26 de marzo de 2012

Castigar al mensajero



Rara vez cuestiono de manera pública un texto listado en mi muro de blog, ya que prefiero que el agua fluya hacia el lector, pero el texto de Krosney incumple en una regla básica en el espíritu de un investigador imparcial que examina las evidencias con espíritu osado.
No se castiga al mensajero excepto cuando altera el mensaje... o cuando opina acerca del mismo.


Luego de examinar el extenso volumen de Herbert Krosney El evangelio perdido, editado por National Geographic Society (2006) y que relata los detalles del hallazgo del evangelio de Judas Iscariote, concluyo en que se trata del mismo pensamiento tradicional que describe el acto de Judas como una traición, la misma que condena al judaísmo al desprecio cristiano. Estoy de acuerdo con la segunda parte porque es lo que observo del cristianismo de los últimos dos mil años, pero reniego de su prejuicio. No se inicia un ensayo con un pre-concepto inamovible acerca del eje del tema planteado, sino que se debe ser imparcial sobre el asunto y abierto a cualquier posibilidad devenida de la exploración de la pruebas, aunque vaya recto contra la corriente que mueve a la humanidad entera. Se trata de una causa con legajo abierto y, lejos de explorar con mente abierta y corazón puro, Krosney ya tiene un fallo acerca del acusado cuando lo etiqueta de "traidor". Pero se supone que el documento en copto nos ayuda a rever el caso, conservando un margen aceptable de incógnitas acerca de los motivos previos del autor de un beso histórico.
El mismo John Dominic Crossan, prestigioso investigador de la DePaul University, llega al extremo de poner en tela de juicio que haya existido tal beso porque no hay motivos que lo justifiquen. Y bien digo que quien encuentre los orígenes de dicho acto, revela la verdad. Y precisamente, de eso se trata: de la verdad.

Mi reacción no es contra Judas sino contra Krosney y sus conclusiones obtusas acerca de "la traición", circunstancia que desarrollo y refuto en el ensayo La anomalía de Jerusalén de reciente publicación. Es consistente con el pensamiento tradicional, pero un investigador de la historia tiene la obligación de reverlo todo sin dar nada por supuesto. Incluso un detalle menor puede ser el origen de un giro inesperado en los acontecimientos.
Estoy dispuesto a sentarme con el autor y debatir los detalles de mi desacuerdo con su punto de vista. Así sabremos cuáles elementos son tomados a la ligera. Y conste que en los evangelios jamás se habla de "traición" sino de "entrega", que es un verbo de naturaleza bien diferente. Y agrego además que aún no elaboré el ensayo sobre la muerte sospechosamente cómoda de Judas, duda persistente que conservo intacta pero con las preguntas correctas.
Sin embargo comprendo que soy un autor en un extremo alejado del mundo, imposibilitado de visitar territorios bíblicos para contar, además, con las intuiciones emocionales de estar allí. Sólo puedo pensar y escribir.



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