10 de mayo de 2017

Intrínsecos


Muy fea cosa esto de desayunar a diario con la novedad de quienes se dedican a revisar mis publicaciones, mi blog, mis posteos diarios, o sobre nuestro país o sobre cualquier lugar del mundo, para luego descargar críticas o monólogos -o quejumbrosos o mordaces- a mis allegados, a mi entorno, o condenarlos a la desconfianza y la arbitrariedad o el maltrato; incluso discriminarlos y apartarlos.
Más allá de que renuncié hace tiempo al peronismo y que no soy ni fui kirchnerista ni chavistas ni castrista ni bolivarista y de sostener que la única "Patria Grande" fue la del narcotráfico, quien quiera presentarme una queja, o por la virulencia de mis notas periodísticas o por mi posición ideológica, debe ser tan frontal y honesto como soy yo con mis escritos: Me pide entrevista y le concedo una hora para su descargo.
De nada sirve hostigar a quienes me rodean con el “volveremos” ni levantarles la voz o diseñarles zancadillas, buscando que los triunfos de sus venganzas lleguen a mí. Trabajo para que no vuelvan nunca y lo digo claro y no busco interlocutores. Pero basta de apuntarle a mi entorno para castigarme colateralmente. Es una intrínseca bajeza. Habla más de ustedes que de mí. Si observan en perspectiva, esas mismas actitudes justifican mis batallas dialécticas e intelectuales.

C.Rigel