25 de agosto de 2014

Un fragmento del ensayo Cicatriz paradojal







Publico las primeras páginas que introducen al texto 
editarse próximamente en el volumen La cicatriz universal
 y que explora la refutación del físico norteamericano 
Leonard Susskind al físico inglés Stephen Hawking acerca 
de una hipótesis polémica conocida como 
La paradoja de la información y que explora el destino 
final de la historia en los términos de un agujero negro estelar, 
paradigma hasta hoy irresuelto.


"Recordaba la polémica desatada desde hace más de tres décadas entre dos académicos peso pesados de la física como el inglés Stephen Hawking y el estadounidense Leonard Susskind en los extremos opuestos de las teorías cosmogónicas atinentes a los Agujeros Negros proyectados al final de los tiempos.

Pero procedamos a recordar vagamente que un Agujero Negro es un producto pesado, un residuo estelar, porque nace en los escombros de una supernova, una estrella agotada y colapsada. El núcleo residual es tan masivo y poderoso que comienza a absorber la materia circundante. Así las fuerzas gravitatorias crecen infinitamente proporcionales a la masa que acaparan. Cuanto más agregan, más grande se vuelve, y más poderoso el campo de fuerza. Incluso la luz que, es mejor recordar el enunciado de Planck, viaja como una onda de alta frecuencia pero se comporta como una partícula de alta energía cuando toma contacto con la materia, hablamos entonces del fotón, ese elemento que choca contra los objetos y permite a nuestros ojos ver, el fotón, decía, también cae hacia el núcleo gravitatorio del Agujero Negro. Y conviene destacar que cae tan libremente toda materia debido a que el objeto, el cadáver nuclear de la estrella, no emite ningún tipo de radiación desde su interior masivo hacia el exterior, por lo tanto ninguna fuerza ofrece una resistencia que repela o que compense el derrumbe gravitatorio hacia el núcleo estelar.

Si tenemos en cuenta que el tamaño observable de cualquier estrella de universo, su volumen, durante su vida activa o secuencia principal, como se le llama a esta fase de fulgor estable, es resultado de dos fuerzas opuestas, la del poder gravitatorio o campo magnético, que lleva a la materia a derrumbarse sobre su mismo núcleo, y una fuerza opuesta que limita el cierre sobre el mismo centro, y se trata del propio calor. En efecto, es la radiación misma que, como sabemos, expande toda materia, la hincha, por ende se opone al derrumbe y determina el límite al poder atractivo que intenta compactarlo todo contra el centro de gravedad. De esa manera, el tamaño de un astro es resultado de esas dos fuerzas opuestas, la gravedad que intenta comprimirla y la radiación que, al contrario, la expulsa hacia el exterior, resultando en una esfera visible de un tamaño resultante. Como decía, ese equilibrio de fuerzas contrarias da como resultado siempre el tamaño aparente de una estrella. Pero avancemos un poco más para conocer las diferencias mecánicas entre una estrella y un agujero negro.

Un astro activo mantiene su tamaño con algunos ligeros cambios en las distintas etapas de su vida hasta que llega el final. Pero una vez que un sol como el nuestro ha consumido todo su combustible, la radiación ya no cuenta y el objeto, por lo tanto, sólo está sujeto a la tracción de la gravedad.

Entonces aparecen en escena las distintas maneras de manifestar ese final. Allí entra en consideración una variable significativa a tener en cuenta: el tamaño, la cantidad de materia o masa de la estrella. Tras finalizar la fase activa, las más pequeñas, como por ejemplo el Sol, nuestro sol, simplemente agonizan apacibles y finalmente se apagan, volviéndose objetos fríos y opacos. Mientras que las estrellas muy grandes, más de cien veces el tamaño del nuestro, inician un colapso espectacular en varios pasos pero cuyo resultado final es que estallan produciendo el fenómeno estelar llamado nova o supernova. La masa total se expande miles de veces en un estallido cuya luminosidad puede ser vista desde cualquier lugar de nuestra galaxia e incluso desde otras comunidades de galaxias distantes. Esa materia desintegrada y de muy baja densidad finalmente se enfría y apaga.

Ahora, bien, las supernovas, decíamos, estallan pero dejan tras de sí un residuo, un núcleo masivo, oscuro y muy poderoso. Son esos núcleos pesados, precisamente, los que evolucionan a Agujeros Negros y cuyo primer alimento en su larga vida voraz es la propia materia antes liberada durante la explosión y luego inerte, opaca, ahora de nuevo reunida con un destino menos, o acaso nada, luminoso. Es de conclusión inmediata que esa materia muerta atraída de nuevo al núcleo no vuelve a la actividad, no emite radiación alguna ante la fricción de partículas y si acaso produce calor, que es probable, no es verificable, pero que sí se manifestará, como resultado del incremento masivo, en un aumento proporcional del poder de gravedad. Y cuanto más grande más pesado, y cuanto más crece más extiende sus brazos, ampliando el radio de influencia y capturando materia cada vez más lejos, fagocitando incluso otros objetos más pequeños de otras o incluso de su misma especie. Por ende, un agujero negro sólo puede crecer de manera indefinida, de allí su poder aterrador.


Por ese motivo no emite ningún tipo de partícula u onda que oponga una resistencia o contrarreste a la caída de lo que captura el objeto. Así comienza la vida activa de un agujero negro. Y es negro, porque si observáramos esa porción del cielo advertiríamos un boquete oscuro en el cielo. Pero esto es sólo a simple vista, ya que si estudiáramos al objeto en diferentes radio-frecuencias, verificaríamos una actividad inusual como, por ejemplo, el efecto Doppler sobre la luz que lo circunda o que viaja en las cercanías del ogro estelar, una característica del movimiento que es mejor recordar..." 

Barón Carlos Rigel


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