28 de febrero de 2014

La venezolización de Argentina



"Ahora adquiere claridad el método de reclutamiento 
de nuestros jóvenes por el aparato de gobierno, 
porque con el adversario se debate, pero al enemigo 
se lo asesina. Es el principio conceptual de la guerra, 
y en la guerra un soldado mata y no es un asesino. 
Eso trajeron a nuestra casa".

El definitivo corrimiento del gobierno argentino hacia la aceptación de la represión y la supresión de derechos civiles como método de mantenimiento de un gobierno en el poder, ha dejado de ser una novedad, la venezolización del conflicto interno social que llega es inminente, no habrá renuncias sino el combate frontal y sangriento entre dos sectores poderosos de la sociedad nacional: el que está y quiere llegar al final del ciclo con la esperanza de mantenerse (o de conspirar si es necesario), y el que busca un cambio de rumbo por asfixia en una economía sectaria que avanza con un cuarto de la población en estado de pobreza. Sin duda, algo similar a lo que termina de ocurrir en Venezuela. 

El estímulo del fanatismo, la extrema comercialización del patrimonio nacional disimulada como logros económicos, la pobreza creciente, la esclavización con planes sociales como método de dependencia, la malversación de fondos públicos, el enriquecimiento privado de los miembros del gobierno, el estado de amenaza antes que de reflexión, el diseño de un enemigo interno y la aceptación de su erradicación por cualquier método, son algunas de las características de este nuevo fascismo. Y como todo fascismo en la historia humana de los Estados, amamantada por la sociedad misma. Se trata de saber mediante la pulseada de cuál lado hay más gente y hasta adónde son capaces de llegar. 

A eso ha llevado la división pícara de la sociedad cuya idiosincracia siempre mostró un espíritu de fractura ante el menor síntoma de debate en los temas comunes: No hay diálogo, convocatoria ni acuerdo, sino anulación, desprestigio y aplastamiento de toda crítica. Y la mayoría de las veces, el silencio como herramienta de solución por olvido. Nunca el análisis ni la pacificación o el acuerdo. De allí que no hay adversarios sino enemigos. Ahora adquiere claridad el método de reclutamiento de nuestros jóvenes por el aparato de gobierno, porque con el adversario se debate, pero al enemigo se lo asesina. Es el principio conceptual de la guerra, y en la guerra un soldado mata y no es un asesino. Eso trajeron a nuestra casa.

Pedirle pacificación a Venezuela hoy, es pedirle a la resistencia civil que olvide los reclamos, que modere su hartazgo ante la pobreza y la marginación, o frente a la afiliación partidaria como única alternativa de futuro individual, pero también es pedirle a la GNB que abandone las armas, los gases lacrimógenos, las unidades móviles de bloqueo de señales telefónicas, la represión brutal de toda opinión o información de los acontecimientos en marcha, la anulación de medios informativos, el olvido de métodos antidemocráticos y antihumanos como la violación de domicilio, el secuestro forzado, la tortura y el asesinato cuando, precisamente, la GNB fue creada con esos principios extremos. 

Es el nuevo nazismo crecido, como digo, paso a paso, como impulsos cuestionables pero pequeños y aceptados por una sociedad latinoamericana como "razonables" pero que ahora concluyen en la ilógica total, la violencia, la represión y a la que se sigue respaldando para no aceptar el equívoco desmesurado de haber apostado y respaldado a un delincuente, o a varios delincuentes, en el manejo de los asuntos públicos. Todos los pasos fueron vistos, uno a uno, lo que, de alguna manera, anticipa que el desenlace era previsible. 

El resultado, tanto en Venezuela como en Argentina, es incierto. La fractura social avanza desde ambos extremos de Sudamérica y lo único que podemos reclamar con prudencia es que la otras naciones de la familia continental se prevengan contra el virus infeccioso de la antidemocracia que contamina al organismo social latino. El peligro no es externo sino, peor, interno. 


Barón Carlos Rigel

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