15 de junio de 2013

Despuntar la cultura

 
Dividido entre el placer de un ambiente propio y el deber de protagonista, anoche asistí como Embajador Cultural y Literario al cierre del evento Puntos de Cultura convocado por la Secretaría de Cultura de la Presidencia de la Nación. 
Se dijo una vez que "Cultura es una vieja tomando mate en patas". Mejora un poco el criterio cuando la frase conocida y anterior era de Goebbels, y dijo  "Cuando escucho la palabra 'cultura' saco el revólver". Así, convocado por el título y la curiosidad, salí con frío en la tarde de ayer rumbo a la Universidad del Partido de San Martín.

Quizás intrigado por saber de qué trataba una convocatoria tan abierta e intangible fui a su encuentro casi a la aventura. Se me dispensaron algunos breves honores al exhibir mi credencial como representante de una organización internacional. Sin embargo, debo subrayar que sigue sin poder contenerse adecuadamente el concepto de "cultura" o "cultura de los pueblos", si parece consistir en una reunión de temas libres unificados por un discurso, quizás memorable, quizás olvidable, y la exposición de... ¿artesanías?, ¿fotografías?, ¿videos?, ¿bandas musicales?, ¿emprendimientos de reciclado de...? Cada proyecto está apadrinado por figuras destacadas; algunas de ellas son retratadas por fotos que tomé en la oportunidad. 

Veamos, puedo comprender el concepto de "Congreso de Líderes por los Derechos de los Pueblos Originarios de América", puedo también comprender el concepto de "Simposio de Odontólogos" (o de Cirujanos), "Jornadas de Formadores Educativos", e incluso "Feria de las Colectividades" y hasta la "Feria de las Naciones", pero no puedo comprender de qué trata un encuentro cultural continental abierto y sin tema unificador. Lo inabarcable es errático. Los emprendimientos observados ayer fueron del tipo de artesanías en exposición, desarrollos serigráficos, fotografía común o artesanal, y aún cuando quise ver más allá de lo observado –acaso el espíritu que comanda las fuerzas de ese cuerpo por desacertado que fuera– no vi más allá de lo que describo. 

La actriz Ester Goris y, a ambos lados, fotografías en exposición al público.

Naturalmente que el discurso kirchnerista de Jorge Coscia, Secretario de Cultura de la Nación, concitó aplausos, así como escuchar por los altavoces las frases de nuestra presidente y del ex presidente, el fallecido Néstor Kirchner, en momentos diseñados, precisamente, para el aplauso y el fervor. Palabras tales como "cultura", "pueblos", "compatriotas", "patria grande", "futuro" o citar frases del Fierro, son las muletillas infaltables que disparan las ovaciones. Vi, quizás, un hachazo de luz cuando apareció en la pantalla el Coordinador de "Cultura Viva" de Brasil, explicando los motivos y alcances de la experiencia hecha en la integración de los distintas regiones del país hermano, pero fue insuficiente para comprender la totalidad que pretendía contener el acontecimiento de escaso valor cultural. Frases contundentes y hasta ofuscadas, tales como "¡La cultura es algo... muy importante!", en palabras de nuestra actual presidente, y que me inducen a preguntar, ¿como cuánto es muy?


Es, cuando menos, difícil de unificar en un único concepto a "América", más aún cuando seguimos desintegrados, y cuando, además, sobrevuela el discurso de barricada oficial la idea del "enemigo", el "contrincante", los "conspiradores del modelo", "los de la otra Argentina", en referencia a compatriotas que piensan distinto al oficialismo. Deberíamos, al menos, intentar integrar a nuestro propio país con respeto a todas las comunidades, tanto las opositoras como las precolombinas, sectores sociales marginados, derrumbar feudos, comulgar con cada pueblo de nuestra patria, y no sé cuántos otros "etcéteras" y sobresaltos que sobreviven al desmayo nacional. A partir de "argentinos amigos-argentinos enemigos", dudo que pueda construirse algo con identidad común. La parcialidad puede ampliarse, aunque no deja de ser parcial.

Pero lo observado anoche es insuficiente: citar iconos y autoridades de comunidades nativas distantes, no alcanza para dar el criterio de vastedad del problema, ni mucho menos de su solución. La ausencia de ideas que superen la novedad de la chuchería y el collarcito de mostacilla y el biyuterí, o los porongos fileteados y adornados en exposición, vaya uno a saber de qué procedencia (tampoco importa su origen, sigue siendo un porongo, o de Tarija o del espacio, pero un porongo al fin), intenta tímidamente dar en el blanco con la saeta de la americanidad, pero se lo ve tan anónimo, tan impersonal, que podría ser de Sierra Leona o de Filipinas.

Me niego a creer que esa parcialidad, esa realidad desmenuzada, esas astillas, esos fragmentos de un disparo contra el follaje del bosque latino, sean la "Integración cultural de los pueblos de América". Me niego también a creer que el discurso pueda amalgamar los pedazos sueltos de un sueño que a menudo termina en pesadilla. Una tierna y calurosa pesadilla apadrinada con sonrisas.

Para entenderlo: Celebro la intención, pero revela que no tienen ni idea de cómo realizarla. Los pasajeros de un vuelo internacional con escalas también comparten el viaje, la cena, quizás el aire y hasta el miedo o el fervor del aterrizaje, o incluso una peste de abordo, pero sería erróneo pensar que hay algo más que un destino momentáneo de compañía circunstancial y la coincidencia. No son una comunidad. Cada uno tiene sus quehaceres y obligaciones. De igual manera que en una intervención quirúrgica, intentar integrar un pedazo de hígado al tejido cerebral, o un riñón en reemplazo de un pulmón colapsado, o un hombro en repuesto de un talón, y que ante la objeción al resultado, la respuesta sea "¡Cómo, pero si pertenecen al mismo individuo!"

América es el individuo, pero no funciona de esa manera. Tiene más resultados la Feria de las Naciones que Puntos de Cultura. No quiero aguar la fiesta, pero no veo más que una fiesta. Claro que continuaré observando y hasta participando, cuando así se lo pida y acepte. Proyectos comunes hay pero no se manifestarán internalizando las diferencias, sino externalizando a la comunidad americana frente al mundo. Los equipos de fútbol de cada provincia se enfrentan despiadadamente en los torneos interprovinciales hasta que llega el Mundial. Recién entonces todos miran al mismo lugar remoto de la Tierra, cuando la Selección Nacional enfrenta a otro seleccionado. Así funciona.

Y me vuelvo, al fin, con más frío que al llegar, y un desaliento profundo, soy parte del problema, pensando en cómo retrataré el episodio para la organización a la que represento, y la idea de que, a fin de cuentas, no persiguen un proyecto, sino una palabra.

Junto al Secretario de Cultura de la Nación, Jorge Coscia

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