27 de marzo de 2017

El toque de Medusa


Hace unos años reflexioné que la grieta había llegado para quedarse con nosotros mucho tiempo, tanto como dos generaciones. 50 años. Llegó en el vientre podrido del peronismo con burla, con odio y con discriminación. Recuperaron la estatua de Goldstein, el enemigo orwelliano, y la aplicaron a medio país: ahora tenemos 20 millones de Goldstein contra 20 millones de Winston. La cifra excedió el conjuro anticipado por el novelista.

Y lo que llamaron “revanchismo” tras el advenimiento de Macri fue precisamente eso, revanchismo, ya que inspiraron la burla, el desprecio y la discriminación acumulados durante 12 años como una respuesta especular: hay que ganarse tanta animosidad, no se hicieron merecedores de la conmiseración ni de la piedad. Tampoco la dispensaron. Fueron enfrentados al espejo y obligarlos a mirarse. Y encima, ponerlos en fuga, en escape, ya que hoy muchos son prófugos u ocultos tras abogados inescrupulosos. O eso o se amontonan en penitenciarías. Jamás se nos hubiera ocurrido ponerle el nombre de un ex Presidente a un pabellón de Ezeiza; hoy es otra broma que circula en las redes, mañana quizá una realización del deseoso imaginario social; en 50 años será olvidado incluso si ocurriera ese chiste del destino obstinado.

Pero fue otra advertencia de la historia. Argentina bordea una guerra civil. Armas negras no faltan, rabia sobra, y los enemigos parece que abundan: así nos alimentaron y ahora nos hemos vuelto realidad. Inauguraron un clásico Boca-River donde no lo había. Las burlas excedieron la marca en pleno partido, las hinchadas se enfrentan, y ahora hay sangre en las gradas, luego derrama en las calles y sigue el enfrentamiento. Un barrio es azotado por tribuneros armados, varios hinchas son destrozados a palos, otros huyen en llamas, algunos corren en defensa de alguien que yace sin brazos, los micros parten llevando refuerzos, la policía interviene pero yacen heridos o aplastados, entonces llega la gendarmería pero son insuficientes: hay barrios en llamas. Es el imperio de la Medusa: estatuas matan estatuas en la noche, sombras matan sombras... Bien, ahora aumentemos la escala.

Es que 'ellos' no capitalizaron el total del rencor sino que inspiraron el ajeno y ahora yace dividido y derramado en la 'oposición' que hoy gobierna. Incluso hay una recuperación del discurso setentista con un fortísimo desprecio a la vida que habíamos olvidado luego del pago en sangre todavía no saldada de otras épocas, un discurso que reinvidica la lucha armada y el asesinato de militares y de civiles, de adultos y de menores, de viejos y criaturas de brazos. Quizá antes no quedó resuelto, y quizá el meteoro social regresa buscando una conclusión. Como los sacerdotes centroamericanos pre-cristianos, cuando pedían al pueblo la entrega de los hijos pequeños destinados al sacrificio de las deidades solares. Se acerca la hora de entregar nuestra simiente: Ellos pagarán nuestros vicios.

No se trata de que un enfrentamiento interno sea feo o bello, sino de que es la manera de acortar los 50 años de fractura social que sembró el kirchnerismo. Por eso recuerdo a menudo la Guerra Civil española. Tal vez debemos tomar la semilla de Hebe de Bonafini y sembrarla; quizá ya lo hicimos, y estallar en conflicto armado y deshumanizarnos impiadosos, desapenados, descargar el odio y bañarlo todo en sangre hasta cubrir la tierra. Y matarnos hasta cansarnos, hasta saciarnos, hasta aborrecer la propia y buscada muerte, como en Sarajevo, como en Kosovo, en Serbia, en Bosnia: todos contra todos. Generación contra generación, como en “La guerra del cerdo” de Bioy Casares.

En 2013 Jorge Ruli, fundador de la Juventud Peronista de La Matanza, recordaba, durante una conferencia, que en los '70, vio bajar del auto al Gerente del Banco Cooperativo o de Desarrollo o el que fuera, y sacó el arma de la cintura para dispararle porque sí. No había un motivo específico sino un rencor desbordado e incontinente, un ansia retroalimentada como el observado en las tribunas de fútbol. Bien, ese mismo país está regresando recargado y lleno de sorpresas desagradables. La historia que vendrá a nuestro encuentro será así: un líder paria regresará luego de largo tiempo separado de sus fueros, la llegada cristalizará bandos en pugna con atentados. El descontrol de asesinatos resultará producto de las venganzas demagógicas o caprichosas. La rebelión será silenciosa. El líder será asesinado y el país estallará en llamas de venganza contra todo.

Las fuerzas institucionales intervendrán pero las herramientas del pasado fueron afiladas en ese conocimiento venido de otra experiencia y serán enfrentados con trampas nuevas. Las comisarías serán saqueadas y los uniformados descuartizados, de cráneos aplastados. Los cuarteles militares seguirán igual suerte aunque producirán numerosas bajas. Unos pocos sobrevivientes a esta primera fase quedarán mutilados pero listos para seguir adelante. Y estallará la guerra tan ansiada. Tal vez la Medusa gobierne. Pero quizá no alcance con echar al pozo a nuestros hijos, quizá el agujero negro reclame incluso a nuestros nietos. Dos generaciones completas deben ser limpiadas de la tierra y echadas al fuego. 50 años. La tercera generación no alcanzará a escribir las crónicas de la Gehenna, también caerá.

Tal vez la historia del futuro nos dio una advertencia en el pasado reciente de lo que viene a nuestro encuentro. Por algo el odio sigue vivo, y si no fue desterrado, entonces debe ser prosperado: la semilla debe romper la cáscara para crecer. Para cuando llegue el tiempo de la segunda etapa, San Parca transitará las ruinas ejecutando heridos y sobrevivientes. Veremos criaturas desmembradas quemándose en los baldíos y perros incinerados desgarrando sus propios cuerpos. El firmamento ocultará el sol con humo rancio, las hogueras serán sembradíos y la flama nacerá de repollos. Serán nuestro pan, porque lo crecido será educado en el asesinato. Demasiado odio en la planta Malicia. Como en la película “El exorcista: el comienzo”, primero irán unos contra otros, pero luego se destruirán a sí mismos, no habrá diferencias, todos serán enemigos. Es la etapa final.

Seremos espejismo y pesadilla en la evolución darwinista, otra Atlántida de Platón, la Pompeya del lujo romano desaparecida en un pestañear de los siglos. Un recuerdo padecido y cenagoso en las enciclopedias del mañana, “la capital de un imperio jamás existido” o la tierra prometida jamás descubierta y al fin olvidada. La Sierra Leona de América. Y que quede lo que quede, porque para tener posesión de algo habrá que matar a alguien. No debe asombrarnos que hasta el Cielo nos desprecie y nos mande una señal papal del final de los tiempos aunque nos tenga olvidados. Porque el reino será quitado a unos pero no será dado a nadie, porque el suelo yacerá maldito. Y porque el reino celeste agotó las señales. Merecemos ser arrasados peor que hebreos por romanos, empezar un jardín nuevo pero sin nosotros. Suena el gong en Argentina: La Medusa marca las 12 de la noche en el Valle de las Sombras. 
Rigel


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