El director del Museo Europeo de Arte Moderno (MEAM) de Barcelona,
José Manuel Infiesta, es un provocador de las
artes y en este reportaje
extenso revela una visión definida del “arte contemporáneo”
que nos
ayuda a clausurar una etapa de expresiones caprichosas y confusiones
tan coloridas como libertinas. El fin que anuncia de una estética
magra de técnica y oficio es extensivo a otras disciplinas del arte y la literatura.
Entrevista de Guillermo Altarriba para el Diario Prisma de España
El MEAM no es un museo corriente. ¿De qué va?
El MEAM lo que pretende es un
planteamiento filosófico. Este consiste en que el arte del siglo XX se ha
caracterizado por la destrucción de la forma, por elevar la abstracción y la
experimentación a algo sagrado, así como por la destrucción de los valores
tradicionales. Pero ahora con el final del siglo vemos que el ciclo se da por
satisfecho, la destrucción de la forma ya no da para más.
¿No queda camino por recorrer
en esta dirección?
Cuando ya has destruido la forma,
ya no hay más camino: está destruida y punto. Entonces la vida continúa, el
siglo XXI sucede al XX y creemos que el arte se encuentra en una situación
de esterilidad absoluta. Se está ahora en una
situación poco menos que dictatorial en la que los poderes públicos mantienen
este status quo de destrucción de la
forma, de promoción de artistas absolutamente experimentales, de negación de
las grandes generaciones de artistas jóvenes que hay que están buscando un
retorno a los cánones clásicos, o a lo que ha sido siempre el arte: la
figuración. En posturas más o menos revolucionarias, pero es ver que la
destrucción del pasado no lleva a ninguna parte.
En este punto, me ha
soprendido que muchos de los cuadros que hay aquí en el MEAM son revisiones de
temas antiguos.
Sorprende mucho cuando hablas con
estos artistas –que muchos tienen veinticinco años-, porque parecía que tenían
que ser gente mentalmente muy joven y en cambio sus grandes maestros son
Rembrandt o Velázquez. Son artistas que valoran lo que era la pintura de verdad
y dicen “chico, es que no se ha vuelto a pintar como pintaban estos maestros”.
Hay que reconocer lo que vale y crear a partir de ahí un arte nuevo, un
lenguaje nuestro. Es decir, no hay que copiar a los grandes maestros, pero lo
que no se puede hacer es negarlos. Es una postura absurda.
Al final, Tristan Tzara quería
destruir los museos, pero Tristan Tzara está muerto y los museos están más
visitados que nunca. Es una irrealidad, es una fantasía del siglo XX que se
sigue manteniendo pero en la que el gran público ya no cree. El arte
contemporáneo se está encerrando en sí mismo y adoptando una postura de
represión. Es decir, tú no puedes ir a ARCO y llevar cualquiera de los cuadros
que hay en el MEAM porque no te dejan, está prohibido. El jurado de ARCO no te
acepta que tú lleves esta obra ahí. Todo esto es un montaje que se va
aguantando pero que poco a poco se va resquebrajando. Si algo hemos descubierto
nosotros es que la generación de artistas jóvenes es brutal. Se ha dicho que
asistimos al final de un oficio, al final de la pintura… Y como has podido ver
en las salas del museo, esto es mentira, hay cantidad de gente que pinta
extraordinariamente. Precisamente en el último concurso de arte figurativo que
organizamos desde la Fundación, Antonio López –que era miembro del jurado– dijo
que “aquí hay unos 30 cuadros que podrían estar expuestos con toda dignidad en
cualquier museo del mundo”, y eso no había pasado nunca hasta ahora: que
artistas jóvenes pudieran volver a estar a la altura de los grandes clásicos.
Son los pioneros en recuperar esa noción del Arte con mayúscula.
¿El arte contemporáneo tiene
algún valor entonces?
Bueno, eso depende del valor que
le dé cada uno… Para mí no tiene ningún valor. Aunque hemos de matizar eso de
“arte contemporáneo”: hoy en día aún se considera a Picasso o Miró arte
contemporáneo y han pasado ya más de cien años… Para mí esa ruptura de la forma
queda ya como un hecho histórico que no da más de sí. Es decir, para mí un váter
puesto en la sala de exposiciones como hizo Duchamp no tiene ningún valor. O
más bien tiene valor artístico el hecho rompedor de colocar un váter en la sala
de exposiciones, pero una vez acabada la exposición, esa pieza no deja de ser
un váter corriente. ¿Por qué ha de seguir costando una millonada si ya no tiene
ese sentido artístico? El que le quiera dar valor, se lo da, y el que no, pues
no. Es una cosa totalmente subjetiva. Un cuadro tiene valor de por sí, un
váter, no.
