La conjugación perfecta que intenta redimir las causas
del robo reciente de nuestra ex Presidente se vuelve frecuente al leer en los
comentarios de muros de periodístas y locutores amigos y allegados en la
intervención de militantes kirchneristas que, a través de un furor que busca
capitalizar con un dominio insolente o de una esperada sagacidad indiscutible,
el argumento del derrotado con las evidencias de la siguiente premisa: “¿Quién les dijo
que éste otro no roba también?”.
Y como se trata del alegato de la misma raza que se
inspira en el ridículo y burlón Navarro de C5N, y se potencia con las
imbecilidades de Brancatelli con sus muñequitas estúpidas, dos escarapelas
bochornosamente pelotudas de la oposición, vamos a someter a análisis minucioso
estas expresiones que los identifican, como el “roba pero hace”.
Analicemos este formato del pensamiento que, como
dije, intenta redimir el delito pretérito insistiendo en que nada cambió en
estilo con el delito actual, por ende, lo anterior queda eximido de toda prueba
concreta cuando amplía la fechoría hasta volverla común y ordinaria, como
decir: “Todos somos asesinos… todos somos estafadores.. todos somos mentirosos…
etcétera”, dimensión que, se espera, determine inocencias del tipo: “Aquí no ha
pasado nada nuevo”, ergo: “No pasó nada", y que al incorporarlo a la
idiosincracia nacional, quedaría así: “Si todos somos culpables, es mejor
declararnos todos inocentes. Y listo”.
De esta manera tan divertida como deductiva, podemos
corregir la realidad, distorsionándola a gusto para acertarle a la construcción
de un modelo individual libertino –algo similar a lo hecho por la psicología con los
mitos del pasado, interpretados cómodamente para las explicaciones de nuestros
facultados–, y donde una de las aplicaciones posibles es que no estamos educando
a nuestros pibes en las buenas costumbres, sino formándolos en el robo, la mentira, el crimen y el paco.
Y la impotencia para modificar las cosas nos dicta que no hay problema alguno –“Si no podés vencerlos,
únete a ellos”– porque “la mayoría de los pibes hacen lo mismo”. Y cuando el
paradigma es multiplicado por gran cantidad de gente, pasa de común a ser
normal, de normativo.
Hay múltiples aplicaciones peligrosas de esta
generalidad: “Si todas las minas se muestran en bolas en las redes es porque quieren cojer”,
pero, “Si no quieren cojer, hay que forzarlas para que descubran su naturaleza
pérfida y caliente”, lo que nos deja a los pies de la violación y el asesinato
tan escandalosamente común en los diarios. ¿Acaso un día también será normal?
Pero, además, hay otra premisa que sí proviene del
análisis contemporáneo y holístico, y que advierte otra característica del
fenotipo criollo, el “Yo en su lugar haría lo mismo”. Así las respuestas que busco del otro las encuentro en mí, en mi propio comportamiento, lo que, a fin de cuentas,
habla más de mí que del otro hipotético. Pero, en conclusión, “Aquel es igual a
mi”, forma empírica de prejuzgarlo y definirlo sin siquiera conocerlo para luego descartarlo.
“Digo y pienso del otro lo que sé e impugno de mí mismo”. Doy
vuelta el binomio y ataco con lo que sé de mí pero aplicado en el otro. "Me deploro, pero agrediré al otro para
no lastimarme a mí mismo”. Es decir: “Si fuera Presidente yo también me robaría
todo”, porque allí completa el ecuación en el criterio de la generalidad. “El
otro también debe ser capaz de hacer lo que yo haría”. La nueva forma de la
ética también resulta dañada, porque “no ser sorprendidos mintiendo, es igual
que decir la verdad” y que, precisamente, es la conducta del ladrón. “Robaré
mientras nadie me descubra”.
