14 de marzo de 2013

¿Quo vadis, homine?


No tengo derecho a la ofuscación pública en calidad de Embajador de Paz y Cultural, pero el debate argentino abierto promueve la pasión desmedida y casi siempre por la ausencia de una autocrítica justa y, más frecuentemente, como una manera de evadir el compromiso con los temas verdaderos. No se trata del Papa, sino de nosotros. Quienes me conocen, saben que soy cristiano, pero no afecto al Vaticano. Y mi blog me permite expresar libremente mi pensamiento. Es privado. Aquí soy un autor más.
Nos llegan saludos y felicitaciones desde los pueblos de la Tierra con motivo del Papado de Francisco I, pero encuentra a nuestro pueblo, como siempre, en polémica. Y pregunto, ¿qué carajos nos pasa a los argentinos? Si viene el Dakar a Argentina, todos contentos. Si Messi hace un gol en España, fascinación total. Eligen a un argentino para liderar a la Iglesia Cristiana Mundial y comienza la polémica. El radio-pasillo del día dice que el tema es su pasado, si fue procesista o si no lo fue. Eso aliviará nuestra ofuscación cívica.

Ahora, tal parece que en épocas del Proceso toda la población argentina era guerrillera y ocupó la trinchera social y democrática, esquivando las balas y vociferando protestas contra la Junta Militar. Resulta ser que nadie miró para otro lado porque nadie vio algo raro. Todos inocentes, todos argentinos de noble hidalguía gaucha, tan rectos, valientes y firmes que tomar el control de Casa de Gobierno, a unos pocos militares, les tomó segundos. "La vida por Perón", se gritaba, hasta que se escuchó un disparo. Entonces se dejó de gritar y no quedó nadie.

Pero yo recuerdo bien. Aún conservo el odio social intacto, sepultado pero intacto: Ni siquiera hubo un paro general. Nadie se movilizó porque los gremios corrieron a negociar con el Golpe, cada uno con su listita negra para salvarse de las represalias directas. Y aplaudían y gritaban "¡Yegua-Yegua-Yegua!". Hasta recuerdo las caras al otro día del Golpe, eran del tipo: "Y bueno, se rompió". Muy similares a las del '95 con la reelección del anticristo riojano. Nadie fue. "Fueron ellos, yo no". Y como ovejas, a agachar la cabeza e ir a trabajar como si nada hubiera pasado. Mudos. Nadie se equivoque, no fue la Guerra Civil Española y su millón de muertos, dirimiendo el futuro entre el socialismo, la monarquía o la república. No se trata el nuestro de un pueblo pacífico, sino de un pueblo cagón que nunca fue dueño de su presente y que apostó a un futuro incierto mientras quitaran a la "yegua" del sillón, estando a ocho meses de las elecciones. Fuimos peores que judíos en holocausto.... Fuimos Pilatos, fuimos Hitler. Dios mío, odié a este pueblo, maldije haber nacido aquí.

Ningún Papa debió venir de visita a Argentina para pacificar a una sociedad guerrillera convulsionada contra el Estado Militar, porque no existió ninguna sociedad guerrillera convulsionada contra nadie. Hubo corderos. Corderos en el matadero nacional. Y hasta preferimos despedir y dar por muertos a los cinco mil pibes de mi edad que iban camino a Tucumán, a un enfrentamiento recto contra el ejército, mientras tocábamos la guitarra en la tribuna con Videla. Bueno, porque hasta Piero rajó y nos quedamos sin guitarra. No salimos a defenderlos ni a sumarnos, sino que aceptamos la pérdida mientras partían. Y fueron cinco mil, no fueron doscientos mil. Y luego, despedimos a los pibes que llevaban a las Malvinas. No los mandamos nosotros, sino que se los llevaron mientras cantábamos en la Plaza. Todo eso frente a nuestros ojos.

El Mundial blanqueó los sepulcros con papel picado y la euforia tapó las lágrimas. Nuestra historia dice que somos un pueblo infame. Aquí, las sonrisas terminan en lágrimas, pero las lágrimas no terminan en risas, sino con gritos y terror. Y más lágrimas. Pocos recuerdan el "San Galtieri", y menos aún el "San Bignone" de días antes, cuando ejecutan a Dalmiro Flores en Plaza de Mayo delante de todos los argentinos. No hubo un paro general por tiempo indeterminado, la ciudadanía total no se manifestó solidaria ni ofuscada. Siempre optamos por blanquear sepulcros.

Ahora me gustaría saber cuántos se embarran hoy los zapatos en una villa miseria, cuántos asisten al necesitado, cuántos aceptan dormir en un catre, cuántos comparten un mate con el cartonero, cuántos se comprometen con algo más que postear opiniones en Facebook al abrigo de una cerradura y rejas auntoimpuestas de sus hogares, nuestras felices y protectoras cárceles del temor. Y desde esa ética nacional e inmaculada se lo juzga a nuestro primer Papa hispano y americano, Francisco I. Nadie pregunte qué hacían Néstor y Cristina durante el Proceso. Nadie quiera saber si Bergoglio es peor que Anibal Fernández o Julio De Vido o si es menos limpio que Boudou. Ni un solo argentino es inocente, porque si tiene más de 20 es cómplice de la realidad. Lo que se puede debatir es quién fue menos o más responsable.

Aquí, Cristo, por bueno que fuera, sería asesinado en Plaza de Mayo por los muchachos de "La Cámpora" frente a nuestra distraída indiferencia. Y el debate. El eterno debate de los necios. Poner a la misma altura a Bergoglio y a Videla es cosa de hijos de puta. No avergoncemos más aún a nuestro país frente a los pueblos del mundo. Digo, no seamos tan hijos de puta. Tratemos de serlo menos. No digo más honestos ni tampoco menos hipócritas, sino menos hijos de puta. Por primera vez el Papa es americano, de habla hispana, y es argentino.


Copyright@2013 por Carlos Rigel


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