23 de febrero de 2015

¡Una conspiración por aquí, por favor!

Comparto con mis lectores la nota excelente de Claudio Chiaruttini 
para Urgente24.com posterior al 18F


"Cristina necesita de una conspiración para 
no quedar como una corrupta.

Los Kirchner llegaron al poder cargando una denuncia por enriquecimiento ilícito, a propósito de los famosos fondos de Santa Cruz en el exterior. Aquella causa judicial fue a parar a lo de Juan Galeano, a quien se le exigió que la cerrara "en forma satisfactoria" para Néstor Kirchner antes de su 1er. viaje a España. Pero Galeano no cumplió con aquel reclamo y fue el verdadero inicio de su derrumbe, en medio de la causa AMIA. La corrupción K no fue un tema decisivo durante el resto del mandato de Néstor porque la sociedad decidió corromperse: nada debía interrumpir el efecto benigno del 'viento de cola'. Hubo una excepción: el 'caso Skanska' , en 2005. Pero, en verdad, la corrupción K recién regresó con la valija repleta de dólares que no era de Guido Antonini Wilson sino de PDVSA, para la campaña de Cristina, aunque Antonini Wilson la aceptó como propia ante la Policía de Seguridad Aeroportuaria y la Aduana argentina. Aquel escándalo explotó semanas antes de la crisis con el campo, en 2009. Más tarde ocurriría el triple asesinato en General Rodríguez, e irrumpió otra vez la corrupción en la financiación de la campaña presidencial de Cristina. Sin embargo, durante años ella consiguió quedar afuera de las imputaciones... hasta el 'caso Hotesur'. Ahora, en emergencia judicial, Cristina precisa una conspiración para no asumir la alternativa: que su Administración es corrupta.

Negando su decadencia, Cristina Fernández resolvió convertir su enfrentamiento con el Poder Judicial, de un claro conflicto institucional y choque de poderes a una simple pelea política para iniciar el camino a desoír los reclamos de fiscales y jueces, las exigencias procesales y los requerimientos y sentencias que vendrán.

Néstor Kirchner, desde muy temprano en su administración, buscó “limpiar” el camino que transitaba de posibles acusaciones y causas judiciales. Desarticulando los organismos de control del Estado, interviniendo los entes reguladores, eliminando la independencia de toda oficina que podría auditar la gestión presidencial. Con cuidado, el santacruceño se liberaba de cualquier posible acusación proveniente de las entrañas del aparato institucional que encabezaba.

Kirchner ya había cumplido esa tarea en Santa Cruz, donde su gestión jamás fue observada judicialmente (con la excepción del procurador Eduardo Emilio Sosa, que fue despedido en 1995, en forma irregular e inconstitucional), y las pocas causas que hubo en su contra, fueron"limpiadas" por el Poder Judicial, porque -es bueno recordarlo-, Cristina Fernández de Kirchner aprendió acerca de la colonización política de la Justicia y la designaciones de fiscales y jueces obedientes, durante los años de Néstor gobernador. Era obvio que la experiencia santacruceña sería nacionalizada. Sólo era una cuestión de oportunidad.

En su paso por la Casa Rosada, también Néstor Kirchner cuidó a “desbrozar” el terreno de causas judiciales. Así, han quedado enterradas en fallos a favor la investigación del envío de fondos de Santa Cruz al exterior, el enriquecimiento sospechoso de la familia Kirchner, la compra de tierras a precios viles y otras investigaciones. En el fondo, Norberto Oyarbide fue el mascarón de proa de este proceso de“limpieza”. 

Pero Cristina Fernández, quien se cree una mejor Presidente de la Nación que su ex marido y mentor, es una versión distorsionada y “chapucera” de él. En su embate contra la Justicia, prevaleció el deseo de sometimiento por no lograr el desguace del Grupo Clarín en el tiempo y la forma que ella lo deseaba. Para ella no era importante que la prolijidad fuese el estándar.

