2 de julio de 2016

La lluvia, el fuego y la Luna


Presentación del documental histórico del grupo literario 
"La Luna que se cortó con la botella" en la sede San Justo 
de SUTEBA, realizado por la productora Matanza Arde
y TVMC.

Acompañado por Andrea Falco, asistí esta tarde lluviosa a la presentación del documental en la sede de SUTEBA, San Justo, la pieza fílmica que recopila la historia genitiva del grupo literario del oeste 'La Luna que se cortó con la botella', material elaborado con prolijidad por la productora Matanza Arde. Faunos de la letra y el vino, me refiero a Salerno, Rubio, Dalter, Cao, Danna, Gandolfo y actvistas de esa guardia pretoriana cuya emperatriz fue la libertad en los creativos e impetuosos –y luego escabrosos– años '70. 

El documental es activo, ágil y hasta divertido por momentos, ya que incluye la lectura de poemas de una antología visceral y, afortunadamente, con destellos de humor, que reúne rememoraciones, declaraciones y lecturas, aún cuando luego transitan el período amargo de la dictadura militar y el incendio de la biblioteca donde operaban como taller, café y vino literario de un grupo saludablemente heterogéneo de poetas anarquistas de una vanguardia de fractura y distancia, por suerte, con el conocido preciosismo de las letras fusiladas, como dije en otra oportunidad, desde el siglo de oro español hasta hoy. 

Y para aplicar una dimensión al fenómeno de la escritura a lo largo de tiempo es necesario separar la paja de yerba y yerba del trigo. A menudo tiende a igualarse a veteranos de las letras, escritores a quienes llamo "seniors", con amateurs en sus primeros disparos poéticos, a quienes llamo "juniors, esto me resulta incómodo para unos y laxo para otros, aunque nunca me divierte. La diferencia entre unos y otros son cuando menos treinta o cuarenta años de ejercicio cotidiano. Esto le brinda al autor el atributo mágico del humor, que es cuando se pierde la solemnidad y se escribe sin temor, sin buscar el asombro ni el aplauso, cuando no importa escribir poemas sino vivir, cuando se escribe como se piensa y se piensa como se habla. Anoche hubo pocos principiantes y sin embargo mucho veterano de la guerra diaria. Y se notó, felizmente. Cuando menos sumaban entre todos unos 400 años de trabajo lineal, 400 inolvidables años. Y el humor estuvo presente.


Pero tengo para mí que se escribió mejor poesía en aquellos días de la década del '70 que ahora, con menos solemnidad que vino tinto y mate, cuando ahora me hartan con la persecución de la belleza y el amor por el camino de lo dulce y más bello. Imagino estos días como un hiato, un pozo necesario en el relanzamiento de una vanguardia destructora de vanguardias. Además, mientras la lluvia metrallea los ventanales del auditorio, el reeencuentro con el recopilador y fotógrafo Martín Biaginni, el poeta y dramaturgo Gino Bencivenga, al artista plástico Alfredo Zapata, el poeta Víctor Cuello, el poeta Víctor Ontiveros, el narrador y poeta Pedro Chappa, la poeta Anahí Cao, miembros del periodismo local y hasta creí ver en un momento de la noche a nuestro poeta José Paredero. No vi la presencia de autoridades locales durante el evento. Al cierre del documental hubo lectura de poemas, recordaciones y una participación del público a micrófono abierto de la cual escapé de inmediato, ya que mi salud mental con tinto encima es proclive a la burla, la camorra y el exterminio.

Junto al narrador y poeta Pedro Chappa. Foto de Martín Biaginni



Pero hablando de la historia literaria de La Matanza, dije una vez que había que escarbar el distrito con uñas para encontrar figuras de prestigio, cuando la única resultante es el poeta, periodista y político Almafuerte. Es que La Matanza tiene 100 años de urbanismo llanero y poca continuidad de géneros literarios. También dije que la comuna aún no tiene una tradición de escritores, pero por este camino afirmo que la tendrá, natividad forzada por la variedad de títulos y estilos resultante en cada generación y sus divisiones clásicas en camadas. Eso es una tradición. 

Y si listamos a Almafuerte como el origen, entonces los miembros de "La Luna que..." son continuadores de un linaje quebrado por la otredad, pero si, al contrario, erigimos a los poetas de "La Luna que..." como los iniciadores, entonces Almafuerte resulta un emblema aislado de la mitología matancera. Entre un solitario y un grupo de rebeldes no hay nada que elegir: son los signos de algo que quiere estallar en vastas expresiones de arte, como un Big bang de la creatividad con epicentro en el oeste.

Pero felicito a los autores de ese grupo literario y editor primigenio del distrito, la labor realizada hasta nuestros días y hasta la persecución que sufrieron para legitimar una causa, un espíritu y una constancia cuya tradición recuerda la resistencia intelectual contra la opresión y la censura por el restaurador con el Grupo de Mayo de Echeverría, de Marcos Sastre, Juan María Gutiérrez, Alberdi y otros faunos de las plumas ardientes en los primeros días, como para recordar que las letras molestan desde el comienzo institucional de la Patria. Pero si estorban, si las letras hieren a los Estados, es porque son valiosas. Hay que ser subversivo para cambiar la cinética del almanaque.


La novela El símbolo en venta entre poetas y narradores.

Incluso me pregunto si hoy, en países gelatinosos como el nuestro, existen otras letras que no sean las que molestan a los Estados, dicho esto donde hasta los nuevos grupos literarios nacidos del Proceso ejercen la censura y la represión de los autores que no encajan en el perfil del grupo. En fin. Salí a caminar por calles vidrientas y charcosas de mi ciudad, fijando recuerdos en mi mente con el obsequio de un CD del documental. Aún con lluvia, la noche arde: hay fuego en la botella.
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