¿Lo que le da valor al arte es
la técnica entonces?
No, lo que le da valor al arte es
el efecto subjetivo del que le quiera dar valor. Hay muchas fundaciones de
grandes entidades que en los 70 y 80 compraron grandes construcciones como un
montón de arena con unas sillas y una pala, o unas cajas… Eran construcciones
que valían medio millón de euros o un millón, que estaban en la Bienal de
Venecia y estas ferias… Hoy en día estas entidades tienen estas construcciones
en un almacén contabilizadas por un millón, o medio millón… Pero lo que hay
allí es un montón de arena, unas sillas y una pala. ¿Realmente qué es lo que
vale un montón de arena con sillas y pala, si lo quisieran vender? Pues valdrá
diez euros, pero en sus libros de contabilidad consta quinientos mil. ¿Vale
quinientos mil o vale diez? Para mí es evidentemente y descaradamente un
montaje, una gran manipulación del arte que ha servido para que una gran clase
financiera y una gran clase poderosa se hiciese millonaria manipulando el arte
contemporáneo.
¿Pero es arte o no es arte?
Yo no soy quién para decir si
esto es arte o no es arte: yo sé que a mí una obra de ese tipo no me dice nada.
Lo que digo es que hay un agravio comparativo entre, por ejemplo, un cuadro de
Jackson Pollock –que vale fortunas– y alguno de los que tenemos por aquí en el
museo, que valen poquísimo y que para mí tienen una carga artística brutal. Se
está pagando un nombre, no una obra de arte. Se está pagando una firma. Un cuadro
de Jackson Pollock si en vez de hacerlo él lo hiciese Jacobo Alcalde valdría
3000 euros, y el cuadro sería el mismo. Un cuadro de Jacobo Alcalde vale 5000
euros y para mí es extraordinariamente mejor que cualquiera de Pollock. Aún
así, yo no soy quien para decir si lo de Pollock es arte o no es arte, pero lo
que sí que puedo decir es que no vale lo que cuesta. Pero esto son juicios
apriorísticos, en el momento en el que yo quisiese imponer mi criterio
cometería el mismo error que han cometido ellos: imponer una dictadura formal
en el arte y decir qué vale y qué no vale. Es terrible pero es lo que han
hecho: un Henry Moore vale cien mil veces más que un Despío o un Burdel, y
estos eran escultores extraordinarios del siglo XX. ¿Quién decide esto?
Evidentemente, no es el gran público, porque al gran público le sigue gustando
más un Despío, un Burdel o un Rodin que no un Henry Moore.
Ahora que habla de Rodin,
visitando el museo he visto la escultura “Bye Bye Rodin” y no acabo de entender
su título…
El autor es un escultor andaluz
de 27 años –un gran escultor– y ha desarrollado su obra influido por Rodin.
Tiene quince o veinte piezas extraordinarias influenciadas por Rodin, y ha
llegado a un punto en que él se da cuenta de que no puede seguir por este
camino y esta es la última obra que hace. De ahí el título: “Bye Bye Rodin”,
porque quiere iniciar un camino nuevo, pero él no sabe cuál será. Lo que sí que
sabe es que no puede seguir imitando a Rodin, tiene que hacer su propia
andadura.
Esta es en realidad la
filosofía del MEAM, ¿cierto?
Exactamente. Es todo un ejemplo
de cómo un chaval de 27 años que es muy bueno –que no se cotiza, por supuesto,
pero que para mí es extraordinario- está empezando a hacer su propio camino. Lo
que es brutal es que al mundo del arte oficial esto no le interese para nada.
En este sentido, la reacción del público es muy significativa. Cuando la gente
sale del MEAM se queda asombrada. La gran pregunta siempre es “¿Y de dónde sale
todo esto? ¿Y por qué no lo hemos visto en otras partes?” Y eso es un hecho
real, ¿por qué a la gente esto le encanta, por qué no lo hemos visto en otras
partes y por qué esto no puede estar en otras partes? Si son artistas de
Madrid, de Sevilla… ¿Por qué no pueden estar en museos de Madrid o en Sevilla?
¿Este es el único museo de
este tipo en España?
