12 de marzo de 2013

Liberato


Tras el festejo del cuarto cumpleaños de Thiago, 
el menor de mis varones, abatido –casi exterminado diría–, 
se me ocurrió anoche librarme al ocio de echarme en un sillón a mirar TV y tomar café y gaseosas y comer pizzetas, y algo de torta, 
entretenido con la programación de cable.

He aquí que estaba mirando "El origen del planeta de los simios", la remake de la secuela famosa de los '60 pero hecha, ahora, con el conocido recurso del animatronic, tan increíble por inverosímil, bueno, pero en donde los simios tienen la inteligencia del norteamericano promedio, digamos, y conquistan, aparentemente a EEUU. Bueno, pero luego cambié de canal y vi una producción cuyo título desconozco pero que me dejó pasmado porque un grupo de cowboys luchaban junto a los apaches, como en la conquista del oeste, pero ambos contra una raza de extraterrestres muy feos que secuestraban a norteamericanos para hipnotizarlos y realizarles experimentos cuya inutilidad era, en verdad, tan incomprensible como proverbial, y lo misterioso es que trataba yo de entender de qué diablos trataba la historia, pero me sentí más abatido que tras el cumple, porque hasta los extraterrestres me parecían también norteamericanos, aunque los norteamericanos quieren que uno piense que son cubanos o rusos o vietnamitas o afganos o irakies o iranies o colombianos o venezolanos, pero yo en verdad los veía muy "norteamecanizados" a los pobres, que tal parece que los extraterrestres nunca piensan en enamorarse o tomar mates de silicio o de antimonio con pastel de metano frente a las cataratas, no, siempre están pensando en conquistar a EEUU y no sé para qué diablos, que si vienen de visita a latinoamérica serían recibidos con honores y les sería entregada la llave de la ciudad, como a cualquier cartel de drogas o traficantes de armas. Bueno, pero mientras veía los combates con lanzas, Colts, Whinchester, lanzas y rayos láser, me parece que le faltaba al film un "toque", no sé, digamos, un animal prehistórico o un vampiro o un hombrelobo, con alguna que otra escena de amor, naturalmente, entre dinosaurios y extraterrestres, y algún tipo de alianza con los nativos como para derrotar a los animales prehistóricos, me saltó una pizzeta al aire -porque estaban frías y se me pegaban en el paladar- cuando vi que los extraterrestres eran vengativos y rencorosos, los muy guachos, y creo que ya estaba perdiendo la cuenta de cuál film estaba viendo, pero la torta se desarmó sobre la gaseosa y creo que corrí a la cocina y se me vino la imagen del simio Cesar, líder de los monos, el conquistador de EEUU, o el nuevo presidente de los EEUU, o el nuevo caudillo, no lo sé, pero lo cierto es que de pronto ¡Pum!, casi caigo de pechito en el sillón cuando hacen estallar la nave espacial de los extraterrestres y yo aún sin comprender qué diablos pasaba, ni por qué estaban en guerra, pero la explosión termonuclear fue apocalíptica, y sin darme cuenta un pedazo de torta había caído como un meteoro en el vaso de güisqui, y por su lado, los simios, enfrentando a un escuadrón antimotines de la policía montada de los EEUU, por supuesto, con valentía norteamericana, ¿querés otro café? me preguntan, pero yo pensé que estaba tomando güisqui, ¡un día van a caer monos del cielo, ya verán!, y no, dame un poquito de metano y postre de siilicio, pero se me ocurre que hubieran ligado ambos films y reemplazar a los simios por los extraterrestres, digamos, y hacer estallar todo y listo, y en cuanto al hombrelobo y los vampiros ¡qué se arreglen como puedan en otra película!, si hasta me recuerda a Zarkiel, mi hijo otro varón pero de 5, cuando hace poco me contó que San Martín y el Hombre Araña peleaban contra el Capitán América y el pirata Drake, pero en un momento me saqué una zapatilla y me la puse de sombrero con la escena tierna -porque sentí que los cordones me estorbaban en las orejas-, cuando, al parecer, en la nave desintegrada de los extraterrestres estaba el amor de unos de los personajes pero no recuerdo si era el simio César, el hombrelobo, o el dinosaurio. Qué final. O quizás era de otra película. Bueno, pero fue tan palpitante de ternura que me dio hipo. En efecto, comencé a hipar. Ajena a mi voluntad, la zapatilla cayó al suelo pero no me interesó.

En fin, a veces no sé qué es peor, si la programación de cable o soportarme a mi mismo cuando intento dejar de ser yo.



Copyright®2013 por Carlos Rigel


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