20 de octubre de 2016

Los ciclos del karma nacional


De nuevo el ciclo repetido en Argentina. A período cerrado es más fácil vislumbrar las características a gran escala del fenómeno social que atraviesa nuestra nación. Es el ciclo del odio. El bucle completo ha vuelto a alcanzarnos con la fuerza de lo irresuelto en el mismo cónclave de decisiones trascendentes. Las sociedades, como las personas, también padecen un karma, un obstáculo vicioso, un chakra bloqueado que obliga a reanudar el periplo hasta resolverlo. Y como una preferencia por la obstinación especular y circular, vuelve, regresa al mismo lugar, llama de nuevo a las puertas de la historia, en este caso, la criolla, otra vez inconsumada, otra vez insatisfecha. 

Y si queríamos saber qué contuvo el período de 1945 a 1955, el espejo del tiempo nos resolvió el enigma:  miremos el 2015, apliquemos el mismo plano convulsivo y social. Sólo que esta vez el fantasma histórico del escarnio llegó corrompido por completo, desfigurado, monstruizado. Es que cada regreso será peor, hasta que la ceguera impere en las calles de la mano del extremismo que una vez vimos en los '70. Y si antes no nos interesó el origen del dinero y la riqueza nazi con el acceso de los altos mandos militares alemanes prófugos de la Segunda Guerra –traídos a nuestro país durante el peronismo–, ahora no debería inquietarnos el karma perpetuo adquirido para nuestras arcas con esa riqueza insana, pero ese karma todavía nos apunta con el dedo. Y nos alcanza. 


El ciclo del odio, apenas tres generaciones después, ha regresado de nuevo con el mismo paradigma político-social. Un místico acaso ve mejor este fenómeno aplicado a una persona específica: lo irresuelto vuelve a presentarse cada vez peor, con otras condiciones de deterioro adicionales, con más violencia. Las alternativas ahora abruman por el peso de factores distorsivos y apremiantes que antes no habitaban la misma circunstancia. No llega con alivio o con mística, sino que llega con anhelo de enfrentamiento. Si antes no fue resuelto con reflexión, ahora reclama con odio un lugar en el presente. La siguiente vez agregará el aditivo de la ferocidad inhumana. Preguntemos a España sobre odios de una ferocidad inhumana.


Es que la revolución completa del ciclo argentino no es estelar, como la de un asteroide, sino social: a lo irresuelto de antes se agregan flamantes detritos antes impensados atraídos por un poder gravitatorio cuyo crecimiento no es logarítmico ni modular, ya que no responde a ecuaciones matemáticas, sino arbitrarias, pero que nunca serán favorables, donde lo imprevisto alterará cualquier resultado. Lo único seguro es que esta vez será peor que antes, además de haber perdido 70 años de crecimiento. El bucle temporal nos trajo al mismo lugar temporal, las mismas coordenadas. Y no nos hizo falta la Máquina del Tiempo prevista de Wells en sus ficciones para regresar al pasado. 


Como una persona, cada patria tiene un destino propio en el mundo, bien, pero el libre albedrío allana y hasta frustra el camino. El cuerpo social es también un organismo. Cada uno es dueño de equivocarse cuantas veces quiera. pero es bueno saber que las deudas generacionales no se diluyen en el tiempo sino que las pagan los que siguen, nuestros hijos, nuestros nietos. Argentina quedó encerrada en un defecto, como la falla de un CD, y repite el circuito, buscando ciegamente una salida con los mismos componentes, las mismas herramientas, el mismo plano y el choque es siempre sangriento. A mayor aceleración. Las sociedades, como las máquinas, no piensan, pero la historia a menudo tiene características de péndulo inconciente frente a los momentos irresueltos.


Y así como la Guerra del Atlántico Sur –Argentina contra Inglaterra, Chile y EEUU–, tiene su correlato histórico en la Guerra de la Triple Alianza –Argentina, Brasil y Uruguay contra Paraguay–, la conclusión es inminente: lo que ganamos al norte lo perdimos al sur con un método muy similar. Trasvasado al mapa interno, lo que ganamos un día lo perdimos cien veces a través de los años, buscando repetir las mismas condiciones sociales que nunca más volvieron a coincidir con exactitud 
ni a grandes rasgos, sino fuera de toda probabilidad. Pero cabe preguntarnos por qué este mismo resultado no afectó a los otros dos países con pérdida de territorio y tragedia social, lo que nos lleva a pensar en las causas de una diferencia en los destinos individuales de cada patria.

El ciclo social interno duró 70 años. Transitamos ahora el tiempo del No-Tiempo. Las agujas se detuvieron pero la bomba no fue desarmada. El bucle abierto en 1945 cerró la primera etapa en los años del Proceso. Y reanudamos la marcha, el bucle. Basta sumar a los jóvenes muertos en el Proceso con los jóvenes muertos en la guerra del Atlántico Sur para tener una idea de la contabilidad brutal que implica el ciclo en épocas oscuras. Y por el camino de las advertencias ya sabemos entonces qué habita el futuro, pero no en el sentido cronológico sino de los traumas sociales que de nuevo se presentarán para ser atravesados y así acercarnos más y más al abismo o a la cumbre destinada. 


Decíamos que los países tienen un destino pero también tienen un karma, un obstáculo que deben resolver en las peores condiciones, y cada vez peores. Pero el rulo no es ilimitado, nada en la existencia merece tres oportunidades. Y hay una mala noticia, una peor: si el meteoro social vuelve, si el plano se repite por tercera vez, llegará con el signo de la muerte. No sabemos cuántas, pero frente a lo que no sirve, persona o sociedad, la limpieza sangrienta de la historia será feroz. La tierra se dará vuelta para nosotros donde el exterminio no será a manos de zombis ni monstruos de película, sino esperpéntico a manos de bestias sanguinarias crecidas en nuestra sociedad. Dos y tres generaciones serán lavadas de la tierra en un conflicto interno al estilo de la guerra civil española. Basta revisar los comienzos del enfrentamiento entre la vieja y la nueva España que exterminó a un millón de habitantes para dejar al reino en ruinas. Será La guerra del cerdo anticipada en la ficción por Bioy Casares: generación contra generación, hasta arrasarlo todo. Argentina será Bosnia o Kosovo, pero la venganza de la historia será aterradora: El país del Diablo será nuestro premio tan buscado. 

CR



Copyright®2016 por Carlos Rigel