En 2012, Cristina avanzó en el intento de colonización de la Justicia. Enancada en el 54% obtenido meses antes, con el “Vamos por todo” como lema, con el Grupo Clarín como blanco, con el aburrimiento de que figuras de la oposición, como Elisa Carrió, llenando los tribunales de denuncias en su contra; comenzó la batalla.

“Justicia Legítima” fue el instrumento para dividir a la corporación judicial, tal como antes se dividió a los banqueros nacionales de los extranjeros, a los industriales subsidiados de los competitivos, a los sindicalistas amigos de los enemigos, a los periodistas “militantes” de los opositores, a los militares aliados vs. los militares homicidas, a espías buenos vs. espías malos, a “nosotros” de “ellos”.

Cristina no puede escapar a su formación setentista. Configura el mundo, la Argentina, la política, la sociedad, la economía, la cultura, la vida bajo visiones corporativas, conspirativas y facciosas. Pese a que estamos en el Siglo XXI, la Presidente de la Nación cree que la política es el campo de juego natural de sociedad, que hay corporaciones que se alían o se enfrentan entre ellas para tener más poder o manejar más dinero y que esas uniones crean facciones que se enfrentan con objetivos similares.

De esta forma, si la Justicia, una corporación, no responde a sus deseos, es porque está unida a una facción enemiga y, si está en una camarilla opositora, necesariamente tiene que conspirar en contra del poder que tiene hoy en sus manos Cristina Fernández. Es una visión infantil, mínima y maniquea del mundo, es una concepción nacida al calor de la Guerra Fría que aún domina en gran parte de la izquierda y de la derecha argentina.

Faccioso, conspirativo y corporativo, el kirchnerismo tembló cuando vio 500.000 personas citadas por redes sociales, en medio de la lluvia, respetando perfectamente las consignas establecidas, sin liderazgo concentrador aparente, sin el menor hecho de violencia y con un conjunto de reclamos heterogéneos, avanzando desde el Congreso a la Plaza de Mayo y en otros 200 puntos en todo el país.

El kirchnerismo celebra cuando junta 4.000 militantes rentados en los patios de la Casa Rosada, movilizados en micros, con la Coca Cola y el choripán asegurado; pero desmerece y se paraliza ante 500.000 personas que fueron por sus propios medios a la marcha del miércoles, sin que hubiera micros, ni subsidios, ni contratos, ni choripanes en juego.

Cristina Fernández y su entorno no conciben una movilización espontanea, toda su carrera política la han realizado empujando aparatos clientelares para que los aplaudan. Además, desde 2012, cuando fueron las dos primeras inmensas movilizaciones opositoras, el kirchnerismo sabe que tiene perdida la calle y que no la van a poder recuperar si no es con la violencia, una senda que, por ahora, nadie se atreve a transitar.

El domingo 15/02, en su arenga en el paraestatal Página/12, Horacio Verbitsky recomendó al kirchnerismo no prestar atención al 18F, dejar pasar la marcha, no darle importancia, porque no hay liderazgo en la oposición capaz de capitalizar el descontento social y que, como en casos anteriores, la larga caminata terminaría por servir como catalizador del descontento social, diluyéndolo, y mejorando las posibilidades electorales del oficialismo.

Pero Cristina Fernández resolvió no hacerle caso a Verbitsky y, en su carta del sábado 21/02, dejó en claro que ella quiere volver a dividir a la sociedad. Durante parte de 2013 y 2014, la Casa Rosada intentó seducir a la clase media, pero ahora salen con los tapones de punta minimizando la marcha, calificando la movilización como el “acta de nacimiento el Partido Judicial”, tratando de hacer un paralelo con el “Partido Militar” con que la izquierda descalificaba a los militares democráticos de los '80 o con la “Patria Periodística” que se trató de crear alrededor de los medios opositores.

Sólo quién concibe el mundo social como un conjunto de corporaciones que se unen en facciones para conspirar tiene sentido la frase “si tiene los votos, funden un partido político y vayan a las elecciones”. Y es lo que hizo ayer Cristina Fernández, colocó a la parte de la Justicia, que no la obedece, que marchó el miércoles, a hacer política, para que las decisiones que llegaran fuera descalificadas por ser de origen político.

