12 de enero de 2013

Confesiones de un río cansado


No siempre fui Embajador Cultural. 
Antes de ser Su Excelencia Carlos Rigel, era Carlos Rigel.


Fui alumno y jornalero en talleres de aparado, armador de carteras, peón de albañil. estudiante, aprendiz metalúrgico, peón agricultor, balancinero, técnico en metalúrgicas, soldado conscripto y reo bajo bandera, desempleado, cadete y mozo, técnico detallista en la industria armamentista nacional, seminarista, programador, técnico en empresas de seguridad, astrónomo amateur, narrador, ilustrador, asistente de arquitecto, guía de observatorios astronómicos, free-lance de publicidad, trabajador autónomo del diseño gráfico, estudioso de la vida y obra de Gustav Mahler, proveedor gráfico de pre-impresión, creyente del Quijote, creativo contratado en agencias, director de agencias de publicidad, de nuevo estudiante, proveedor de servicios gráficos, director de departamentos creativos en organizaciones transnacionales, asesor publicitario de PyMES, autor de textos, asesor literario, tallerista y coordinador de talleres de escritura, asesor de políticos en campaña, discípulo de Merkaba, anfitrión de escritores latinos, estudiante de Geometría Sagrada, obsesivo audiófilo de los Cuartetos de Beethoven, ilustrador de tapas, amateur de Reiki, ilustrador de naipes españoles, ensayista, discípulo de Tai-Chi, público y coordinador de eventos culturales, estudiante de astrología, armador de libros, estudiante de Filosofía y Letras, guerrillero urbano y sanador de pacientes terminales, audiencia y conferencista, hijo pródigo y Templario, tarotista e ilustrador de cartas de tarot, editor, representante editorial y expositor, virtuoso y pecador. Para finalizar, siempre alumno y a veces educador. 

Luego de cuatro matrimonios, uno oficial y tres renegados, seis hijos, y además de ser ahora Embajador Cultural para Argentina y Director Adjunto de Operaciones en Latinoamérica, según mi amiga, la Sra. Dora G, aún me quedan tres etapas por cumplir en esta vida. Y me asegura que todas ellas serán cumplidas "hasta el último cuadrante". 

Si ya superé tres etapas y me faltan aún tres más (¿no eran siete?), eso me dice que estoy en mitad del río. Deduzco: Es buen momento para cambiar el caballo.



Copyright@2013 por Carlos Rigel

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