18 de mayo de 2013

Esos vándalos marginales



La república de la escritura en territorios del Alma

Es cierto que Confucio no apreciaba el arte sino por los servicios que podía prestar al Estado. Y por su parte, Platón no admitía más que los poemas en honor de los próceres y a los dioses, aunque en las Leyes prohibió todo arte que no fuera útil a la República. Pero el fenómeno se agudiza en las grandes revoluciones acaso porque no hay peores conservatistas que los revolucionarios triunfantes. Ya Rousseau denunciaba al carácter corrupto e infeccioso del arte. La Revolución arrasa con el arte y no produce ningún artista de importancia, y mientras que en los escenarios se ponen obras que titulan El esposo republicano o Republicana y Virgen o también Vírgenes patricias, se fusila a los mejores íconos vivientes.

De épocas recientes recordamos a Pasternak y la odisea secreta de enviar a occidente los originales de Dr. Shivago; y de la revolución cubana la erradicación completa de las memorias civiles de, quizás, su mejor autor, don Guillermo Cabrera Infante, Premio Cervantes de Literatura. No me asombra que una doctora amiga cubana, muy destacada en medicina, desconozca haber tenido de paisano a semejante escritor nacido en sus tierras, luego expulsado y exiliado en Inglaterra, ahora fallecido. Pero nada como los extremos a que se llegó en la ex Unión Soviética, cuando los nihilistas rusos proclamaron que un par de botas era más útil que todo Shakespeare. 

En la vereda ideológica opuesta, a Neruda, sacado en camilla de la Chile sacudida por el Golpe militar; o a don Roa Basto, expulsado de la Paraguay militar con rumbo incierto, o a Lorca y su destino en la España en llamas. Y del movimiento obrero argentino, basta sumar a la lista negra a Borges, a Mujica Laines y a Cortázar. En muchos sentidos es explicable: esos rebeldes son siempre peligrosos para el Estado. De manera tal que un poema o una prosa o una obra teatral se vuelve una herramienta desestabilizadora contra el sistema. 

Es la reserva que tengo con toda Revolución de izquierda o de derecha: Volverme reaccionario contra sus bases ideológicas cuando, según ellos, debería sentirme favorecido. Bajo pretexto de cuidarme el estómago y los pies, me aporrean la cabeza y el Alma.




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