22 de julio de 2016

La dialéctica nuestra de cada día



A diario registraremos muestras de esta cultura nacida de la magia verbal que busca disuadirnos o modificarnos mediante la precisión y el uso de los giros magistrales del idioma, como una fuerza curva que al regresar bumeránica llegue en apariencia resuelta. Recursos mágicos de las sutilezas y los contraluces, extravagancias idiomáticas, tecnicismos, todo sirve a los fines de vapulear soluciones pragmáticas en un mundo sospechoso.

En la película famosa de El exorcista refiere a ese momento en que una madre le explica al neurólogo que una fuerza sobrenatural sacude la cama de su hija con ambas encima, y el facultado responde "el problema no es la cama sino su hija". Magistral. La solución al fenómeno expuesto depende de un giro conceptual cuya certeza obliga a caer en el embudo de la sensatez. Ni aunque hablemos del Diablo en persona esto no puede estar más allá de un recurso de prestidigitación oratoria iluminado por el control emocional: Si quien lo dice tiene corbata, entonces debe tener razón.

Tenemos muchos Sherlok Holmes salidos de nuestras facultades. Con apenas una palabra nos quieren dar vuelta el concepto, "no es lo que vos pensás ni que te ocurre o que sentís, sino esta palabra". Ese vocablo sintético y correcto nos salvará, aunque permanezcamos en el pantano con la movediza al cuello. Recordaba entonces a ese viejo pícaro de nuestra literatura, don Borges, cuando dice "Me regalaron una esdrújula". Es decir, ni siquiera podía comprender el concepto de "Emérito" porque nos estaba diciendo "No entendí qué contiene, aunque reconozco que va acentuada en la tercera sílaba". Y bueno, confórmese y acéptelo así. Si no sabe, no sabe. 

Descubriremos que estos faunos de la sofisticada "viveza criolla" también evolucionan en nuestras universidades, siempre propensos a la catalogación inmediata. Ellos resumirían al 'Martín Fierro' en 1000 palabras exactas y unos 124 giros conceptuales para el discurso y el aplauso. ¿Aportaron algo? Respuesta: no. "Pero es muy importante la clasificación de los términos –nos dirán– porque la belleza también puede graficarse". Tantas sílabas por tanta intensidad, da como resultado el esplendor. ¿Y cómo mingas discutirles la precisión si ese no es el tema? 

La idea no es enseñar o iluminar, sino abrumar, aplastar, disuadir, espantar con su dialéctica material y burguesa. En los pasillos secretos de la dialéctica instrumental encuentran la fuerza. Por eso ingresan en la categoría superior del "vivo criollo". Nos dicen: "No tengo tiempo para explicarte, pero buscá tal concepto...", que seguramente será la ampliación de una palabra tranquilizadora de aporte a nuestro erario lexical, porque además incluye el repelido "Vos andás en carro, yo en nave espacial". A eso debemos que no queden ateos ni escépticos, sino "agnósticos". Es que la palabra concita al misterio y está de moda. 

Me recuerda otra situación de mi juventud, de visita en la provincia de San Juan, en casa de un familiar lejano, un español duro que nunca había salido de la provincia. Una noche, luego de la cena, me preguntó si en Buenos Aires había Luna y estrellas y la noche era oscura, como allí. Podría haberle respondido "la traslación sidérea del globo sobre la eclíptica y la rotación terrestre determinan el punto visual relativo al observador según el incremento horario sin variación visible d¡aria en la esfera celeste". Pero le dije que sí, un poquito corrido, pero que era el mismo cielo.

Nuestros abogados son quienes agotan el catálogo de combinaciones técnicas en busca de un fin intimidatorio y limitado. Por ejemplo: "Señor, soy el patrocinador del Banco Interasociativo y usted registra una deuda desde 1997 de pesos 228,32 con la empresa Movitel. Le enviaremos a la brevedad una Carta 'Documentada' de cancelación Pre-judicial, detallando la evolución de la deuda sin perjuicio de futuras acciones judiciales". A veces debo extender mis respuestas, y con criolla y elegante energía, respondo: "¡Andá a la puta que te parió, rata de alcantarilla! ¡Si tenés algo firmado, entonces mandame una Carta Documento o dejate de hinchar las pelotas, cagado de hambre!". Y así, con recursos de la otra magia del idioma simple, termina la sinuosa sutileza en un acuerdo amable y mutuo. 

En lo abrumador reside la liberación. Y así, precisamente, arribamos a este segmento culto, mayormente egresado de nuestras facultades, que no nos resolverá nada de la vida cotidiana pero que sumará riqueza personal a través de giros de inteligencia en la fanfarria idiomática de la precisión por el camino de la exactitud conceptual: "Eso que padecés se debe a la presencia de tal sustancia en tu cerebro...", "Vos te referís a tal cosa...", "Hay un libro de un psiquiatra sueco que explica ese fenómeno...", "La física cuántica resuelve esa anomalía...", "Eso que contás se llama hipopomonstruosisquepedalofobia..." Y listo. 

Pero si pensabas que la hipopomonstruosisquepedalofobia era un hipopótamo nervioso chocando la bicicleta, no, te equivocás, porque ahora sabés que estás sufriendo de miedo a las palabras largas, precisamente, con una palabra larga, impronunciable y temible. "No sufras más, esto se llama así...". Y la conclusión académica inevitable: "Ahora, sos más 'inteligente' que hace un rato". Porque de las alternativas emergentes en la prestidigitación proverbial, surgen dos caminos posibles. Respuesta A: "En tus palabras está la solución". Respuesta B: "Esta palabra define el trastorno que estás padeciendo". 

Según ellos, en los actos de magia académica, la precisión nos hace libres de los escarnios de vivir por fuera de una facultad y sujetos al diccionario ilustrado. En reemplazo de la sabiduría no alcanzada, bastará con los recursos de la inteligencia práctica de bolsillo. Si nomino las cosas, si les impongo un nombre adecuado, se resuelven por sí mismas. No dependen del contenido, sino de la elegancia en su aplicación nominal típica, aunque la cama salte con un carro de demonios encima y los platos aflojen las paredes.
CR

Copyright®2016 por Carlos Rigel