaque mate" estará a una jugada de distancia. Cuba tendrá las puertas abiertas para irradiar hacia América Latina la doctrina marxista, implementando un estado militar y policial sobre la sociedad latina; el método extorsivo que ejercerá sobre los estados americanos será el mismo que utiliza aquí, en Argentina, el kirchnerismo tanto sobre las gobernaciones como sobre los municipios: La administración de fondos federales como premio o como castigo cuando la lealtad es firme o mengua, que en el caso de Venezuela, será la de ejercer una influencia feudal sobre los embarques del crudo continental: es el eje de la cuestión. Los países que puedan autoabastecerse de combustibles serán cercados e invadidos con narcotráfico. De una u otra manera penetrarán el corazón continental.
Todo esto ocurre allí por ese motivo, el petróleo. La misma necesidad que lleva a EEUU a invadir a Oriente Medio, es importada aquí por los sueños cubanos pero sin necesidad de importarla; ya estaba, sólo que Chávez les tiró una soga desde el continente. Cuba hasta ahora no mostró las uñas, pero eso no quita que las tiene. La Guerra Fría sigue vigente, se trata de jugadas nuevas de ajedrez planificadas con la inclusión de improvisaciones para sortear obstáculos. Cuba tiene una estrategia y lo que ahora vemos allí, en las calles venezolanas, son las tácticas necesarias para cumplir el objetivo. Para eso los hermanos Castro requieren sacrificar al pueblo venezolano, quienes parecen no haber entendido que su país y sus riquezas serán el centro trascendental de gravedad, la capital del poder latino, a través del dólar negro administrado desde la Habana. Lo mismo que EEUU en Irak: "Porque te quiero, te aporreo. Porque no querés ser libre, te asesino. Hasta que entiendas".
El objeto de preocupación tanto en Washington como en la Habana no es Venezuela, sino el crudo de Venezuela, el crudo y el vínculo directo con la cocaína colombiana. Para ambos Estados el pueblo venezolano es un trámite colateral. Y en lo observado hasta la fecha, así lo están resolviendo. La jugada de Cuba es a todo o nada. La nada existe en la isla, mantenida militarizada desde hace medio siglo. La participación civil y política del ciudadano común en Cuba no existe, más allá de una pantalla de operaciones, prácticamente sin influencia final en el poder político central. Y eso mismo ahora está en conflicto en Venezuela. A los hermanos Castro sólo le resta avanzar, la oportunidad de tener a un Maduro en el poder no se repetirá en la historia institucional de los Estados centroamericanos. Es ahora o nunca.
La falta de hipótesis de conflictos continentales en los Estados latinoamericanos, sumadas a las caricias que América le dispensó a Castro desde comenzado el milenio, le han asignado una cuota de poder que los isleños utilizarán sin desperdicios. Los líderes de carnaval nacidos de nuestras propias sociedades, nuestros risueños presidentes, nos han conducido al abismo de perder la identidad, a debilitar la vitalidad y el potencial propio de cada país. Con el discurso ligero y alegre nos han dejado merced a una guerra satánica entre dos grupos de criminales, o EEUU o Cuba, pero lo cierto es que para nosotros no habrá diferencia alguna. Seremos esclavos frente a la misma tiranía.
Con la irrupción del marxismo en el control del petróleo americano la distribución del poder económico de los dos sistemas resultará de nuevo en equilibrio. Y explorando el futuro alternativo, tendremos mejores planes educativos, quizá, pero será la renuncia absoluta a los derechos civiles. La distribución de bienes será pareja, tal vez, pero el narcotráfico será administrado para toda América por el Estado como un bien del Estado, además de convertirse en la hipodérmica infecciosa que necesita Cuba para atacar a su viejo adversario del capitalismo, los EEUU, y desquitarse 50 años de cerco económico. También para atacar a Europa alimentando a facciones guerrilleras y emancipadoras. Y si a la tesis le agregamos el nuevo marxismo capitalista de China, el mundo definitivamente será otro.
Y cuál es el paradigma abierto en el principio: Los "blandistas" somos nosotros, el resto de América, en el pensamiento castrista, los Estados indefinidos y alegremente irresponsables, ventaja fortuita a su favor. Y "el fin de la historia" que no fue tal, quedó ceñido a la Cortina de Hierro, la corteza de países que escudaban a la URSS de occidente, porque en lo que a América se refiere, Nicaragua, Ecuador y Venezuela son la Nueva Cortina de Hierro de la vieja Cuba, una pantalla adolescente a la que llamaré Cubania.
Llega el momento en que América Latina debe elegir entre ser proletaria o propietaria, depositar nuestros sueños en el verso del capitalismo, con sus contraluces, o entregarlos al marxismo, con sus sombras. El petróleo no toma rehenes y no habrá puntos intermedios, para la Venezuela cubana habrá amigos, como Bolivia, Brasil y Argentina, y el resto serán enemigos, como lo son ahora Panamá, Chile y Uruguay.
Barón Carlos Rigel
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