4 de junio de 2015

Fuego contra fuego






La diferencia entre un ratero y un asaltante
de riesgo.

En una época donde barras "bravas" se enfrentan a tiros con la muerte de pibes y nenas que quedan encerrados entre los disparos, o asaltantes de hogares donde maltratan a un par de viejos para quitarles la jubilación o el televisor, voy a recordar a la banda de asaltantes de "Carlitos" Pardelia, porque algunos de sus miembros eran vecinos de mi barrio San Nicolás, y los veía cuando venían de noche a una casa cercana a la mía a buscar armas para algún atraco planificado. 

La banda peligrosa estaba compuesta por el temible Carlos Pardelia, C. Filipo y el "polaco" Polonio, entre otros, cuando en 1969 toman por asalto la Comisaría Nro. 1 de la calle Villegas de San Justo y reducen al persona policial para asaltar el banco que estaba al lado de la regional, donde hoy opera el Banco Francés, antes Banco Cooperativo y mucho antes, las oficinas de la Cooperativa El Hogar Obrero. No era época de satélites ni redes de comunicaciones avanzadas o tecnología sobresaliente, ese conocimiento fue parte de la logística para ejecutar el golpe. 

No eran malos porque se drogaran para tener el coraje de encajarle un culatazo a un jubilado, eran malos porque eran temidos por audaces. Con motivo del robo histórico, hoy legendario, siendo pibe mi tía me mostró meses después la noticia en el diario Crónica del asesinato del "Polaco" Polonio, acribillado en la calle por la bonaerense. Y de los procedimientos posteriores al atraco, también de cuando allanaron la casa de Filipo y la policía dio vuelta la tierra a pala en la quintita del fondo de su casa, donde el viejo Luca Filipo plantaba tomates, picantes y lechugas, buscando las armas del episodio, aunque en verdad buscaban el botín del asalto. 

De "Carlitos" Pardelia supe al crecer que un comisario de San Justo encargó a un grupo de matones seguirlo y liquidarlo en donde lo encontraran. Pardelia sabía la novedad y en una calle de Rafael Castillo se produjo el encuentro con los sicarios. Pardelia supo que venían siguiendo sus movimientos desde hacía días, llegó hasta el auto con los cuatro rufianes armados, como un Brigante salido del cine de Brian Di Palma, abrió la puerta y luego de saludarlos pidió lugar para sentarse en el asiento trasero, como entre amigos, sacó un arma de grosísimo calibre y dijo: "Muchachos, tienen un encargo, saque cada uno su fierro y empezamos a tirar y el que cae cae. De acá no sale ninguno". 

No hubo disparos ese día aunque otro distinto sí debió haberlos, cuando al fin le cobraron alguna participación adeudada en las ganancias con la regional y con el comisario de San Justo. Tampoco hago un culto de sus atracos aunque respeto esos códigos, no maltrataban a inocentes, no asaltaban almacenes ni viejos a la salida del banco. Tenían huevos porque los tenían. Eran "bravos" y no por formar barras, demasiado peligrosos para convivir en las esquinas, fumando marihuana o tomando cerveza, sino porque eran como dioses feroces en un panteón de tango y delito. 


CR