7 de marzo de 2013

El invierno del patriarca


Los hombres también se rompen. 

Chávez ha fallecido; convivíamos con la sospecha desde hace mucho tiempo, su salud lo anticipaba. Pero, a no engañarnos, Venezuela vive sin Chávez hace 18 meses. Príncipe militar o tirano simpático, filántropo autoritario o monstruo protector de masas, el país se encuentra dividido. La fisura, como los Andes, cruza América. Como un caldero de tres patas, una se ha quebrado y amenaza derramar su contenido. Lo que sigue es la incertidumbre.

Mi propia familia se encuentra dividida entre el chavismo y el antichavismo. Odio y amor, la gran pareja que nos acompaña desde hace décadas, como una fórmula infaltable en la ecuación latinoamericana. En Argentina sabemos de fallecimientos que sedimentan fracturas perpetuas. Nuestro propio país vivió dividido por el peronismo y el antiperonismo. La cicatriz aún perdura. Evita aún despierta animosidades y polémicas. Las sociedades, como las personas, duelen y sangran, pero a diferencia de ellas, en los países no hay cirugía estética que cubra las cicatrices. Y además, sangran para siempre. Esperemos que no infecte.

Dice un comandante imaginario en una historia que escribo sobre el período colonial: "El estado de irritación indígena es de tal fervor y pasión que no sirve para nada". Recordemos que antes de Chávez, la estrella latina era el Subcomandante Marcos, en Chiapas. Y mucho antes el Che. El socialismo estilo latino a punta de armas. Un socialismo personalista, uno de los cien modelos descubiertos durante el siglo XX. O la fractura. El modelo de democracia latina es la división y el enfrentamiento. Conlleva una cuota de odio y una sonrisa.

Una vez le pregunté a escritor paraguayo Augusto Roa Basto qué pensaba de las flamantes democracias latinas, y el Premio Cervantes de Literatura me respondió "¿Cuáles democracias, joven?". Claro, en su opinión, aún no habían comenzado los verdaderos procesos democráticos en el continente. A falta de reinos o principados hispanos, reemplazamos a la democracia por patriarcados.

Argentina ha quedado aislada más que nunca antes. Atrás quedan los proyectos de triunviratos continentales, de cuádruplos cardinales, el nuevo pentágono del sueño bolivariano. La patria venezolana se resume ahora en un diatriba interna. América no existe, como existe, por ejemplo, África, la unificación es ilusoria porque ¿qué tiene que ver un esquimal con un afroamericano antillano, o un vikingo guaraní con un anglofrancés del norte?, es como intentar unificar a Asia, pero ¿pudo existir? Abriguemos la ilusión de que sí. No hay grandeza en este tiempo, apenas grandes sueños en hombres pequeños. Venezuela no será la misma, pero ¿ha cambiado? ¿ha aprendido?

Maduro ¿podrá operar en el límite institucional del gobierno donde comienza el poder militar?¿Regresarán los programas militares al eje institucional del país? Los venezolanos ¿habrán aprendido que la democracia conlleva la fugacidad de los líderes y que los caudillos son el problema y no la ventaja? ¿Es que no hay otra manera de liderazgo que no sea por caudillaje? Demasiadas preguntas para despedir a un líder, una voz americana ha callado.

Quienes lo odiaban se han quedado sin promotor, y a quienes lo amaban, los abraza el desamparo. El caudillo retobado institucional no está. A los antichavistas, ojalá respeten el luto de quienes están dolidos. Un adversario no es un enemigo. Aquí no hay antivenezolanos. Nos queda acompañarlos en el duelo y abstraernos frente al odio para no ser parte. Pero no está mal quedar sólo frente a la adversidad y tener que elegir de nuevo un camino.

Como un músculo sin hueso, la patria venezolana debe ahora aprender a construir las bases de una nueva democracia sin caudillos, una tierra firme con huesos pero sin mártires ni venganzas. Yo te saludo, amada Venezuela, y te abrazo.



Copyright@2013 por Carlos Rigel


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