De las variantes del método del simil llegamos al vivo criollo, ese fenotipo marca nacional que nos brinda un discurso genial
para cagarnos, porque su engaño proviene de la picardía de enredarnos en
ventajas ilusorias, de volvernos cómplices y socios, o de nuestra avaricia o de
nuestra inocencia, porque nos compromete con su prosodia mágica y bella. De los
creadores del “roba pero hace”, hay un diccionario de freases edificadas para ilustrar al vivo criollo, por ejemplo: “Y no quiero que me den, sino que me pongan donde
hay”, “Te doy 50 firmame por 100”, y suilezas por el estilo.
“Macri roba”… ¿Por qué decís eso?... “Porque Cristina
también robaba”. Y cuál es la evidencia que sustenta esta afirmación: “Yo lo
haría”. Así funciona la certeza. Claro que aquí no aplica la confirmación del
robo en cuestión, hay que suponerla, porque ellos no afirman “Cristina robaba”,
apenas hoy no lo niegan con el mismo énfasis prolongado de 8 años más los 4
anteriores. Pero es seguro que el actual debe estar haciéndolo. Y así evaden la cuestión con la “gran
Martinez de Hoz”, cuando decía “Ya no hablemos del pasado”, porque quieren
convocarnos de lleno al presente. “Dejemos lo anterior en paz y ocupémonos del
hoy” –“Porque todos tienemos un muerto en nuestro haber”, como me respondió un
militante del peronismo en mi muro–, reclamo de la conjugación temporal que
puede esgrimirla hasta un criminal nazi prófugo de la Segunda Guerra. Proponen que, al menos, debemos reconciliarnos con el pasado dejándolo pasar por alto,
aunque se trate de una etapa cerrada hace menos de dos años con un robo
nacional que superó al del 1998-2001 valuado en 120 mil millones.
Entonces, nuestro problema parece que ya no es que antes nos
robaron hasta los calzones de la soga, sino la sospecha del robo actual, del
cual no hace falta prueba alguna y que opera por descarte porque, como decíamos, “todos somos
ladrones”, y esta ex última queda exonerada de las causas de sus delitos porque
el nuevo Presidente también debe estar robándonos. Lo probable anula lo específico así como lo empírico sustenta lo
inductivo. El hecho concreto es que nos robaron miles de millones, pero como el
actual Presidente también debe estar robándonos, lo otro resulta desgrasado y validado por la
cotidianeidad del procedimiento y lo único que debemos evaluar es por quién
queremos ser robados.
La practicidad de este razonamiento proviene de un
criollismo naturalizado: “Entre que te robe un amigo y que lo haga un enemigo,
es mejor que sea un amigo”. Ergo: “Nosotros somos tus amigos, nuestro robo es
honesto e hidalgo, lo justo”. Por eso igualan en la misma balanza risueña a los
miles de millones desviados, robados y encubiertos, con los Panamápapers. Es
que de algo deben sustentarse. Equiparan a los millones no declarados en una
cuenta offshore vacía del Presidente para tirar la pelota afuera de tener que
responder qué hizo la ex Presidente salida en 2015 con nuestros dineros. Una
cosa parece que exime de responder la otra.
Y el resultado de tanto delito
aceptado, no declarado usado como campaña política del regreso quedaría así: “¡El problema
no es la otra que con su banda de ladrones robó como una hija de puta
desquiciada, sino que ahora este otro nos sigue robando! ¡Para eso, mejor, volvamos con lo anterior, porque estábamos más tranquilos, era un robo seguro y
sin traumas sociales!”.
Educaron a una generación con este sistema de valores desfigurados a la que llamaron "la década ganada", cuyos índices son más que evidentes en las estadísticas de delito callejero seguido de muerte y de consumo de drogas. La flamante competencia no trata del mejor deportista ni el mejor calificado en matemáticas o informática, sino quien se hace de una fortuna más rápido y quien tiene más muertes en su cosecha. Y así quedaría la realidad corregida en manos de la
militancia y sus dirigentes para el regreso defendida a capa y espada hoy tanto como ayer.
Bien, no soy parte. Yo no.
CR
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