29 de mayo de 2016

El hiato de las diferencias



Observando las características que desagregan al kirchnerismo del peronismo, una de ellas es que éstos últimos hoy se autoconvocan al silencio, se confunden en el follaje ciudadano y callan, sobretodo cuando el eje de interés público ha cambiado de la Rosada a Tribunales, porque, ¿qué mingas pueden decirnos ante el show de allanamientos, detenidos, capturados y reos, con arqueo de propiedades y fortunas fruto de las estafas públicas? ¿qué ante el recuento de muertos?

Pero el kichnerismo residual, antes que llamarse al puto silencio perpetuo ¡de por vida!, o hasta que los fueros recuperen parte ínfima de lo saqueado, a costa de años de penurias repartidas entre millones de argentinos, eligen el camino del ruido, de la opinión y el ridículo. No llegan al Guinness por desarrollo, sino por robo. Y ven pero niegan. Como encontrar un cadáver luego de una semana de muerto e intentar reanimarlo, u obstinar en recuperarle el color inyectándole suero. 

Ahora se tienen por refinados demócratas cuando un elefante les enhebraba la aguja. No son próceres. Fueron cómplices del fervor, encubrieron legajos con asesinatos, taparon el robo con incendios, celebraron mentiras con aplausos, justificaron y promovieron la trata, hospedaron de brazos abiertos al narcotráfico, quemaron urnas para simular triunfos, cubrieron lágrimas de muchos con burlas, negaron lo visible mirando para otro lado. 

Vivieron un San Galtieri diario e hicieron de la Patria un Coliseo, y hoy asisten a las ruinas de una Pompeya recreada, eso nos dejaron junto al odio. Sus blasones están a la vista, el "periodista" Roberto Navarro, la escarapela; el tonto de Brancatelli, el sabio; Víctor H. Morales, el filósofo; reos, arrepentidos y prófugos, los nuevos compañeros del esplendor patriótico. Todos al montón y de oferta. 

Y de la "Resistencia con aguante" se convierten al "Aguante en el absurdo", porque se jactan de ser fanáticos, cuando la ceguera es la virtud y la venganza es la paz del corazón, la esperanza de sangre en las calles es la redención de causas. No les ha quedado más que el culto al grotesco, la fantasía del delito fácil, la evasión de las consecuencias y la educación de sus hijos en el robo. Siéntanse los nuevos barrabravas que nos trajo el peronismo en su vientre, nos heredan el pensamiento de bolsillo.

Antes les bajaban linea de la Rosada, ahora tienen a 100 protocaudillos millonarios y gorilas para bajarles línea, ocultos en una montaña hecha de tontos y brutos salidos de una cancha de desperdicios públicos. Les queda el tiempo para hurgar detritos en la basura y retroalimentarse de rencor. Coman mierda. Son la nueva secta umbandista, comandada por brujos mesolíticos con infierno portátil. No volverán, ahora son los marginales. Pero son pocos y cada vez menos. No cuentan, no suman. 

Gárgolas hubo siempre, pero cuando un animal urbano tuitea "Si la tokan a la GEFA le prendemos fuego al paiz, no nos importa nada", quiero que sepan que esa bestia extramundana los identifica de lleno, los resume, es síntesis, humus y éter. Y los anula. Porque no se han llamado a la reflexión ni al silencio, sino que desde la cárcel social todavía se piensan nuestros libertadores. Ortega y Gasset –felízmente ahora reunido en la misma persona–, fue tan futurólogo como Orwell, pero no conjuraron el resultado: ustedes lo hicieron posible. Estamos en el después. 
 b CR

Copyright®2016 por Carlos Rigel