30 de julio de 2017

Curvando la historia




Es una vergüenza que Argentina mantenga el silencio frente a crímenes documentados de Lesa Humanidad de una madrugada dictadura que no tiene ya ningún lazo comercial con nuestra economía pero que cree compartir objetivos continentales del madurismo con nuestra sociedad actual por el pasado gobierno kirchnerista.

El conflico que divide a la sociedad criolla se expresa dibujado en el iconológico Congreso y que lleva a pasar por alto los crímenes del chavismo con el mismo criterio que el sistema judicial garantista permite excarcelar y liberar a un violador, a un asesino serial. El fundamento resultante consiste en que “no son suficientes violaciones ni suficientes asesinatos como para privarlo de sus derechos a la libertad”.

En Argentina es importante que un delincuente siga libre y hasta que ejerza cargos representativos incluso en el Congreso. La misma burla jurídica que indaga a un violador serial con 49 violaciones consecutivas en la provincia de Córdoba y no apresado hasta la quincuagésima violación, llevada al Congreso, termina de respaldar a Julio De Vido, un delincuente famoso del pasado kirchnerato delictual.

Nadie habla de sus delitos ni defiende su inocencia: eso aquí no está en juego, sino sus derechos constitucionales de seguir ejerciendo el cargo político. Claramente representa a un montón de hijos de puta quienes saben que lo son y gozan de garantías. Si incluso hubiera participado en un asesinato, nos dirán: “es anterior a su cargo y no mancha su mandato. El pueblo no sabía que era un asesino… o ladrón… o mentiroso”. Todo bien.

Día del referendum por la Constituyente con fusiles y 14 muertos.
Tenemos un 40% de “vivos criollos” en el Congreso que celebran sus triunfos con abrazos, estrechar de manos y risas, porque saben que burlaron de nuevo en la cara a la sociedad y la fechoría les salió bien. Le hicieron pito-catalán a la justicia, a los padres de nuestra Constitución, y sobre todo, a la honestidad de tener la conciencia limpia y libre. Ese rumor orejeado por Cristina también llegó centelleando de las provincias. No quieren rutas ni cloacas ni gas, sino al dinero. “Somos leales a quien lo da”.

Es que ser un hijo de puta es constituyente del ser argentino. Esa parte de nuestra sociedad es la que no ve la necesidad de poner preso a un asesino serial en tanto no se expida un juezgado federal, luego apelado y ratificado por un juzgado de garantías. Mientras tanto, su “honorabilidad sigue inmaculada, garantizada y libre de sospechas”.

Pero con Venezuela es todavía peor, porque ven los asesinatos, miran los crímenes de Lesa Humanidad transmitidos en vivo, ven los atropellos a la Constitución, a sus legisladores y a la división de poderes, ven a una República inexistente, y los niegan para congraciarse con un proyecto pasado que todavía piensan que merece ser defendido. Entonces, la condena que debería fermentar por el repudio histórico, no depende del sentido común ni de la calidad del delito, sino de una decisión partidaria y, por ende, ideológica. “Es un traspié”, una piedra en el zapato bolivariano que luego reflotará victorioso. Sólo por eso la conciencia corporativa dice: “No veo”.


Hoy la GNB empleó el fusil de asalto Dragunov de origen 
ruso calibre 7.62  contra civiles.
Eso y una sociedad impávida de intachable inocencia, que no sale a tomar las calles porque no cree que su dignidad esté de lleno involucrada ni en la violación de la hija de alguien, ni en el asesinato de otro argentino, ni de los robos, las coimas y los desvíos de fondos de ningún legislador. Hacemos de cada acto pérfido una Venezuela lejana, espectral e inverificable.

Desde el inicio de la nueva oleada de protestas a comienzos de Abril de este año, llevan 3530 detenciones, 1200 siguen detenidos, más de 400 presos políticos, 120 muchachos muertos en su mayoría por disparo a quemarropa. y las métodos de tortura contra los estudiantes son peores que en 2014, van de la violación con el cañon del fusil o tubos de metal, obligados a entrar en camiones cerrados con gas lacrimógeno en su interior, hacerlos tragar nafta hasta desmayar y dejarlos tirados donde caen y el uso de gas pimienta en la capucha cerrada, son algunos de los empleados por la GNB y la PNB. Pero nada de esto parece conmover lo suficiente a nuestros diputados y senadores como para expedirse. 

Alguna vez, en las crónicas de la guerra que veía llegar –tal vez fragmentadas– pero editadas en mis libros, pregunté cómo hacíamos para diferenciar al Terrorismo de Estado bueno del malo, porque no hay verdad amordazada ni a punta de fusil que resista la razón. Pero tampoco hay que preguntarles allá cuál es la razón de tanta infamia, porque vociferarán como acostumbran, un diccionario completo de incoherencias, como aquí lo hace el kirchnerismo en nuestra propia tierra, y en ese catálogo de gritos encuentran la justificación para los asesinatos, el hambre y la miseria en nombre de la libertad, la democracia y la justicia social. No advierten que son lo opuesto, diagnóstico confirmado por el 88% de ausentismo al plebiscito por la Constituyente que deroga y anula la democracia venezolana, información horas más tarde corregida por el aparato oficialista y elevado al 41%. El valiente pueblo venezolano dijo que No y la dictadura lo arregló para que pareciera un Si. Pero ni eso nos alcanza para tomar partido del lado correcto. Y no lo hacen, no condenan los excesos de allá, porque aquí harían lo mismo. Por eso. El método les resulta posible.

Lo que oculta la falta de condena de nuestra mayoría parlamentaria kirchnerista contra la dictadura y el terrorismo de Estado en Venezuela, excede a una medida ideológica de la líder asesina y ladrona Cristina Fernández, sino que se debe a que no desaprueban el método de Maduro para sostenerse en el gobierno. El mismo grupo humano de mierda que respalda a De Vido, a sabiendas que es un ladrón, un asesino y un garca, tiene preparadas las estrategias para resistir a cualquier precio. No es que no ven el régimen totalitario bolivariano, al contrario, lo consideran una alternativa posible para sustentarse en el gobierno. La dictadura que no proviene de un golpe militar sino que nace en las entrañas de la democracia. Ellos, de volver al poder, harían eso mismo: Allanar el camino, asesinando gente, alterando la Constitución, creando ejércitos sanguinarios para perseguir, capturar y corregir a los opositores con métodos orwellianos. Por eso mantienen latente el odio que nos regalaron en la espera del momento. Para eso ocupan los tres sectores institucionales de la República y el aparato del Estado, porque si vuelven no se irán jamás.

Nuestra palabra no vale ni un choripán. Somos argentinos. San Martín aceptó unos pesos de Bolivar y delegó la campaña libertadora en las manos al caraqueño, quien traficaba esclavos de África a Portugal y Cuba; conforme con la coima, nuestro libertador vendió el sable corvo por unos pesos a un coleccionista norteamericano y escapó a Europa; para  qué hacerse tanta malasangre. Belgrano desvió a su cuenta privada algunas partidas de dineros públicos destinados a la guerra, y luego se fugó con dos putas jóvenes a Costa Rica, donde vivió de alcoholizado de lujuria, como un bacán, organizando orgías abiertas y maltratando a esclavos. 

Los argentinos estamos reescribiendo la historia donde nuestros héroes son también unos cretinos hijos de puta que hoy explican las características del ser nacional actualizado.

CR


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