Un capítulo de la novela (inédita aún), La pasión de Judas (2003)
fragmento de ficción que hoy también aparece publicado
en el ensayo literario La anomalía de Jerusalén (Astrorey Public, 2012),
en el ensayo literario La anomalía de Jerusalén (Astrorey Public, 2012),
texto en el cual exploro los orígenes del cristianismo y su
evolución social.
evolución social.
"¿Y qué hacía allí, siguiendo a las
turbas que arrastraban y escarniaban al Cristo, mi Rabbí? ¿Quién era el hombre
llamado Judas? La tierra estaba maldita hasta los infiernos; el Cielo también.
Y mientras lo veía avanzar a fuerza de golpes, ocurrió que tuve una visión
inmensa, como si tuviera apertura a la
Creación y desde ella, con ojos perfectos,
viera una turba pequeña, cruzando el valle de las Profecías Perpetuas,
iluminada por antorchas frenéticas bajo los
espesores de las nubes, párpados del
ojo enorme en lo alto de los cielos abierto a los horrores mundanos y fugaces
que es la Luna; y las estrellas vueltas sobre sí mismas para no ver la burla de
lo que hay en el cielo en la columna de fuegos diminutos que avanza por el
camino de un valle extenso como una
mar, La Mar de las Cegueras Perpetuas,
maltratando a un hombre inocente, maniatado y degradado, rumbo a las murallas de una ciudad que también es la Puerta a los Infiernos, donde los hombres serán enterrados
cabeza abajo en las plantaciones paralelas de los Azufres Pretéritos y Futuros.
Y fue como si estas cosas tuvieran ecos remotos aunque
inmensamente pequeños. Como la piedra que
derrumba a Goliath mientras esta viaja en el aire, o acaso antes, cuando está en
reposo en la hondera y es apenas una
ilusión, un deseo, una fuerza quieta, antes
de chocar con el gigante. Como si la piedra fuera más pequeñita
y eterna, y desde su reposo, mirara al gigante que es más inmenso y profundo, y que se sabe
reclamado por ese poder hecho piedra en la espera del golpe que inicie el derrumbe definitivo de sus escombros sobre los
trigales infinitos donde cada espiga
es un hombre sobre la tierra. Y ante
esa escena enorme, me pregunté ¿qué era Judas en todo eso? ¿cuál pedazo de
estas cosas era Judas? Y la visión desapareció,
como espantada por los gritos de la turba rabiosa, hambrienta de castigo,
ansiosa de culpas rápidas. Y allí estaba
de nuevo: yo Judas, apenas Judas, nada Judas. ¡Bienaventurado aquél que viene en nombre del Infierno
y no tiene dudas en su corazón! ¿No veis la burla en todo esto? ¡Es noche de ázimos sobre Israel!"
La visión, Capítulo 23, Parte II,
La pasión de Judas
2003
Copyright@2012 por Carlos Rigel
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