En España y te diría que también
en Europa. Porque todo lo que es arte contemporáneo se identifica con lo que es
experimentación, como en el MACBA –el Museu d’Art Contemporani de Barcelona–.
El MACBA para mí es una gran caja vacía. El hall de ese museo es el doble de
grande que todo el MEAM y no hay ni una sola obra de arte… Es decir, con la
mitad de su hall nosotros hacíamos un museo y ellos hacen una caja de aire.
Ellos tienen un presupuesto de un millón de euros al mes para poder sobrevivir,
nosotros tenemos entre treinta mil, cuarenta mil euros al mes y nuestra
actividad es mayor que la del MACBA. Las comparaciones son terribles, porque
además nosotros no tenemos ningún apoyo, ninguna ayuda ni ninguna subvención.
Para mí, es la dictadura de la forma.
¿Y le queda futuro a esta
dictadura de la forma?
Hombre, yo espero que no. Si
creyese lo contrario, sería mi desesperación. La prueba es que no hay público:
si tú vas a la Fundación Tàpies, por las mañanas verás a dos o tres colegios
que van, y si vas a horas que no haya colegios, estarás solo en ese lugar. El
público no va. Ahora, el día que haya que hacer una gran ceremonia, habrá allí
un cuadro de Tàpies; el día que el gobierno catalán se reúna, estará presidido
por un cuadro de Tàpies; el día que se nombre hijo ilustre a un gran artista
del país, estará el señor Tàpies… pero el día que haya que hablar de lo que a la
gente, al público, le gusta, no estará Tàpies.
En este sentido, podemos
hablar de una desconexión entre el arte oficial y la percepción del público…
Totalmente. Desde mi punto de
vista, hay una gran desconexión entre los intereses creados por los poderes
políticos y los poderes financieros y la realidad del gusto de la gente. Pero
esto no solo pasa en artes plásticas, en música ha pasado también.
Entonces, la pregunta que surge es ¿por qué? ¿por qué se sigue manteniendo esto en contra del gusto del público?
Bueno, habrá que ver el valor de
la obra que hay, el valor del montaje que se ha hecho cuánto vale, habrá que
ver las grandes fortunas que se han hecho con estas obras… Supongo que hay que
conservar un status quo, y no solo a nivel
español, sino mundial. EEUU es el gran centro del mundo de estas obras.
También, por contra, EEUU es el gran centro de la renovación a nivel artístico,
de la vuelta a la figuración.
Es lo que sería Don Eddy, ¿no?
La exposición temporal que tienen ahora mismo en el MEAM.
Exacto. Don Eddy es uno, pero
también está Lisa Harper o cantidad de artistas americanos que están teniendo
un éxito brutal. Don Eddy pertenece a la generación de los hiperrealistas
americanos, la de los años 70 u 80 que hoy en día son un clásico. Fueron como una
reacción a la situación de caos del arte y fue una cosa divertida, bonita,
simpática… Fue querer convertir la fotografía en arte, y es que en ese momento
la fotografía no se consideraba como tal. Fueron unos de los que lograron eso,
y lo hicieron no a través de la fotografía en sí, sino utilizándola para crear
la obra de arte. De esa generación quedaron unos cánones que han servido para
el arte de finales del siglo XX, para el hiperrealismo con pintura y utilizando
métodos que entonces eran nuevos, como los aerógrafos.
Pero cuando vemos un cuadro
hiperrealista que es indistinguible de una foto, ¿qué sentido tiene? ¿No sería
lo mismo ampliar la fotografía e imprimirla?
De hecho, a mí el término
“hiperrealista” no me gusta: mi museo no es de “arte realista”, mi museo es de
“arte figurativo”. Dentro de la figuración, sí que es cierto que hay una parte
que es –un poco como reacción a la abstracción– que consiste en una exageración
de la figuración hasta términos fotográficos. Yo creo que es una reacción
humana, natural, es como decir “¿Nos han obligado a destruir la forma? Pues
vamos a demostrar que se puede pintar la figura mejor de lo que se ha pintado
nunca”. La fotografía, en este sentido, es un medio para llegar a este extremo.
