Una enamorada milonga del espacio profundo
Echado al cordón bajo la autopista y a la sombra de un enero cremoso, comía el corazón arena de una sandía tibia recién afanada, cuando la vi pasar, autógena y parrillera. Los destellos vibratorios de sus achuras me encumbraron. Y me quedé sin fichas. Los ojos como canastos de pan, las mitocondrias hinchadas como galaxias en celo. Si apenas me cayó de la mejilla una pepita negra de amor. Y de mi pantalón una mosca voló enamorada.
No tuve más que tirarle con la sandía. ¡Adios amor!
Copyright®2012 por Carlos Rigel
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