Con todo su Gabinete, decenas de funcionarios, su familia y Ella misma envuelta en más de 700 causas judiciales, era obvio que cuando las imputaciones golpearan la puerta de la Casa Rosada, había que desacreditar a los fiscales y jueces que emitieran esas decisiones. En el fondo, la dramática muerte del Fiscal Alberto Nisman y el torpe comportamiento del Gobierno terminó por acelerar lo que, tarde o temprano, iba a pasar.

Desde este espacio se destacó que, luego de la muerte de Alberto Nisman, la 'mesa chica' temía la reacción de la Justicia. Y la reacción llegó. Causas, órdenes y decisiones que se mantenían políticamente adormiladas han despertado. Lo que no se hacía para no dañar el endeble sistema democrático de la Argentina se hace ahora para poder salvar al paupérrimo sistema democrático que aún tenemos.

Pero, además de Cristina Fernández y la Justicia, hay otros jugadores en el campo político. Quienes marcharon el 18F tienen conciencia que deben hacer algo más que caminar y mojarse. Tienen en claro que el 12S y el 8N de 2012 fueron las bases que permitieron que no hubiera un 7D contra el Grupo Clarín y que construyeron la derrota electoral del oficialismo en 2013.

Los presidenciables, que marcharon junto a la gente el miércoles pasado, también han registrado el mensaje. En todos los casos, dos frases se repitieron de la gente que se acercó a saludarlos: “Fuerza” y “Júntense”; y ya no se pueden hacer los distraídos ante el reclamo social.

Desde comienzos de año, advirtiemos que hay “fuerzas” que empujan a los presidenciables a hacer un pacto contra el kirchnerismo. Antes del 18F, hubo un intento de sentar a Sergio Massa con Mauricio Macri, que el Jefe de Gobierno porteño no aceptó. Hay fuertes rumores de una charla entre Daniel Scioli y el ex intendente de Tigre, que nadie quiere confirmar. Nadie esperaba que Elisa Carrió y el Presidente del PRO cerrarían un acuerdo en la capital federal, como tampoco creyeron que Carlos Alberto Reutemann se sumaría al macrismo santafesino. Las ruedas se mueven.

Hasta la muerte de Alberto Nisman, el escenario electoral se dividía entre quienes buscan en el futuro Presidente de la Nación la “continuidad con cambio” vs. quienes apuestan por el “cambio con continuidad”. Sin embargo, desde la marcha del miércoles 18F, y las definiciones de Cristina Fernández el sábado 21/02, vuelve la opción “kirchnerismo vs antikirchnerismo” como directriz a la hora de elegir el voto. Y eso puede cambiar todo el volátil campo político preelectoral.

Con 70% de la población a favor del antikirchnerismo, Daniel Scioli debe resolver si mantiene su alianza confesa con Cristina Fernández. Sergio Massa debe analizar si rechaza o defiende su pasado como funcionario kirchnerista. Mauricio Macri es un ganador gracias a su acuerdo con Elisa Carrió, pero debe resolver si se puede dar el lujo de perder a la creadora del ARI y la Coalición Cívica por un pacto con el ex Intendente de Tigre. Por fin, la Presidente de la Nación deberá decidirse si bendecirá con cierto asco al Gobernador de Buenos Aires o si se volcará por Florencio Randazzo, para contar cuantos votos le quedan, como hizo Carlos Saúl Menem en 2003 y no le sirvió absolutamente para nada.


Ayer, sábado 21/02, Cristina Fernández le declaró la guerra al Poder Judicial. Al Poder Legislativo lo tiene sometido. Veremos que hace para someter a la Justicia a sus deseos. De esta forma, la Presidente de la Nación convirtió la muerte del Fiscal Alberto Nisman en un conflicto de consecuencias inciertas y que cambió el escenario electoral. El final de ciclo kirchnerista promete ser más impensado y dramático de lo esperado y de lo deseado".

Por Claudio Chiaruttini 
22 de Febrero de 2015