Obviamente, si el cuadro pintado es igual que la foto, ¿para qué quieres el
cuadro?, pero estos artistas buscan superar la fotografía, no imitarla. Se
busca que el resultado sea menos frío que una foto, que sea más expresivo, más
brillante…
Paseando por el MEAM, he visto
algunos cuadros que me han llamado la atención. Por ejemplo, en este sentido
que apuntas, hay uno que se llama “La crisis” bastante interesante…
Este cuadro es de Mikel Olazábal,
un pintor muy subyugado justamente por toda la mística española de la conquista
y todo eso. Pero fíjate que ese cuadro –que representa a unos conquistadores
españoles del siglo XVI– se llama “La crisis”. ¿Qué quiere decir con eso? Él te
está explicando que “crisis” era aquello, no lo que tenemos ahora. Ahora nos
quejamos de que hay crisis y tienes un coche, y gasolina, y comiendo pollo a
l’ast, y yendo al cine o a bailar con tu novia. No, la crisis era estar con una
armadura en medio de la selva sin nada que comer, sin nada de qué vivir,
avanzando durante siete años… Aquello era crisis. Entonces la propia pintura te
está planteando un problema filosófico, que es que te estás quejando, porque
somos unos mierda en comparación con aquellos hombres. Aquellos hombres, aunque
su crisis era mayor, tenían unos ideales: estaban conquistando el mundo. La
pintura, con el propio título te lleva a toda esta serie de divagaciones.
Ahora que hablas de ideales,
sí que me he dado cuenta mientras pasaba por las salas de que no hay nada de
arte sacro…
Sí, aunque aquí hay una cierta
influencia de mi ideología personal, ya que al fin y al cabo soy quién ha hecho
el museo. A mí el tema sacro, el tema religioso, simplemente no me interesa, lo
considero superado. Otro te podrá decir lo contrario, pero yo creo que el mundo
moderno ha superado el concepto religioso. Aunque yo creo que el arte en sí ya
es un tema sacro. Al hombre contemporáneo yo creo que se la ha quedado pequeña
la religión, pero el que tiene sensibilidad, el que tiene un concepto de la
ética, sustituye la religión por el arte. Ya dijo Wagner que el arte puede ser
la religión de los nuevos tiempos. El arte del MEAM puede llegar a ser sacro,
aunque no sea religioso, ni católico, porque hay artistas aquí que están dando
la vida por unos ideales, y esto me parece igual de sacro que el que da su vida
por unos dogmas. El concepto de ética creo que está muy presente en nuestro
museo y en el comportamiento de nuestros artistas, porque a ellos les sería más
fácil hacer otro tipo de arte, el arte oficial, en el que serían maestros.
Su trabajo va en este sentido…
Sí, mira, hacemos un concurso de
arte figurativo que ya va por su 7a edición en el que más del 60% de los
participantes no son españoles. Esto significa que estamos creando una gran
corriente internacional. Es un proyecto muy potente: tenemos una fundación,
hemos abierto un museo, hay un concurso internacional, el año pasado abrimos
una academia: la Barcelona Academy of Arts, que es la primera vez en España que
una academia enseña pintura y dibujo con los cánones del siglo XVIII, con los
modelos y las formas de trabajar de esa época, y que está vinculada a las otras
cuatro únicas academias de este tipo que hay en todo el mundo: Florencia, Nueva
York, Toronto y Los Ángeles. Tenemos otros proyectos en marcha de abrirnos a
exposiciones itinerantes en museos europeos.
Sin embargo, toda esta
corriente de arte formalista del que se quejaba surgió en su inicio como
reacción al arte de las academias. ¿Abrir una academia es como una
contrarreacción a la reacción?
A ver, yo personalmente soy muy
antiacadémico, considero que el arte no ha de ser académico, pero eso no quiere
decir que no haya que saber la técnica. Es decir, antiguamente un escultor
tenía su taller con aprendices que trabajaban allí y aprendían el oficio. Eso
era la academia: aprender el oficio. Cuando ya lo dominaban, se independizaban
y montaban su propio taller. Ser enemigo de la Academia en tanto que enemigo de
la rigidez, del formalismo, no significa que no hayas de aprender el oficio. El
gran error del siglo XX es que ha querido destruir la técnica y el oficio. Lo
que es un error es pretender pintar sin saber pintar: eso es una petulancia y
una arrogancia increíbles. Aunque el concepto de academia no me interesa, es
necesario. Sin eso, no hay arte.
Por tanto, como conclusión,
¿qué diría?
Que hay falsos revolucionarios que
niegan la academia, pero lo que están demostrando es que son unos ignorantes:
los verdaderos revolucionarios han respetado el pasado. Han respetado a los
grandes hombres del pasado, han respetado la estética y la ética. Y sobre esa
base, han sabido volar. Han sabido construir, no destruir; construir desde una
base. Si no tienes base, eres una barca en el océano que no sabe adónde va.