23 de mayo de 2017

Pensándote



A Marilaria Estévez la vi el año pasado en los días de la Feria de Libros de San Justo. Caminamos, nos sentamos en un banco a conversar en la sombra fresca y al aire libre de un Septiembre anacrónico y por momentos caluroso. Andaba con algunos achaques de la edad, dividida entre los proyectos y los padeceres siempre transitorios que la acompañan. Matriarcal y casi extravagante, venía vestida con echarpes, ponchos, pañuelos, carteras. 

Marilaria vive en Laferrere, viaja mucho y se la ve poco. Cualquiera diría que es poeta, pero he aquí no me deslumbró con su poesía como sí lo hizo con su narrativa. Ella dio, por una simple combinación de circunstancias, o fortuitas o meditadas, en el eje del pensamiento promotor del realismo mágico latino. Buscaba acaso seducir con su texto a pibes, quizá nietos o alumnos. Entonces ella crea, desde una ingenuidad mágica intachable, a unos personajes diminutos a los que llamó “Artenidos”, habitantes misteriosos del hogar, y el relato en cuestión trata del comportamiento y algunas características curiosas o desopilantes de la pequeña raza de seres. Mi memoria es endeble, pero si algo recuerdo es que los bichitos acostumbran a ocultarse en las grietas de las paredes. 


Recién escrito -creo que en 2013- por un instante fantasmal, y tras escucharle su lectura del relato breve y completo, la vi ligada a esa otra máquina creativa del género, la brasileña Clarice Lispector, una envidia latente a la patria carioca. Es el género hoy casi desaparecido donde es más factible naufragar que deslumbrar con una buena idea. La redacción en presente extendió la invitación a descubrirlo junto a la narradora en tiempo real. Y con una técnica brillante y sin brindar explicaciones ni justificaciones narrativas, comenzó un relato como se debe comenzar en estos tiempos: Por el desarrollo. 


Recurso de estilo contemporáneo vigente y saludable que ahorra tiempo de lectura y atrapa rápido el interés del lector, el narrador evade el comienzo clásico del cuento definido por Poe y empieza por el desarrollo, es decir, por el medio de la historia, y desde allí, recuerda apenas el comienzo. Así es el cuento en estos días, con esa alteración y economía de estructura. Pero lo cierto es que el personaje creado por Marilaria me recordó al Odradek de Kafka, ese ser diminuto y burlón que aparece en las habitaciones, en el relato Preocupaciones de un padre de familia; incluso al ovoide estático y majestuoso sobre la mesa en la creación narrativa de El huevo y la gallina de Lispector. 


Es que de eso también se trata el realismo mágico, de asignarle vida a lo que no existe, descontando que está vivo y para eso es necesario primero que esté vivo en la mente y el corazón imaginario del autor. Es imposible desafiar a la Creación sin esa condición elemental, de lo contrario el texto primero será inverosimil y luego olvidado. Pero no en ella, en Marilaria, con una idea mínima dio un paso gigante en la creatividad, saltando sobre los obstáculos más frecuentes que enfrenta cualquier narrador. Los Artenidos ahora componen el universo paralelo de habitantes incorpóreos y atemporales junto al Quijote o la Maga o Funes o la Cautiva o el Sr. Nuñez o el Sr. López y de unicornios.


La Matanza se desviste en poesía, las fórmulas agotan posibilidades sintácticas, todas permutaciones y percepciones desde sentimentales hasta de combinaciones gramáticas e imágenes intelectuales o vivenciales. En ellas, el rayo pasa por el lado interno del autor, hasta allí está protegido por la subjetividad sin grandes riesgos. A menudo observaremos que se autoexilian en la poesía quienes encallan en la prosa. Los talleres de escritura en el distrito no aportan mucho a la inspiración ni a la frondosidad:, sus coordinadores son amateurs o allegados a la escritura, en resumen no hay talleres de calidad. Y no abundan los hachazos de una creación estética absoluta, por ejemplo, la de desarraigarse para vivir en el otro siendo ese otro..Por ende, la pulsión gentiva de Marilaria es por completo solitaria, inspirada en la magia porque sí. He allí el mérito.


No sé en qué andará esta amiga de las letras matanceras y ni siquiera si ha prosperado en el género con otros relatos del estilo, pero en esa oportunidad descubrió la esencia del género rioplatense por excelencia y universal por expansión. Es tan simple que el panteón quedó vacío. Por eso mismo, la especie de los Artenidos, de Marilaria, sobresalen entre tanta aridez poética existencialista. Y aún cuando a menudo el realismo mágico implica una advertencia cuya desproporción nos obliga a mirar dos veces los fenómenos comunes y ordinarios, también es el continente de un reino fantástico de la Creación que incluye el humor y la chispa divertida. No todo es problema profundo y metafórica o metafísica confusión. 


Escribir es lo de menos, dije una vez. porque es la etapa final cuya elaboración previa es onírica y por completo mental y luego emocional. Y aún cuando los autores piensan que el reclamo es para la mente lúcida durante el proceso de escritura, equivocan el rumbo, porque el compromiso debe ser emotivo, se lee con el espíritu además del intelecto, de lo contrario, son palabras prolijamente dispuestas, como en un diccionario. 


Nos encontramos siempre a un paso de liberarnos de tensores morales y soportes mentales para quedar sueltos en el infinito. Causa vértigo, claro. No hay suelo: debemos crearlo; no hay cielo, debemos crearlo; no hay árboles, debemos crearlos. Se trata de lo que hay al otro lado de esa membrana sedosa y desordenada que separa la existencia común de la ilusión, territorio majestuoso de la literatura reservado a pocos. Hay que proceder como un dios para crear algo, y Marilaria aportó a un ser ser minúsculo que ahora existe más allá de su autor. Por ejemplo, ahora habita en mi mente.


CR
Copyrigh®2017 por Carlos Rigel