4 de octubre de 2016

Cuando los chicos hablan los grandes se callan







Increíble lo de la Secretaría de Cultura y Educación y el stand de Autores de La Matanza en esta última Feria del Libro. Les asignaron un compartimiento de 6 metros –2 box de ancho– y eran aproximadamente 25 a 30 obras de autores locales de quienes aparecieron en una oportunidad extraordinaria aproximadamente 10 u 11, por lo común, miembros del "elenco estable" –mayormente poetas–, e imagino que fue el día de la presentación en el auditorio. El resto de las fechas fueron 3 o quizá 4 autores de cuya permanencia puedo listar 2 de guardia "casi" a diario, porque hubo horarios en los cuales no había nadie en el puesto y permaneció cerrado y vacío. El espacio era ideal para prolongar una cancha de bochas con torneo y entrega de estatuillas de plástico dorado 'Made in China' con celebraciones al fernet.

Y yo, siendo autor de San Justo, la misma ciudad de la feria de libros, representé a 120 autores entre locales, invitados, provinciales, nacionales y hasta universales. Y en total con mi asociado teníamos preparada para desplegar la obra de 500 autores de diferentes épocas... y nos dieron un stand de 4 metros, cuando habíamos pedido doble stand, es decir, 6 metros de ancho. La reducción de emergencia impidió desplegar la nómina de títulos planificada, y así quedaron cajas de material sin abrir, sin exponer, ni siquiera traerlas al puesto, ya que quedaron en el depósito por falta de espacio. Y, además, pagamos el canon en libros como cualquier editorial o librería de visita. Es que no hay que pretender ser un vecino de lujo o especial por escribir, sino aceptarse apenas un habitante más  en el distrito con más contrastes sociales del país. Los méritos, en todo caso, vienen después cuando se ha demostrado la valía de cada uno.

Me recuerda el operativo del stand Espinoza-Autores de Matanza en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, edición 2015, cuando dejaron afuera a los que importaban para concretar con el elenco estable fáciles de dominar y ahuyentar, y para rellenar las estanterías flacas de títulos, a alguien se le ocurrió comprar material de oferta al montón en alguna distribuidora elegida al azar. Y así, completaron las bibliotecas sin vergüenza alguna... cuando entre 5 o 6 autores locales no invitados que conozco, podíamos llenar esos espacios dignamente con nuestra obra –100 títulos cuando menos– y la de autores vecinos con material, mérito y décadas de trabajo, escritores capaces de dar una conferencia, una ponencia, un análisis de aporte al público de CABA. Pero los que importan quedaban al margen para llevar chichilos obedientes y conformistas. Lindo operativo.

Pero la solución es al mismo estilo que el stand de Bibliotecas Populares en las ferias de cada año, con un box de 2 metros para todas ellas, turnándose cada institución de a una por día para estar presentes en el puesto, y los stands del PJ, que ya ni quiero saber cuántos eran, pero más de 6 seguro, porque esa es la verdad cultural revelada en nuestro distrito. Para enfrentar un espacio con integridad y autoridad hay que tener huevos, y Autores de La Matanza no los tiene. Pero es acertado ubicar el lugar que ocupa el factor cultural para nuestras autoridades comunales. Sólo porque sirven de ventana partidaria en reserva, mantienen a mano a estos grupos de autores heterogéneos dóciles y funcionales a cambio de una vidriera anual que todavía no ganan por derecha, como para decir "Aquí tenemos autores también", cuando en su mayoría son amateurs, principiantes, y unos poquísimos veteranos sin reclamos, conformes de lo que no tienen y satisfechos de lo que no ven. 

Por ese motivo, esos organismos precarios que viven de besar la mano que los adorna no crecen ni se afirman, ni siquiera cuentan con una antología total por géneros, digna, abierta, masiva, amplia. Pero si hasta es una burla cuando hablan de "prologistas" cuando, a fin de cuentas, se trata del trabajo simple de un armador reducido en materia gris que, naturalmente, se autoincluye en la lista de éxitos en el mismo compendio que arma. Es la antología parcial del elenco estable, son ellos mismos más dos o tres agregados nuevos. Y para encontrar la trinchera con veteranos de la resistencia estética (parodiando a Weis) hay que buscar en los huecos de la realidad, más allá de lo visible, porque no están incluidos ni convocados y hoy yacen proscritos y aislados.

