29 de mayo de 2014

De manicura en el Olimpo



Por ese batido de rulos temporales que ni la humedad puede explicar, terminan de llegar a mis manos los ejemplares del Suplemento Cultural del diario Crítica de 1930 para intervenir y restaurar la edición primigenia de los sesenta y un ejemplares, y dejarlos listos para una nueva reimpresión y venta.

Se trata del primer suplemento a color impreso en Argentina en la primera máquina rotativa llegada al país. Destacan las ilustraciones a mano alzada y la pincelada, además de un diseño clásico. Aún no está resuelto si saldrá a distribución semanalmente para coleccionistas a través del alguno de los periódicos de mayor venta nacional o si será comercializado de manera individual en puestos de diarios y revistas, pero advierto el interés histórico de la crisis en una Buenos Aires de carros y abundancia de peringundines pero, además, el interés literario, pues allí publicaron sus primeras notas de autores reconocidos.

Se refiere mi tarea a un trabajo artesanal de restauración, es cierto, pero más allá de esa tarea meticulosa de pantalla están las cuestiones ontológicas del extra-texto, como por ejemplo, que el diario Crítica era lo análogo de nuestro actual Crónica, es decir, un diario popular con un target muy especial, ocupado, según la crítica de entonces, más de lo sangriento, delictivo y estridente de la actualidad que de la política o la economía.


Por eso es que la editorial decide incorporar una sección cultural que delega en manos de Ulyses Petit de Murat, y cuyo redactor y corrector fue nada menos que un joven Jorge Luis Borges de 26 años, quien operó como redactor, colaborador y traductor (un comienzo muy similar al de Manuel Mujica Lainez), y que incluye notas de autores norteamericanos e ingleses, de allí el interés histórico en el exterior, traducidas por el literato argentino, pero que también destaca a Murat, a Raúl González Tuñón y otros autores reconocidos en sus primeras letras.

La anécdota aditiva –y que acaso incrementa el valor histórico de la colección– es que muchas de las notas eran del mismo Borges pero oculto con distintos pseudónimos para expiar su protagonismo, y para lo cual los editores de hoy planean un índice aclaratorio que liga al nombre de fantasía con el autor real. Bien, pero del mismo Borges ya entreveo en su juventud el estilo seco y económico de su escritura y una potencia narrativa que también creo haber reconocido en autores contemporáneos como Nielsen o Castillo. Conste, no los comparo, no sea que alguno se moleste, pero observo esa pluma quirúrgica y por momentos brutal.
  • Barón Carlos Rigel



Copyrght®2014 por Carlos Rigel

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