25 de abril de 2014

Ladran, Sancho...



Censura, discriminación, coerción, apriete, 
conventilleo y ataques ocultos, operativos y campañas
de desprestigio. Tales son las herramientas
al servicio de la literatura de identidad local en La Matanza.

Ni la técnica, ni la teoría literaria, ni el estilo,
ni el estudio comparativo, ni la experimentación, ni la alegoría,
ni el ensayo, ni el conocimiento, ni la exuberancia, ni...

Así es, una y otra vez, miembros bastante estúpidos de "Autores de La Matanza", sociedad espiritual regional a la que alguna vez serví en la promoción de la libre expresión literaria, vuelven a dejar burlas, amenazas, advertencias y desprecios en mi mensajero o en el muro de novedades. Son "La Camporita pseudo-ilustrada" y se supone que debo evadirlos, o quizá convocarme al silencio.

Anoche una profesora de un Magisterio local recomendó a los estudiantes de la división leer mi blog acerca de los reportes periódicos sobre el conflicto en Venezuela. Una de las estudiantes, miembro de la organización en cuestión (lo deduzco ahora), al escuchar mi nombre, se puso de pie y reclamó que, entonces, también debían escuchar sus poemas. Hubo un cruce de palabras entre la estudiante y la profesora, digamos, relativas a las comparaciones y lo inaceptable de la propuesta, una acción desproporcionada y rebelde o grosera, y la expulsión final de la alumna de clase. Incluso su impedimento de continuar asistiendo como estudiante regular.

Cualquiera puede advertir que nada tengo que ver en este asunto. Pero hoy amanecieron las quejas y los desprecios en mi Facebook. Termino de enterarme del episodio horas después. Y como verdaderos insectos nacidos del Proceso, luego huyen, bloquean, clausuran. Piensan que si no les debo respeto, al menos debo leerlos, escucharlos y hasta temerles. Dueños de la censura, la mediocridad extrema y la coerción, no los envidio, no los recuerdo y no les temo. Pero cuando atacan se parecen a los umbandistas, porque nunca dan la cara. Como las ratas, aparecen cuando se apaga la luz, muerden y escapan.

No vine a defender mi espacio de Libre Expresión, sino a ejercerlo, y al hacerlo, no les estoy pidiendo permiso. Yo veo texturas donde la mayoría de ustedes son ciegos. Mientras tanto, lean cuentitos y poemitas, siéntanse protegidos por las autoridades, reúnanse, discriminen, censuren, apláudanse o vitoréense, no pasa nada. Carlos Rigel no necesita ni de ustedes ni de las autoridades locales, ni de las provinciales, ni de las gubernamentales y ni siquiera de organismos como los medios, la locución de programas, o la OEA, o la ONU, algunos de cuyos miembros allegados más bien a menudo me aconsejan moderación y cautela con mis expresiones en la redes sociales sobre la crisis en Centroamérica. A todos les digo: Gánense mi silencio con nobleza y libertad, no con censura y amenazas.

La unión hace la fuerza, es cierto, pero no la conciencia y no mejora la inteligencia. Quien no es digno en soledad, tampoco lo será en comunidad. La multiplicidad tampoco establece promedios que luego se repartan entre sus componentes. No funciona así, el álgebra aquí no sirve: Guárdense sus marcas de calidad o expóngaselas a otros. La cantidad y variedad de hormigas no construye obras de arte, sino hormigueros. No me interesa la identidad buscada y ni siquiera trabajo para eso. Aplaudir no es difícil, regálense ustedes títulos de "escritor", yo sólo escribo. 

Ni la chusma ni las autoridades hacen a mi versión del relato, porque no acepto relatos oficiales ni vivo a la sombra de sus dádivas o beneficios. La conclusión de la Libertad de Expresión, es el Acceso Libre a la Información a la que todos tenemos derecho soberano, y frente a ella no respondo antes ustedes, sino ante mi conciencia. Pero quiero que sepan los "Autores de La Matanza", sobre todo los amateurs y noveles que se acercan a esa movida, que cuando voy a comer un asado, no cuento los mosquitos que pueden picarme.

Barón Carlos Rigel

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