Como cuando en una mesa de novelistas se incluyó a mi lado Víctor Orellana, quien debería ser el portero de un edificio y que no tiene hasta la fecha ninguna novela editada, y hasta creerle que una vez escribió una requiere de nuestra parte un acto de creencia y de fe, de lo contrario fue una burla cínica, porque nunca la vimos. Y así le confieren poder a tontos y cagones como Christian Malattia, quien afirma ser periodista –uno sin huevos y afecto a la censura y la burla a distancia–, que primero me censuró junto a la poeta aparatosa y prehistórica Margarita Salas, y después lo negó, para recientemente proclamar censura de parte de la Intendencia cuando lo dejaron afuera de una antología local. Es que escupir para arriba no resulta buena práctica: siempre vuelve por la acción de la gravedad. Por suerte, puedo prescindir de ellos y del Estado, como tantos otros con obra y orgullo, por eso tengo el privilegio de establecer mis propias leyes gravitatorias. Es que incluso para escribir con libertad hay que tener huevos, y siendo mucho más chico que un gobierno, a mi el Estado no me atropella; tampoco me compra.

Pero ellos son, precisamente, quienes lideran la movida literaria en La Matanza, quienes deciden por todos y nos representan, algo así como convocar a una cena de gala y servir choripanes y rodajas de mortadela en mano. Y por fuera quedan los otros, los verdaderos tractores del horizonte llanero que nos toca y nos autodefine desde el aislamiento individual en un distrito con 15 ciudades desagregadas. La "isla" que anuncié en 2012 y que advertí para nuestra comuna se ha cristalizado, y en ella hay náufragos. 4 años después, La Matanza literaria es un archipiélago de sargazos con sobrevivientes, muertos y extraviados. Creadores de balsas, lo mejor que tenemos yace disperso fuera del campo visual. Y condenados a repetir la historia, ahora tenemos media docena de Almafuertes pero no marginales, sino marginados por quienes se autoproclaman "escritores".

La guerra por los espacios de la libertad de expresión contra la censura y las restricciones o proscripciones son originarias en la patria argentina, desde el Grupo de Mayo, con Echeverría, Alberdi y Sastre, hasta nuestros días y considera una observación permanente del límite endeble que atraviesa hacia la prohibición de quienes se piensan rectores sociales, y como con el Acceso Libre a la Información, no admite interpretaciones medias. Pero primero hay que otorgar esa libertad antes que exigirla, y recién después usarla, agotarla, atropellarla. Pero, cómo imaginar que la censura sería ejercida por "escritores" contra un sinodal. Hablar de censura en el tercer milenio es retrotraernos a épocas coloniales. Si hay luchas es porque hay asimetrías. Los rebeldes han prosperado siempre contra una burguesía que no espera críticas por recibir dádivas del Estado a la vista del público. Y así como Almafuerte no fue el primero sino otro rebelde más, lo de Autores de La Matanza no es nada nuevo, el estado deprimente y decadente del grupo habla por sí mismo. Pero me quedo con la imagen de ese viejo chúcaro y desobediente que con los ratones alrededor de las migajas caídas al suelo.

Desde mi retiro de esta organización en 2012 lo único que creció en Autores de La Matanza es el stand en la feria de cada año, hasta convertirse en una cancha de bochas, y si corren las mesadas, hasta de papi-fútbol o patinaje sobre hielo. Al destinarles un stand más grande no serán más ni tampoco mejores autores. Y las autoridades culturales locales después disertan y declaman acerca de la "identidad cultural de la 5ta. provincia", identidad desconocida, digamos, y esos mismos grupos de amateurs funcionales hasta se ofenden por mis palabras y escritos, y me recusan y acusan de desprestigio reiterado. Pero, digo, ¿cuál... cuál prestigio?


b CR

Copyright®2016 por Carlos Rigel