30 de junio de 2017

Japón, yo te perdono la bomba atómica que nos tiraste ayer






¿Guast? No sé si haya margen a la reflexión ni al debate de lo ocurrido ayer. Un suicidio y la campaña rápida. La necesidad desesperante de atribuirle un muerto inmediato al gobierno “cruel”. Y ahora, a hacerse los tontos, los "yo no fui", quizá borrar todo, o parte, o modificar, o emparchar, o arreglar, o sostener, o reirse. Aquí no pasó nada. Incluso, el episodio estridente alcanzó a los empleados de ANSES, porque parece que todos ellos se suicidaron en la escalera. Llovieron muestras de condolencias populares extensivas también a sus familias, ¿tan cristianos? con muestras de euforia civil y quema de cubiertas organizado por el kirchnerismo y que contó con el silencio del desaparecido peronismo. Todos apiadados de todos y fortalecidos como nobles hidalgos por el dolor unificado de “¡Él lo hizo!” La emoción social de ayer transmutó de la adiposidad explosiva a la astringencia indolente, como cuando la selección Argentina pierde la final y quedamos segundos y sostener que no hay ganas de agarrar a un alemán del cogote y estrangularlo con un alambre de púas oxidado, de pronto emergieron del pasado otros suicidios famosos como para menguar el frío estupefacto y sabernos derechos y tan humanos que a diario volanteamos las curvas a alta velocidad, inmaculados gestores de vivos criollos tan necesarios de féretros de quienes no se suicidan de una puta vez y se dejan de hinchar las pelotas, por ejemplo, algun féretro riojano. ¿Eh, cómo?

De pronto cayó una bomba en la ciudad, hubo destrozos e incendios en la Avda. 9 de Julio con motivo del dolor jubilatorio por el doctor autoboleteado por soledad. Aunque hubo suicidas memorables en nuestra historia, pero yo me acordé del japonés de mi barrio que se hizo el arakiri tras lo cual su esposa, mujer sobria y siempre elegante, y su hija, se mudaron de barrio, y se decía que el hombre había sido soldado sobrante de la Segunda Guerra del imperio nipón cuando lo veíamos asomarse con la pelada brillante y amarilla. Pero los muchachos le mirábamos a la hija cuando pasaba indiferente a la galaxia, que hoy diríamos “un yeguón infernal”, una japonesa perfecta y secreta de 18 o 19, de caderas vigorosas y fértiles para múltiples embarazos reiterados que nos hipnotizada de silencio a los pibes sentados en la esquina cuando pasaba recta e impertubable camino a una felicidad que no nos incluía, y permanecíamos mudos y mentales, que aunque era un poco petisa la chica, era muy concentrada, como un jarabe de carne dulce, con el pelo largo negro, brillante y liso, y las minifaldas llenas de muslos voluminosos y fuertes, y nalgas pálidas, con el volado de descarga trasero en la falda sugestiva a punto de reeventar porque dejaba entrever por debajo un poquito más de carne blanca y aromática, como de pollo dorado al oreganato con aceite de oliva, y los zapatos de taco fino marcando el contrapunto de ilusiones todas inconsumadas pero que ninguno se atrevía a confesar, como la copa mundial cuando se la lleva otro pero simulando que no nos importa porque no duele. ¿No?

Pero incluso ayer alguien me interpela como si fuera yo un funcionario de gobierno: "Y ahora, ¿cómo arreglan eso?" como si yo estuviera involucrado o fuera responsable del suicidio ¿Guast?... ¿de qué? Pero de algo hay que acusar a alguien o alguien es responsable de algo. Como la mujer en la carpa de Avda. 9 de Julio cuando dice “Tengo siete hijos, alguien se tiene que hacer cargo”. Alguien debe ser culpable de que algo esté mal y aunque no sé qué es y no pueda definirlo, sigue estando mal. El propio fiscal de la causa anticipa que hubo un manejo político pérfido inmediato de la noticia. Y patinaron, porque en apenas horas, el episodio cambió de rumbo. La campaña duró horas, y las redes confirman que muchos quedaron en ridículo. Encima hoy se casa Messi en plena campaña rabiosa de duelo con las cenizas de ayer cuyas reparaciones costarán 2 millones, entonces hay que cambiar pronto de remera y de cara de pelotudo como cuando pasaba la nipona llena de nalga y piernas, la hija de minfalda del soldado japonés del arakiri y la copa mundial del suicidio cuando los alemanes invaden Avda. 9 de Julio con una ristra de pibes descalzos que marchan al casamiento de Messi, pero, ¿no fue que Japón y Alemania eran aliados en la Segunda Guerra? Pero no importa, Japón, yo te perdono que me hayas tirado la bomba atómica en 9 de Julio, porque se me viene de nuevo el volado en la minifalda de la pendeja nipona hinchada de carne al oreganato ideal para hacerle siete pibes, aunque el séptimo sea el lobizón del padrinazgo presidencial. Pero, ¿Cómo?, ¿no fue usted el que asesinó al jubilado, Sr. Presidente Macriminal? ¿Y ahora quiere apadrinar a mi pobre séptimo hijo nipón nacido en Alemania? O vivos o muertos siempre nos cagan, pero sin la Copa necesitamos menos katanas que minifaldas de carne al oreganato para ser felices con el lobizón del suicidio.

CR

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