23 de abril de 2016

Carta abierta a Mario Vargas Llosa



Fea cosa cuando escritores locales censuran a un escritor invitado. Tal fue el caso de usted, don Mario Vargas Llosa, en la Feria del Libro de Buenos Aires, edición 2011, propuesto al discurso de apertura del evento cuando el primero que izó la bandera de la censura fue Horacio González, ex Director –felízmente ya no– de la Biblioteca Nacional, liderando a un grupete de autores kirchneristas que avanzaban contra la libertad de expresión de quien no necesita justificar sus opiniones. Desde una dimensión menor, sé lo que implica porque también padecí esa mierda en mi propia comunidad, y peor aún: en los términos del Estado municipal con el silencio permisivo de autoridades presentes, ademas de autores menores en un ejercicio digno del Proceso. Y como tal, después lo niegan.

Recordará cuando dijo: “En algún momento soñé con vivir un tiempo en Buenos Aires. Pero tengo un triste recuerdo de las últimas veces que fui. Un grupo de escritores encabezados por el director de la Biblioteca Nacional me quiso prohibir que hablara por mis ideas políticas. ¡Escritores! ¡El director de la biblioteca en donde estuvo Borges!”, expresó usted con asombro, mientras se hurgaba la oreja con nerviosismo. Y tras quedar satisfecho cerró los dedos y verificó las uñas limpias bajo la mirada minuciosa, y de regreso, agregó: “Era un índice de ceguera ideológica que había cundido en la Argentina y que empobreció el país además de enconarlo”. Así es, da vergüenza ajena y universal cuando la represión viene de quienes deberían defender las voces libres, ¿verdad?, y reafirmada por el periodismo, cuando deberían ser garantes de ética y ecuanimidad. La infiltración militante en compartimientos de la vida civil nos llevó al borde del abismo.

Rememorando el valle de las tinieblas vivido, fue una suerte que desde 2013 la Cámara del Libro no cediera terreno ante las presiones del kirchnerismo en una batalla sucia que reclamaba realizar el evento anual de editores, autores y lectores, llamada Feria Internacional del Libro, en las instalaciones de Tecnópolis, predio en órbita con el aparato de gobierno, y cuya finalidad era, precisamente, restringir, censurar y tamizar el material a exponer, además de capitalizar el derecho de admisión a los autores según el perfil ideológico de cada uno. Y esto, celebrado por sectores intelectuales identificados con el régimen nefasto que vivimos hasta el 9 de Diciembre de 2015. En acuso de recibo, la venganza K provino de una especie de feria de libro infantil paralela organizada en las mismas fechas que lo análogo de la Cámara del Libro realizada en la Rural, pero en el marquesado del Paka-Paka, Zamba y los dinosaurios animados, cuña divisoria que intentó fracturar al mundo editorial, siguiendo la costumbre de dividir y enfrentar. Es que si no ganaban, al menos herían con rencor. Hablaban de "gorilas", siendo ellos, a la evolución darwinista, saurios de costumbres precámbricas

La misma restricción de títulos y autores que verifiqué en el deprimente stand de Cuba era nuestro destino lamentable volanteado por suerte en el balotaje. Todo debía pasar por el filtro rancio de la militancia y el generalato orweliano de narcos y ladrones cortesanos con su reina y la monarquía republicana. Y, dicho como a vuelo de pájaro, le agradezco su descenso y las palabras en Caracas para alentar a la oposición antibolivariana de la otra Cuba continental. Pero, hablando de stands, no voy a recordar de nuevo en detalle el espectáculo ridículo de nuestro ex Intendente, don "Fernandito" Espinoza, con su stand gestionado a nombre de "Autores de La Matanza" sólo para promover su propio libro biográfico de militante, de cuando se autoexponía como candidato a Gobernador –también felízmente purgado a la basura–, para no supurar de nuevo en la vergüenza vecinal y provincial que fuera cubierta, en la oportunidad, por medios nacionales que registraron el episodio con burlas cuando citaban que allí, lo que menos había, eran libros de autores comunales, aunque da la medida de una balanza enferma de "uso público" que fue cotidiana.

Así como el prólogo kirchnerista agregado en el volumen de recopilaciones Nunca más, en la edición 2012, injerto que antecede, re-interpreta y corrige el prólogo de Ernesto Sábato, siempre tuvieron algo que corregirle a la historia para apropiarse de ella. De eso se trató el "relato" martillado durante una década: desde los orígenes de nuestra patria, todos nuestros próceres fueron "kirchneristas", es decir, soñaron con el advenimiento de quien se propuso vaciar hasta en los centavos los cofres del Estado. Y del "Nunca más" migraron al "¡Vamos por todo!" que ahora desfila por Tribunales. Fue parte de una pesadilla merecida para nosotros, los criollos, tan poco respetuosos de la democracia y afectos al golpe, como tan obedientes de cuanto régimen autoritario cruzó la calle Balcarce. Sino, lea usted cualquier resumen de historia institucional argentina del siglo XIX y luego del sobresaltado siglo XX y sume los años de prosperidad y democracia republicana. 

Borges nunca pidió permiso para decir lo que pensaba y en hacer lo que decía, de allí los desmayos nacionales e internacionales que nos costaron un Nobel perdido en política aunque ganado en letras. Pero si usted fue censurado, imagine al resto de nosotros sin la camiseta de La Cámpora, la Gestapo del cristinismo. Es que no es difícil digitar las cuerdas justas que exteriorizan la animalidad del ser, evidencia inquietante de que, habiendo superado las etapas de la mediocridad natural, se puede volver a ellas más rápido que en ascensor del 1er. piso al subsuelo –el mismo furor bestial verá usted en las canchas de fútbol–, así como en la guerra los hombres y las mujeres, además de matar, cometen actos de salvajismo en nombre de la misma libertad y la justicia. Pero no habrá Pasternak para negar en esta patria que expulse Zhivagos al exterior, ni asistirá a obras del teatro Colón con títulos tales como "Madres y patricias kirchneristas luchan por la revolución narco", aunque poco faltó para el naufragio republicano. Ni le cuento los chistes del programa cómico que fue el Congreso Nacional, no sea que sufra una colitis afiebrada. 

Venga a habitar en Argentina cuando guste. Y aunque yo nunca disfruté de su narrativa, tan mecánica y poco latina, hoy es libre de decir lo que quiera, sea de derecha ultra-neoliberal antifuyimorista o de izquierda rabiosa, recordando su militancia juvenil marxista. Decía don Ernesto Sábato que "no hay peores conservatistas que los revolucionarios triunfantes". Recordando el doblez ideológico de don George Orwell, doy vuelta el concepto y pienso: "No hay peores liberales que los marxistas desencantados". Lo acompaño en la peor parte, don Mario. Nos hemos librado del maoismo feudal capitalista de estilo gaucho. Conserve mis disculpas tardías de argentino y sea usted bienvenido.

CR

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