18 de marzo de 2016

Necroprócer



La salud de Manuel Belgrano y de 
José San Martín por la TV Pública, un calvario de truchos.


Veía la otra noche un capítulo del documental 'Historia Clínica' que emite el canal estatal con la asistencia técnica de Felipe Pigna y el Dr. Daniel López Rosetti sobre la vida, los padecimientos y la muerte de Belgrano y, luego, la de San Martín, ambos héroes novelados cuyo presagio inquietante de llevarlos a la pantalla es no creer que son quienes dicen que son, y de nuevo observaba esos detalles que me llevan a extrañar a Leonardo Favio, o su mentor, Leopoldo Torre Nilson, o el padre del mentor, don Leopoldo Torre Ríos. Ahora, bien, uno está obligado a celebrar estos emprendimientos explicativos, pero la solemnidad los mata. No alcanza con recitar de memoria ni con tanto maquillaje o aplicarse patillas postizas o vestir una peluca dura como un cuero. Los vuelve acaso más irreales.
Lo primero que allana el camino es la sobreactuación patricia cuyos diálogos son previsibles en un manual de historia de primaria. Los actores son actores y no soldados, como tal, proceden como símbolos y no como personas. Vuelven al estilo parmenisiano de filmación de la película "Belgrano". Para entendernos con claridad: todos ellos comían, bebían, orinaban, cagaban, tosían, tomaban brebajes, puteaban, estornudaban, prendían velas, se quitaban el sudor con las manos...
Pero lo plástico prevalece. Caras pulcras y serias, sin cicatrices de guerra, ninguna sombra de barba de días –como se puede esperar de una época donde afeitarse no era cosa diaria–, los trajes y los uniformes recién salidos del "5-A-Sec" y cepillados a valet, la iluminación blanca y plana que tampoco favorece a los actores, las tomas recurrentes y fijas sin revisar el guión; filman, sí, pero nadie se pregunta si hay otro ángulo, otro acercamiento, otro escorzo que dibuje la situación sin necesitar de los recitales declamativos de 'pibes de escuela secundaria' a cargo de los actores. Así, coinciden los mismos planos fílmicos en plató o set similares –hechos con muy poca imaginación– en escenas que distan años entre sí muy difíciles de creer en la cronología cuando encima corresponden a diferentes hábitats y regiones de la patria.
En cuanto a las costumbres, sobran referentes fílmicos temporales y militares en la videoteca universal de nuestros días como para inspirarse, y en lo que hace al vestuario, los blancos alcalinos de las prendas son inverosímiles en una edad donde lo más blanco era el color hueso. Puedo imaginar hasta el perfume y el desodorante en los actores. Y cuando advierto a las pocas tropas visibles, digo, vi mejores criollos en el ejército nipón de "El último samurai" que en los Patricios o en los Granaderos que aparecen en el documental. Posterguen para siempre recurrir a los regimientos de Campo de Mayo pero también al Museo de Historia como referencia. Ellos tampoco lo hicieron.
No se trata de personalidades estáticas ni tan solemnes preocupados por el uniforme, por ende, no deben caracterizar a estetas de salón, no eran coifiures o modelos de pasarela posando para un cuadro, sino a hombres duros curtidos por el combate con la enfermedad en la mirada, los soles crueles en las arrugas, las tormentas impiadosas en los pulmones, los fríos paralizantes en los huesos, los mosquitos, las úlceras... mierda. ¡Olviden los diálogos de los guionistas, sólo hacen cagadas! Si hasta resultaría mejor filmar con sonidos pero sin diálogos y luego agregar el relato de los historiadores o narradores invitados, acompañando las imágenes.
Debo creer que el casting a cargo de profesionales fue selectivo y acertado (!!!), pero no hay una frase inolvidable, una expresión que quiera ver de nuevo, un gesto. Hacen fuerza hasta para morirse. ¿Imaginan a Güemes con botas lustradas en el Colón? En las escenas de exterior ni siquiera hay fogones ni ruedas de soldados en descanso o tomando mate o tocando una guitarra, ¡ningún herido! Debió haber más honestidad en el asado del equipo de filmación que en el rodaje. Las imágenes, los encuadres, las composiciones ¡son frases! y como tal deben hablar por sí mismas, aún en "Mute".
Señores productores, no corrijan la historia, traten de sentirla, pierdan de vista la escarapela, la bandera, los uniformes prolijos, los correajes perfectos: eran guerreros natos y audaces pariendo el futuro sin otra señal cardinal más que una intuición. Un sueño. El día a día los fue quebrando hasta matarlos.



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