Amo España, que novedad, amo cada centímetro de su territorio, de su historia; amo Italia, la llevo en la sangre centurial y milenaria. Amo Israel, no podría menos que anhelarla, mi alma le pertenece. Amo la India tridimensional que me vio crecer. Amo Grecia, mi espíritu la habitó antes que a Roma o a Judea. Amo Panamá, esa isla misteriosa y lateral que alguna vez debió verme morir; amo Venezuela, la luz de mi infancia, la primera ilusión. Amo China, mi origen genético, las primeras letras. Fui parido por esas patrias que acaso jamás vuelva a ver.
Se me fue dada la palabra, la paleta y la pobreza, pero hace mucho me cansé de odiar por inercia heredada. Ahora simplemente amo, ahora simplemente entiendo a Neruda. No me inviten al odio ameno, a confundir al adversario con el enemigo, a sublimar una guerra con un partido de fútbol. No me arenguen a silbar el himno ajeno ni a quemar la bandera extranjera. Nadie sabe cuanta sangre derramaron por ella.
Lo odioso no son las patrias de la Tierra, sino las finanzas que no tienen cara ni patria, cuyas lealtades son a los contadores y abogados, los negocios de la ganancia privada y el riesgo social. Ellos, los grupos financistas del mundo, nos traen la sonrisa y el robo anónimo, nos empobrecen cordiales y con beneficios. Nos traen el espejo, los cosméticos, el sánguche y los reflectores, los mismos que finalmente desnudan y revelan nuestra naturaleza de pueblos ingenuos. Si la protesta es aquí, entonces miremos al otro lado, porque la trampa no está aquí, sino allí. Menos que una patria, veremos que es una oficina.
Copyright®2013 por Carlos Rigel
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